Desde sus inicios literarios hace más de veinte años, Berta Vías Mahou (Madrid, 1961) ha ido desarrollando una larga trayectoria como escritora. Licenciada en Historia Antigua, también es una destacada traductora del alemán, lengua de la que ha traducido al español a autores como Ödön von Horváth, Stefan Zweig, Arthur Schnitzler, Joseph Roth o Goethe. Ha publicado las novelas “Leo en la cama” (1999), “Los pozos de la nieve” (2008), “Venían a buscarlo a él” (2010; Premio Dulce Chacón 2011 de Narrativa Española), “Yo soy El Otro” (2015; XXVI Premio Torrente Ballester de Narrativa y Prix Transfuge) y “Una vida prestada”(2018), el ensayo “La imagen de la mujer en la literatura” (2000) y los libros de relatos “Ladera norte” (2001) y “La mirada de los Mahuad” (2016). Ahora, de nuevo en Lumen, como en sus últimos libros, acaba de publicar “La voz de entonces”, una estupenda y singular novela que, por si aún no lo estaba, consagra a la escritora madrileña como una de las más destacadas de la literatura española actual.
“La voz de entonces” narra, en una mezcla de realidad y ficción, la historia de la familia de la escritora. Una historia que abarca prácticamente un siglo: desde los estertores de la presencia colonial española en Puerto Rico y Cuba hasta el vislumbrar de la recuperación democrática en España tras la muerte de Franco. Los capítulos, que tienen en buena medida autonomía narrativa por sí mismos, constituyen diferentes secuencias con voces femeninas directrices, (todas menos la primera son de la saga femenina de la familia), que recuerdan diferentes momentos de la historia familiar de los Vías. Podríamos decir, siguiendo algunas referencias hechas por ella misma, que Berta Vías es una escritora de ficción con documentados trasfondos históricos. Para esos momentos históricos no es necesario incluir fechas en el relato, pero son evidentes las alusiones a algunos de ellos: la España finisecular y el final del imperio español, la guerra del Rif en Marruecos con el desastre de Annual (donde muere un joven militar de la familia), la Segunda República, la Guerra Civil, el Franquismo, el desarrollismo de los sesenta y, ya asomando, los albores de la democracia tras la muerte del dictador.
El primer capítulo del libro, titulado “La última fuga del esclavo Lino”, es por sí solo un magnífico relato que puede leerse de manera independiente. En voz de una joven mujer conocemos la existencia de Lino, “propiedad de don Juan Vías Paloma, dueño con un par de asociados, el uno nacido en Sitges y el otro en Tossa de Mar, de un ingenio dedicado a la siembre y molienda de caña de azúcar: la Hacienda Constancia”. Lino, traído de África, se ha escapado ya doce veces de la hacienda y ahora está retenido bajo la vigilancia de la joven narradora. Don Juan Vías Paloma, de origen catalán, está casado con doña María Isidora Ochotoco Monclova, de origen vasco. Con valentía y sin la falsedad ni la voluntad de ocultamiento tan frecuentes en estos casos, Berta Vías aborda la existencia de esclavos negros en la hacienda de sus antepasados. Así lo atestigua la narradora del capítulo: “Y es que la mayoría de los traficantes de esclavos, los negreros, eran catalanes. Pero también hoy en día muchos de los hacendados y comerciantes españoles aquí, en el Caribe, lo son, como el señor Vías Paloma y sus dos socios, como mi marido y como yo misma. O vascos, como el padre de doña Ysidora y su socio. Aunque también hay canarios, mallorquines y gallegos, además de franceses, norteamericanos, irlandeses y corsos”.
Sin embargo, los vientos cambian deprisa y crecen las voces para abolir la compra venta de esclavos y la esclavitud misma. Los hijos de los citados dueños de la hacienda se vuelven antiesclavistas y la familia Vías, que luego se irá a vivir a España (magníficas las descripciones de la casa familiar de la calle Hermanos de Bécquer en Madrid), se convierte en una familia burguesa, con militares, abogados, arquitectos… pero a la vez progresista, cosmopolita y librepensadora. Con un agudo toque anticlerical que se pone de manifiesto en varios momentos del libro. Así conocemos los pasquines de la niña Pepita, los celos del señor Vías, casado con una mujer muy guapa y de vestimenta demasiado atrevida para la época, los soliloquios de la bisabuela Vicenta, las tribulaciones de María del Carmen y los domingos con la prima Julieta. Cerca de la casa en la que pasaban el domingo los miembros de la familia, se hallaba la Maternidad de Peñagrande, regentada por monjas, donde había un internado para madres solteras menores de edad que desde las rejas de sus ventanas hablaban a veces con las tres niñas burguesas de los Vías que quedaban fascinadas por los relatos de las reclusas: “Nada más entrar en aquel centro, al parecer, las monjas insistían para que, en cuanto parieran, las menores entregaran sus bebés a alguna pareja estéril. Que era lo mejor para ellas y también para los niños, alegaban para persuadirlas. Son unas ladronas, exclamó en una ocasión una de las chicas. Ladronas de bebés…”. Veremos luego a la prima Julia vivir una situación biológica parecida, pero en un contexto cultural y social distinto al de las desgraciadas niñas de la maternidad.
Berta Vías escribe con una prosa magnífica. Entrecortada a veces, pero siempre exacta y fulgurante, con elegante y certero hilo sintáctico y argumental. Prestando siempre gran atención al vocabulario, riquísimo, y con cierta nostalgia por un léxico ya desaparecido. Lo dicho: por si quedaba alguna duda, Berta Vías Mahou acaba de consagrarse con esta novela, “La voz de entonces”, como una de las voces actuales más importantes de nuestra literatura.
“La voz de entonces”. Berta Vías Mahou. Lumen. 2022. 208 páginas.
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