“Volver a Canfranc”. Rosario Raro. Editorial
Planeta. 2015. 512 páginas.
La antigua Estación Internacional de Canfranc en el
Pirineo aragonés es un edificio que impresiona a todo el que lo visita. Fue
inaugurada en 1928 por el rey Alfonso XIII y, a partir de 1970, su conexión
ferroviaria con Francia quedó definitivamente suspendida, iniciándose así un
prolongado periodo de decadencia. Desde entonces, el magnífico edificio ha
languidecido a la espera de tiempos mejores que le devuelvan, si no todo, al
menos una parte de su antiguo esplendor. Durante la Segunda Guerra Mundial, los
nazis controlaron la parte francesa de la estación, que fue escenario de un
importante trasiego de wolframio y otros minerales que procedentes de la
península ibérica servían de suministro a la industria de guerra alemana. Como
compensación, los nazis enviaban desde Suiza cargamentos de oro al régimen
franquista. Gracias a los magníficos libros y artículos del periodista Ramón J.
Campo, conocíamos muchos detalles de la historia de Canfranc durante aquellos
años en que se dirimía a cara o cruz el futuro del continente europeo. Ahora, la
escritora valenciana Rosario Raro (Segorbe, 1971) ha novelado otro episodio tal
vez menos conocido de ese rincón pirenaico: la evasión de cientos de judíos
para los que la estación de Canfranc fue la primera puerta hacia la libertad en
su huida del terror nazi.
“Volver a Canfranc” transcurre durante buena parte de los
años 1943 y 1944 y narra la epopeya de un pequeño grupo de personas que, con
gran valentía y riesgo de sus propias vidas, contribuyeron a la salvación de
numerosos judíos a quienes ayudaban a pasar a España camino de Lisboa, dejando
así atrás el infierno en que Europa se había convertido para ellos. Forman
parte de una de las llamadas redes de evasión que actuaban en la frontera
franco-española. Dos miembros de esta red son los principales protagonistas de
la novela: Jana Belerma, camarera de Hotel Internacional de Canfranc, y Laurent
Juste, jefe de la aduana francesa de la estación. Otros tres miembros de la red
tienen un papel más secundario en la novela. A ellos hay que añadir un
personaje enigmático y extraño que responde al nombre de Esteve Durandarte y es
considerado por todos como un bandolero y contrabandista que se esconde en las
montañas pirenaicas. La presencia de los alemanes es una amenaza constante para
las actividades humanitarias del grupo, sobre todo la del siniestro y cruel mayor
Gröber, encargado de la vigilancia nazi de la estación. También cruel y
peligroso, pero mucho más grotesco y ridículo, es el gobernador civil de Huesca
Gervasio Casanarbone, casado con la guapa doña Mimín.
Rosario Raro combina realidad y ficción en esta
entretenida y por muchos momentos amena novela. Laurent Juste está directamente
inspirado en Albert Le Lay, jefe de estación de Canfranc durante la II Guerra
Mundial y miembro activo de la resistencia contra los nazis. Un personaje real
que fue condecorado por De Gaulle al final de la contienda y que incluso
renunció a ser ministro del gobierno de Francia.
Tal como se cuenta en el libro, también fue real el paso
por la estación pirenaica de personajes famosos como Marx Ernst, Alma Mahler, Josephine Baker, Marc Chagall o Heinrich
Mann, hermano mayor del escritor Thomas Mann. Además de
la impresionante estación ferroviaria, otro lugar en que transcurre
parte del relato es la fonda La Serena, que se corresponde con la existente
Fonda Marraco y que viene a hacer en la narración un papel similar, salvando
distancias y geografía, al del “Rick's Café” en la película “Casablanca”.
Lo dicho, una novela entretenida y amena, con historia,
suspense y algunos momentos románticos. Y que, además, está ambientada en uno de
los lugares más impresionantes y atractivos de la geografía altoaragonesa.
Carlos
Bravo Suárez
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