viernes, 8 de octubre de 2010

LA BELLEZA TORTUOSA


Alondra y Termita. Jayne Anne Phillips. Duomo. 2010. 315 páginas

Cuando Jaynne Anne Phillips (1952) empezó a publicar sus primeros relatos, Raymond Carver dijo de ellos que eran unas historias diferentes, dotadas de una tortuosa belleza. Su prematura muerte a finales de los años ochenta impidió a Carver ser testigo de la posterior consolidación literaria de la escritora de Virginia. Incluida en sus inicios en el denominadao “realismo sucio”, J. A. Phillips ha logrado con su última novela, Alondra y Termita, la composición de un conmovedor e intenso relato, lleno a partes iguales de realismo y poesía, y repleto de aquella tortuosa belleza que Carver había observado en sus primeros escritos hace ya tres décadas.

Alondra y Termita son hermanos, hijos de la misma madre pero de distinto padre. Ambos viven con su tía Nonie en Winfeld, un pequeño pueblo de Virginia cercano a un río que provoca inundaciones frecuentes. Alondra y Termita están muy unidos. Ella, una joven que comienza a despertar la atracción de los hombres, cuida de su hermano, al que todos conocen con el sobrenombre de Termita, un niño minusválido que va sobre un carrito y apenas habla, pero que, sin que nadie lo sepa, tiene enormemente desarrollado el sentido del oído.

La novela cuenta una complicada historia familiar en la América profunda, en el año 1959. El otro escenario es Corea, en 1950, en los inicios de la guerra homónima, donde ha sido enviado el cabo Robert Leavitt, padre de Termita. Tanto él como Nonie y los propios Alondra y Termita van narrando en primera persona la novela, en las dos fechas y escenarios citados, en una visión subjetiva y caleidoscópica de las dos realidades, tan geográficamente alejadas, que componen el relato. Especialmente poéticas y hermosas son las intervenciones de Termita, un personaje lleno de simbolismo y de magia literaria.

Jaynne Anne Phillips mantiene algunas características de aquella corriente literaria de los años de sus inicios: la frase breve y concisa, la descripción minimalista y detallada de los lugares y los estados de ánimo, más desarrolladas aquí por ser el libro una novela y no un relato corto. En estos aspectos hay algunas evidentes coincidencias con Raymond Carver, Tobías Wolf o Richard Ford, escritores adscritos entre otros a aquel lejano movimiento literario que la crítica denominó en los años ochenta como “realismo sucio”. Pero en “Alondra y Termita” resuenan también ecos de la escritura densa de William Faulkner o de los ambientes rurales y los personajes mermados de algunos libros de Carson Maccullers.

Alondra y Termita es una magnífica novela, una extraña y sugerente mezcla de realismo y poesía, impregnada toda ella de una intensa y tortuosa belleza.

Carlos Bravo Suárez

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