Algunos tuvimos la gran suerte de ser estudiantes de la Facultad de Filología de la Universidad Central de Barcelona cuando en ella todavía había profesores de la humanidad y la sabiduría de José Manuel Blecua, José María Valverde o Martí de Riquer, entre otros. Este último falleció el martes 17 en la Ciudad Condal, tras una larga vida de plena dedicación a la enseñanza y el estudio de la literatura. Estudiar Filología Hispánica en Barcelona era en aquel tiempo un verdadero lujo y una garantía de una completa formación humanística y literaria. Martí de Riquer conocía como nadie las literaturas catalana, española y europea, y la ciudad era un ejemplo de mentalidad abierta y universalidad. No sé cuánto queda allí de todo aquello en nuestros días.
Carlos Bravo Suárez
Carta publicada hoy en el diario El País.
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