Hace
casi treinta años, en 1996, con la novela “El capitán Alatriste” se inició una
de las sagas narrativas más exitosas de la literatura española. Ahora, catorce
años después de “El puente de los asesinos”, Arturo Pérez-Reverte (Cartagena,
1951) ha publicado “Misión en París”, la octava entrega de la serie
protagonizada por Diego Alatriste, soldado de los temibles tercios españoles
que dominaron Europa, buscavidas y espadachín a sueldo y protector del joven
Iñigo Balboa, quien ya de mayor escribió en sus memorias las aventuras de su
famoso mentor, compañero de armas de su padre muerto en combate. Sobre el popular
personaje hay una película, una serie de televisión, comics, juegos de rol,
sellos postales y hasta una ruta cultural por Madrid. Alatriste ha contribuido
a dar más fama, si cabe, a su autor: Arturo Pérez-Reverte, periodista y reportero
en conflictos armados, miembro de la RAE, autor de cientos de artículos de
prensa y de más de una treintena de novelas, es hoy uno de los escritores más
destacados y traducidos de nuestra literatura, con ventas millonarias y lectores
en todo el mundo.
“Misión
en París” transcurre íntegramente en territorio francés, en el siglo XVII, durante
el año 1628. A la capital gala llegan desde Madrid don Francisco de Quevedo,
escoltado por el soldado Juan Tronera y, desde la fortaleza española de Milán, el
capitán Alatriste y su compañero Sebastián Copons. En París los espera el joven
Iñigo Balboa, correo real que ha entregado unos despachos secretos a Álvaro de
la Marca, conde de Guadalmedina y embajador temporal español en la corte
francesa. En ese momento gobiernan Francia el rey Luis XIII y su poderoso
ministro el cardenal Richelieu, mientras que en España lo hacen Felipe IV, casi
siempre ocupado en actividades cinegéticas, y su influyente valido el Conde
Duque de Olivares. “Después de las guerras civiles que por la religión habían
agitado Francia, los protestantes de allí, llamados hugonotes, habían
conservado territorios cuya obediencia escapaba al monarca francés. Hartos de
rebeliones, resueltos a conseguir a toda costa la unidad política y religiosa,
el rey y el cardenal habían puesto sitio militar a La Rochela, enclave de la
resistencia rebelde, socorrido por una Inglaterra siempre dispuesta a incomodar
a Francia como lo hacía con España”. En este contexto, Alatriste y sus amigos
deberán llevar a cabo una misteriosa y difícil misión, urdida por la diplomacia
española y el Conde Duque de Olivares, y cuya ejecución concreta les será
mantenida en secreto hasta el último momento.
El
relato va alternado pasajes narrados en primera persona por el joven Iñigo
Balboa con otros en tercera persona siguiendo al capitán Alatriste. Quienes
hayan leído entregas anteriores encontraran a muchos personajes ya conocidos.
El propio Balboa ha cumplido los dieciocho años y desde hace seis meses viste
la casaca negra y amarilla de los correos reales del rey de España y hace gala
de valentía y discreción. Como ya sabemos, relata las andanzas del capitán
Alatriste desde la admiración, el amor y la gratitud. El gran escritor
Francisco de Quevedo vuelve a aparecer en funciones de espía y trabajando ahora
para el Conde Duque de Olivares, a quien tanto había criticado antes en sus
versos. Diego Alatriste tiene ya cuarenta y cinco años muy bregados (“Había
matado a una veintena de hombres en duelos y desafíos –unos por dinero y otros
gratis–, sin contar los acuchillados o arcabuceados en la guerra”). Es valiente
y orgulloso y la lealtad y el honor son su estandarte, pero también se muestra cada
vez más sombrío, escéptico y desencantado. Sabe que mientras él y sus
compañeros, siempre pagados tarde y mal, exponen su vida por su país, sus
superiores cubren sus espaldas y viven en la abundancia. Le acompaña de nuevo
su viejo amigo Sebastián Copons, aragonés recio y duro, que cuando Quevedo le
muestra la catedral de Notre-Dame de Paris él contesta: “Pues como la iglesia
mayor de Huesca ¿no? Sólo que un poco más grande”. Igual de valiente y
aguerrido es el cordobés Juan Tronera, otro soldado viejo del tercio hispano. Y
también reencontraremos a Angélica de Alquézar, cuya mezcla de encantos y
perfidia tiene absolutamente cautivado a Iñigo Balboa.
Como
nuevo homenaje a la novelas de aventura y de capa y espada, esta vez Pérez-Reverte
ha introducido en “Misión en París” a los famosos Tres Mosqueteros y D’Artagnan
de Alejandro Dumas. Incluso en otro guiño a “Los duelistas” de Josep Conrad,
Alatriste y Athos van aplazando el desenlace de su desafío inicial. Como en
todas las novelas de la serie encontramos un intrigante y entretenido relato de
aventuras en un documentado contexto histórico, económico, político, militar y
social. La novela opera aquí como una forma de conocimiento de la Historia y de
lo humano. Es obvio que Francia emerge como nueva potencia europea y que el
imperio español va acentuando sus signos de agotamiento, debilidad y
decadencia. Sólo en lo cultural, España permanece en la cima con su glorioso e
insuperable Siglo de Oro. Otro aspecto en el que sobresale la novela –que como
las anteriores está ilustrada por Joan Mundet– es la notable recreación del habla coloquial de
la época en sus chispeantes diálogos.
Ha
dicho Pérez-Reverte que al menos le queda por escribir una nueva entrega de la
serie. Esperemos que esta vez no tarde tanto tiempo en ofrecérnosla.
“Misión
en París”. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara. 2025. 360 páginas
No hay comentarios:
Publicar un comentario