La
solterona. Edith Wharton. Impedimenta. 2013. 144 páginas.
Edith Wharton (EE. UU., 1862
– Francia, 1937) es una de las más destacadas escritoras estadounidenses del primer
tercio del siglo XX. Poeta, autora de cuentos y, sobre todo, novelista, su
novela más conocida es La edad de la
inocencia (1920), ganadora del Premio Pulitzer y llevada al cine en 1993
por el conocido director Martin Scorsese. La
solterona, publicada por Wharton en 1921, es una novela corta que ya tenía
algunas ediciones anteriores en español y que ahora Impedimenta acaba de
recuperar en una nueva edición con un postfacio o estudio final de Lale
González-Cotta, que es además la traductora del libro. Hay que decir que
también de esta novela se hizo en 1939 una espléndida adaptación
cinematográfica, verdadero clásico en blanco y negro, dirigida por Edmund
Goulding y memorablemente protagonizada por Bette Davis.
La
solterona cuenta la relación entre las primas Delia y Charlotte en
el próspero Nueva York de mediados del siglo XIX. Mientras la primera se ha
casado con Jim Ralston, perteneciente a una de las más ricas familias de la
burguesía neoyorquina, Charlotte debe anular su compromiso con un hermano de
este por un episodio de su pasado que la marcará y condicionará para el resto
de su vida y la convertirá en una forzada solterona.
La
solterona tiene un argumento puramente melodramático. Sin embargo,
una voz narradora en tercera persona cuenta la historia con una completa
imparcialidad y un absoluto objetivismo. Wharton conocía bien la idiosincrasia
de la burguesía del Nueva York de aquel tiempo y nos muestra, con la distancia
narrativa necesaria, el puritanismo, la hipocresía, el carácter endogámico y
cerrado de sus matrimonios y los hábitos y convencionalismos sociales de las
familias más pudientes de la ciudad, cuyos códigos éticos se sustentan en buena
medida en la falsedad de las apariencias. Pero la escritora estadounidense lo
hace sin moralismos explícitos, sin maniqueísmos en el dibujo de sus
personajes, dejando simplemente que estos hablen y se expresen para que el
lector saque sus propias conclusiones.
Es, sobre todo, una novela
de mujeres –los hombres eran juzgados de manera bien distinta en aquella
sociedad–, con las dos primas como los dos personajes casi únicos y centrales
de la narración. Ambas, que tienen algún pasado nexo en común y un vínculo
secreto inconfesable, exponen sus razones para justificar su comportamiento y dialogan
entre ellas a la hora de tomar las importantes decisiones que las afectan; pero
mientras Delia puede hacerlo desde su cómoda posición familiar, Charlotte es
víctima de la hipocresía imperante y debe sacrificar y esconder su condición
real mientras acumula amargura y resentimiento hacia su prima.
Además, la novela está
escrita con un estilo sobrio, fino y elegante, sin
extenderse en detalles ni en descripciones innecesarias, con las pinceladas precisas,
sutiles y suficientes. Tejiendo así un hermoso relato realista, con las dosis
justas de costumbrismo y crítica social, amargo y triste como lo es el
personaje que da título a la novela.
Carlos
Bravo Suárez
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