No es
exagerado considerar a Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971) como uno de
los mejores escritores actuales en lengua española. Halfon es un caso singular
de nuestras letras. Con tres abuelos judíos libaneses y otro polaco, que
sobrevivió a los campos de concentración nazis, su familia emigró a Guatemala,
donde nació y pasó sus diez primeros años hasta que la dictadura guatemalteca
obligó a sus padres a exiliarse en Estados Unidos. De condición nómada por
naturaleza, el escritor se casó con una riojana y tiene la nacionalidad
española, lengua en la que escribe sus obras. Desde hace tres años, y gracias a
una beca literaria, reside en Berlín.
Desde
2003, Eduardo Halfon ha publicado casi una veintena de libros, su obra ha sido
traducida a más de quince idiomas y ha recibido importantes galardones
literarios. La magnífica editorial Libros del Asteroide ha dado a conocer la
obra de Halfon en España con la publicación del libro de cuentos “El boxeador
polaco” y las novelas cortas (algunas de ellas reseñadas en esta sección) “Monasterio”,
“Signor Hoffman”, “Duelo”, “Canción”, “Un hijo cualquiera” y,
ahora, “Tarántula”. En todas ellas, Halfon parte de los recuerdos de su
infancia para crear unas composiciones literarias que podemos considerar, en
cierto modo, y aunque el autor niegue un plan previo de proyecto, lo que
algunos han llamado una obra en marcha. Como si cada una de esas entregas fuera
un nuevo capítulo de la novela de su vida.
“Tarántula”
se inscribe también en esa eficaz mezcla narrativa de memoria y ficción, de invención
y realidad. Y, en este caso, combinando los dos aspectos más problemáticos y a
la vez más presentes en la obra del escritor: su condición, simultánea e
ineludible, de judío y guatemalteco. El propio Halfon confiesa con frecuencia que
los libros que más lo han marcado son dos libros que no ha leído: la “Torá” y el
“Popol Vuh”, el libro de los judíos y el libro de los guatemaltecos. “Heredé de
mis antepasados las ansias de huir” es la ilustrativa cita de la escritora
argentina Alejandra Pizarnik que encabeza la novela.
“Tarantula”,
narrado como todos sus libros en primera persona, se inicia con un tenebroso
recuerdo infantil. En 1984, cuando la familia Halfon ya llevaba tres años en
Estados Unidos tras abandonar el país centroamericano, marcado por la
violencia desatada entre el ejército y la guerrilla, Eduardo, de trece años, y
su hermano son enviados por sus padres a participar en unos campamentos para
jóvenes judíos en las montañas del altiplano guatemalteco. Lo que parecían unas jornadas de supervivencia
en el bosque se convierte de repente en una siniestra historia de terror que
marcará a los niños para siempre. Muchos años después, el autor se encontrará
en París y Berlín, sucesivamente, con dos personajes clave de aquella angustiosa
experiencia: Regina, la joven junto a la que Eduardo hacia siempre las guardias
nocturnas en el campamento y con quien vivió su despertar erótico y sentimental,
y Samuel Blum, el rubio monitor del grupo que llevaba una tarántula tatuada en
su brazo. Eduardo resolverá entonces algunos enigmas de aquellos extraños
hechos, pero, como suele ocurrir en sus novelas, siempre serán más las nuevas
preguntas que se abren que las respuestas encontradas.
El
propio autor resume así la estructura del relato: «Hay tres momentos narrativos
en esta novela: el recuerdo del campamento, el encuentro en París entre dos
supervivientes ya de adultos y la búsqueda en Berlín del monitor del
campamento. En el borrador inicial del libro yo tenía los tres relatos
separados pero descubrí que el efecto Stephen King, el suspense y el terror lo
lograba intercalando las partes. Descubrí que el miedo depende de esperar, de
mostrar la daga pero no usarla todavía».
Además
de las historias que relata, destaca sobremanera en Eduardo Halfon su brillante
manera de contarlas. Su escritura rítmica y pulida, su prosa cadenciosa y a la
vez siempre sencilla, comprensible, amena y elegante, con expresiones
centroamericanas y sintaxis perfecta. “Tarántula” se lee casi de un tirón y el
lector más que leerla parece que la escucha. Como botón de muestra de ese
estilo suyo, sirva este pasaje de su reencuentro con Regina, tantos años
después, que es además un maravilloso homenaje a Proust: “... se llevó la
tacita blanca a los labios y yo me estremecí al reconocer su mano. Una mano que
había olvidado por completo, o que creía olvidada por completo. Reconocí su
forma. Sus dedos largos y delgados. Las pecas casi invisibles en el dorso. La
redondez y el tinte rosáceo de sus uñas. Sin saberlo, había guardado durante
años el recuerdo de esa mano, al alcance pero bien sepultado en alguna grieta
de mi memoria, nada más esperando ser desenterrado y desempolvado en el
instante mismo en que ella alzara una tacita blanca de café”.
Cada
nueva novela de Eduardo Halfon es un joyita literaria. Y sus devotos lectores
ya estamos esperando la siguiente.
“Tarántula”.
Eduardo Halfon. Libros del Asteroide. 2024. 184 páginas.
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