En la margen izquierda del valle del Ésera, entre las laderas meridionales que descienden de Cogulla, Gallinero, Cibollés y la tuca de Urmella, montañas que la custodian por el norte, y la llanura aluvial de Castejón de Sos, que se abre al sur, se encuentra la zona de la Alta Ribagorza conocida como El Solano. Varias pequeñas y tranquilas poblaciones se despliegan sobre ese espacio orientado hacia el sol del mediodía. De oeste a este, encontramos las localidades de Sos, Eresué, Ramastué, Liri, Arasán y Urmella, que pertenecen a diferentes municipios. Sos está incluido en el de Sesué; Eresué pertenece al de Sahún; Ramastué y Liri, a Castejón de Sos; Arasán y Urmella, a Bisaurri. Varias rutas senderistas surcan El Solano y conectan estos pueblos entre sí. Además de la visita a los mismos, desde hace poco tiempo, se añade a estos itinerarios un nuevo atractivo al que acceder por sendero señalizado: el dolmen de Ramastué.
Voy a describir aquí mi última excursión por algunos de estos pueblos del Solano y el citado dolmen, realizada a finales del pasado mes de noviembre, cuando los colores del otoño estaban dejando paso a estampas más invernales y poco antes de que la primera nevada de la temporada, en el puente festivo de la Constitución, tiñera de blanco el valle. Fue un recorrido circular con inicio y fin en la localidad de Castejón de Sos. Comenzamos a andar en la Avenida El Ral, arteria principal, a la vez que carretera, que atraviesa la población de oeste a este. A nuestra izquierda, y en dirección al norte, buscamos la calle Valle de Sositania, por la que enseguida salimos del pueblo accediendo a una ancha pista de tierra. Seguimos hacia el norte, dejando a nuestra derecha otra pista que va a Arasán y que será por la que regresaremos. Nosotros nos dirigimos a la pequeña localidad de Sos y, en el primer tramo de nuestro recorrido, coincidimos con el Camino del Ocho, muy popular y concurrido por los paseantes del lugar. Pasamos junto al cementerio y, entre algunas bordas y prados en los que pastaban plácidamente algunas vacas, desembocamos en un sendero más estrecho y sombrío que, flanqueado por paredes de piedras, discurre entre bosque de avellanos, fresnos y quejigos, Con tramos empedrados, vamos ascendiendo por camino más abierto hasta llegar a Sos, cuyo topónimo procede probablemente del latín SUSUM-SURSUM y de su variante SUS, que significa “arriba”.
Lo primero que encontramos de Sos es su iglesia dedicada a San Andrés, con ábside románico y bella portada fechada en 1658. El escueto caserío está un poco más abajo, con algunas llamativas portadas, casas modernas y la vieja fuente lavadero. En el cerro colindante al de la iglesia hay una pequeña capilla abierta, dedicada a Santa Lucía, y una mesa de madera con dos bancos. Desde aquí, se contemplan extraordinarias vistas de la llanura por la que discurre el río Ésera antes de encajonarse en el congosto de Ventamillo. Castejón de Sos se extiende casi al final de la explanada que cierran por el sur los macizos del Turbón y de Baciero y, por el oeste, la sierra de Chía. Desde Sos podríamos ir a Eresué, donde destaca la magnífica iglesia románica dedicada a San Juan Bautista. Sin embargo, entre árboles, seguimos nuestro sendero hacia el este, en dirección a Liri, y, en poco tiempo, llegamos a un cruce de caminos. Con intención de regresar a él, tomamos el de la izquierda para visitar la pequeña ermita de San Marcos y el dolmen de Ramastué.
Tomado el desvío, tras una corta subida, giramos a la derecha, pasamos por unas piedras con forma de dolmen, pero no catalogadas como tal, y llegamos a la ermita o capilla de San Marcos. El pequeño oratorio, con estructura abierta, está rodeado de árboles y conforma un rincón de gran encanto y magníficas vistas al sur. Desde aquí nos dirigimos al dolmen de Ramastué por una trocha poco marcada, que desemboca en un gran prado del que hay que buscar la salida para conectar con el camino, ya señalizado, que procedente de Ramastué conduce al dolmen. La vuelta la hicimos por ese camino hasta la confluencia con el que lleva de Ramastué a la ermita de San Marcos. Aunque la mejor manera de llegar al dolmen es por sendero señalizado, partiendo desde la entrada al propio pueblo de Ramastué, del que el monumento megalítico dista, en descenso entre prados dedicados al cultivo de forraje, unos ochocientos metros.
Aunque conocido por los vecinos de la zona, el dolmen no había sido estudiado ni catalogado hasta que, a finales de 2018, fue declarado Bien de Interés Cultural. Situado a unos 1335 m. de altitud, el dolmen se halla en el extremo noroccidental de un amplio y verde prado. Hasta hace poco se encontraba algo oculto por estar rodeado de varios árboles. Algunos de ellos fueron cortados y solo han quedado tres próximos y los restos del tronco de otro, que sirve en parte de apoyo a una de las piedras que componen el dolmen. Se trata de una estructura megalítica de pequeño tamaño compuesto por cuatro ortostatos o piedras de granito: dos en paralelo y una de fondo para cerrar una pequeña cámara funeraria y otra, más grande, colocada sobre las otras tres a manera de cubierta. La cámara funeraria es rectangular, alargada y estrecha, y tiene la abertura orientada hacia el suroeste y el cierre posterior, al noreste. A pesar de que los árboles próximos y la hierba del prado no permiten asegurarlo por completo, no parece que exista ningún círculo de piedras ni túmulo funerario junto al dolmen.
La palabra “dolmen” procede etimológicamente del bretón y los términos “dol” y “men” significan respectivamente “mesa” y “piedra”. Los dólmenes son sepulcros megalíticos prehistóricos utilizados para inhumaciones colectivas que se construyeron principalmente en la vertiente atlántica europea durante el final del Neolítico y el Calcolítico o Edad del Cobre, entre dos y tres mil años antes de Cristo. Este nuevo dolmen de Ramastué viene a sumarse a otros de Ribagorza ya conocidos: el más próximo de Seira, los de Cornudella de Baliera y Soperún, en el término de Arén, los del Mas de Abad, cerca de Benabarre, y los descubiertos recientemente, pero aún no señalizados, de la zona del Montsec. Su distribución suele coincidir con el itinerario de caminos tradicionales, cabañeras para el ganado o pasos importantes y estratégicos. Esto hace pensar que estas construcciones tal vez tuvieran relación con la vida pastoril y que, además de su carácter funerario, sirvieran también como posible delimitación de territorios.
Tras disfrutar un buen rato de la soledad y belleza del paraje en que se levanta el dolmen, retrocedimos hacia la ermita de San Marcos y al camino que lleva de Sos a Liri. Una pronunciada, aunque corta, bajada nos conduce al barranco de Ramastué, que cruzamos fácilmente saltando entre varias piedras. Es éste otro rincón encantador para disfrutar: varias pequeñas cascadas de agua cantarina cayendo entre las piedras y, en ese día otoñal, un suelo alfombrado de hojas crujientes a nuestras pisadas. Iniciamos una subida y en poco rato llegamos a Liri, Lliri en el habla de zona. Un pueblo acogedor dispuesto sobre una ladera, con el barranco del mismo nombre, famoso por sus cascadas, dividiendo el caserío en dos mitades. En la parte alta se encuentra la imponente iglesia de San Martín, con posibles orígenes románicos y aires de fortaleza. En el albergue de la localidad, reabierto recientemente, hicimos una parada para comer algo y reponer fuerzas.
A la salida de Liri tomamos un sendero a la derecha que permite atajar alguna curva de la carretera, aunque finalmente hay que seguir un tramo de esta para, tras pasar por la capilla de Santa Bárbara, llegar a Arasán, un pequeño pueblo calle con algunas casas de interés, un curioso lavadero enmarcado bajo una bóveda y, al final de su escaso caserío, la iglesia parroquial de la Asunción, que alberga una interesante talla de madera de un Cristo de los Milagros. Desde Arasán, podríamos continuar más hacia el este para dirigirnos a Urmella, donde destaca el hoy bastante arruinado, y en su momento importante, monasterio medieval de los santos Justo y Pastor. Pero nosotros, tras una rápida visita a Arasán, volvimos a la carretera y tomamos un sendero señalizado que, en unos cuarenta minutos, nos llevó a Castejón de Sos. El inicio es un poco incómodo por lo pedregoso y porque suele servir de cauce al agua de una acequia. Se cruza el barranco del Pedral y, después de un bello tramo umbrío, flanqueado de fresnos, bojes y algún cerezo silvestre, nos topamos con una borda, llamada del Baile, y enseguida tomamos un sendero a la izquierda. Luego se cruza la carretera y, en pocos minutos, se llega a Castejón de Sos, donde terminamos nuestro recorrido. Una distancia total de unos catorce kilómetros, con algo más de quinientos metros de desnivel acumulado, en el que invertimos casi seis horas, andando relajadamente y con un buen número de paradas, para disfrutar sin prisas de los muchos atractivos de esta interesante ruta por los pueblos del Solano.
(Artículo publicado en el número 129 de la Revista Guayente, enero 2025)
Fotos: 1 - Dolmen de Ramastué, 2 - Barranco de Ramastué, 3 - Ermita de San Marcos de Ramastué, 4 - Camino de Sos a Liri, 5 - Vista desde Sos de la llanura aluvial con el río Ésera y Castejón de Sos al fondo, 6 - Iglesia de San Andrés en Sos, 7 - Paisaje otoñal al llegar a Liri, 8 - Sos, 9 - Sendero de Castejón de Sos a Sos , 10 - Iglesia de Liri, 11 - Arasán