Con gran oportunidad y acierto,
la editorial Siruela reeditó el pasado año, con una magnífica traducción de
Guillermo López Gallego, “El último caso de Philip Trent”, un clásico de la
novela policiaca que el Detection Club consideró en su momento como la mejor
obra de este género escrita nunca. Entre quienes esto afirmaban, figuraban
escritores como G. K. Chesterton y Agatha Christie, muchos años presidenta de
este club londinense que reunía a los mejores autores británicos de narraciones
policiacas. “El último caso de Philip Trent” fue publicada en 1913 por Edmund
Clerihev Bentley (Londres, 1875 –
1956), conocido como E. C. Bentley, un autor que fue situado en vida a
la altura de Arthur Conan Doyle o Agatha Christie, aunque la posteridad lo
relegó a un segundo plano con respecto a la inmensa popularidad de los citados.
De hecho, se dice que, cansado de la infalibilidad de Sherlock Holmes, Bentley creó
a Trent, un detective igual de racional y meticuloso pero que, a pesar de su
fama y su aguda inteligencia y capacidad de observación, no siempre logra establecer
una conclusión acertada a sus aparentemente impecables razonamientos.
“El último caso de Philip Trent” es una extraordinaria novela
policiaca y de misterio. Un relato que sigue muchos de los cánones del género,
pero que también introduce otros innovadores para su tiempo. Y que, pese a los
más de cien años transcurridos desde que fue escrita, mantiene su modernidad y
se lee hoy con absoluta delectación, placer y gusto. El libro comienza con la
breve explicación de los motivos por los que E. C. Bentley se lo dedica a su amigo
G. K. Chesterton, que le había dedicado antes su famosa novela “El hombre que
fue jueves”. Dice Bentley que el primer motivo por el que escribió su libro fue
por la esperanza de que fuera del gusto de su amigo.
“El último caso de
Philip Trent” arranca de una manera un tanto tópica en la novela policiaca: un
magnate de las finanzas, de origen estadounidense pero que vive en Inglaterra,
aparece muerto de un tiro en un ojo, muy cerca de su mansión, junto a un
cobertizo. La primera sospechosa es su bella y delicada esposa, mucho más joven
que él y con quien, pese a su vida en común, mantiene en los últimos tiempos unas
relaciones manifiestamente deterioradas. Los otros posibles sospechosos son los
dos secretarios del magnate (sobre todo, el joven, eficiente y atractivo
Marlowe) y, en menor medida, alguna de las criadas o gente del servicio. La
hipótesis más convincente acaba siendo, sin embargo, que el crimen haya sido
obra de alguna persona externa o desplazada desde otro lugar, tal vez con el motivo
de una venganza laboral. A investigar el asesinato se envía al inspector Murch,
un policía veterano y buen profesional, y al joven y brillante Philip Trent.
Ambos ya se conocen y respetan de casos anteriores. Trent es un pintor de éxito
que, debido a su perspicacia, resolvió varios casos para el diario Record, que ahora
lo ha contratado para que intente resolver la misteriosa muerte del rico
empresario y cuente sus indagaciones a los lectores del periódico.
La investigación de Trent es lenta y detallista, pero a
mitad de la novela, y eso es lo original, parece tener resuelto el caso y
conocer ya la identidad del asesino. Sin embargo, y aunque no voy a hacer
spoiler, diré que la novela no decae en este punto sino que, por el contrario, adquiere
un giro inesperado y brillante que mantiene el suspense y la sorpresa hasta el último
momento.
La novela está escrita con una prosa culta y elegante,
con numerosas referencias literarias que las notas de la edición ayudan a
identificar. Mantiene elementos propios de la narrativa policiaca de la época y,
salvo en el crimen que se investiga, no encontramos en ella ningún otro
episodio de violencia física. Se suceden las entrevistas y las argumentaciones
lógicas, las falsas pistas y los giros más inesperados; y no faltan ni el agudo
estudio de caracteres ni la ironía y el humor típicamente británicos. Hay
también un lugar especial para los sentimientos, el aprendizaje y la
iniciación.
El libro tuvo un enorme éxito cuando fue publicado y de
él se han hecho varias adaptaciones cinematográficas. Haciendo honor al título,
T. C. Bentley hizo desaparecer a su personaje hasta que, 23 años después, lo
despidió definitivamente en la novela “Trent’s own case”, que no ha llegado a
publicarse en España. Sin embargo, hay que celebrar la reedición de “El último
caso de Philip Kent”, un excepcional relato policiaco por el que no parece
haber pasado el tiempo.
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