Los sordos. Rodrigo Rey Rosa. Alfaguara. Madrid. 2012. 240 páginas.
Rodrigo Rey Rosa (Ciudad de
Guatemala, 1958) es hoy probablemente el más importante y conocido de los
escritores guatemaltecos. Perteneciente a una familia de la rica burguesía de
su país, viajó por Europa y Estados Unidos y tuvo una provechosa estancia en
Tánger, donde hizo amistad con Paul Bowles, que tradujo al inglés algunos de
sus libros. Comenzó escribiendo cuentos para seguir con la publicación de
varias novelas, nunca demasiado largas, que va alternando con su trabajo de
traductor. En lo que parece un cierto proceso hacía un mayor realismo y
precisión en su narrativa, su última novela, Los sordos, está ambientada en Guatemala y ofrece una amplia y
profunda visión de la compleja realidad de aquel país centroamericano en la
actualidad.
El protagonista principal de Los sordos es Cayetano, un joven procedente
del mundo rural que encuentra trabajo como guardaespaldas de Clara, la hija de
un adinerado banquero de Ciudad de Guatemala que recibe continuas amenazas.
Cuando la joven desaparece misteriosamente y todo parece indicar que ha sido
secuestrada, Cayetano intentará por todos los medios localizarla, aunque para ello
deba trasladarse al complicado occidente guatemalteco, poblado por numerosas
etnias indígenas de la antigua cultura maya. La novela ─además de un thriller lleno de misterio, intriga y suspense─,
se convierte también en un relato de amplio recorrido geográfico por la difícil
y multiétnica nación centroamericana. De esta manera, Rodrigo Rey Rosa realiza
un excepcional y completo retrato de su país, presentando diversos aspectos
políticos, sociales, étnicos y culturales del mismo. Un país con grandes
diferencias sociales y azotado por una enorme violencia cotidiana, cuya
manifestación más terrible son los frecuentes linchamientos populares a manos
de turbas incontroladas.
Observamos cómo la minoría rica de la capital se
atrinchera en lujosas casas dotadas de grandes medidas de seguridad y contrata para
protegerse a numerosos guardaespaldas, hasta el punto de convertir esta
actividad en uno de los principales empleos para muchos jóvenes del país.
Aunque en cierta medida la novela parece seguir la clásica dicotomía
campo/ciudad o civilización/barbarie, tan presente en la narrativa
latinoamericana desde prácticamente sus orígenes, en muchos momentos trasciende
claramente esa oposición y muestra un país lleno de contrastes, en el que todo
está revuelto y conviven tradiciones y supersticiones ancestrales con los
últimos avances tecnológicos y médicos, estos últimos destinados a sospechosas prácticas
con la población campesina. Resulta curioso y llamativo que en algunas zonas
rurales se mantengan dos justicias paralelas: la oficial en manos del Estado y
la popular ─de origen milenario─ en manos de los consejos indígenas.
Rodrigo Rey Rosa y otros escritores de su generación ─como el hondureño,
aunque criado en El Salvador, Horacio Castellanos Moya─ nos presentan con una
prosa directa, original y descarnada, que huye de florituras estilísticas y recoge
el habla coloquial de la calle, la complicada y convulsa realidad de las
actuales sociedades centroamericanas.
Carlos
Bravo Suárez
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