Milena Busquets Tusquets (Barcelona, 1972) obtuvo en 2015 un importante éxito literario con “También esto pasará”, una lúcida y descarnada novela autobiográfica escrita tras la muerte de su madre, la conocida editora barcelonesa Esther Tusquets. Después, aparecieron “Hombres elegantes y otros artículos” (2019) y la novela “Gema” (2021), que no lograron demasiada repercusión tras el éxito anterior. Ahora, la escritora barcelonesa acaba de publicar “Las palabras justas”, un magnífico diario íntimo y personal, en el que reflexiona sobre el amor y la vida y con el que alcanza de nuevo un alto nivel literario.
“Las palabras justas” consta de una serie de breves anotaciones diarias, escritas a lo largo de todo un año. Desde el 6 de enero hasta el 31 de diciembre, aunque no todos los días del año tengan su correspondiente entrada. Pese a que en ningún momento se hace referencia al año del que se trata, por referencias a la pandemia y su evolución parece más que probable que sea el pasado 2021. Según afirma la propia autora, tomó el título del libro de una respuesta de su hijo Héctor a una pregunta suya pidiéndole alguna explicación por algo. Sin embargo, es un título que se ajusta como anillo al dedo al brillante ejercicio estilístico de contención y concisión que preside el libro de principio a fin (“Escribir utilizando las menos palabras posibles, como Proust”).
En “Las palabras justas”, se reflexiona sobre la vida (“La euforia y la felicidad absolutas están a un milímetro del ataque de pánico”, “Cada vez que el psiquiatra pronuncia la palabra ‘madurez’ pienso en una manzana a punto de pudrirse”), la familia (sus hijos), la escritura (“Normalmente no tenemos, si es que las tenemos, más que una o dos ideas inteligentes sobre un tema, el resto es relleno”, “Uno escribe solo ante el peligro, no hay otra manera honesta de hacerlo, el menor atisbo de autocomplacencia es una señal de cobardía. Escribes contra ti primero y luego contra todo el mundo. Te pones a ti mismo contra las cuerdas, es el trabajo más solitario del mundo, no te tienes ni a ti, te presentas completamente despojado, es peor que el amor”, “Escribir como si fuésemos dioses y corregir como si fuésemos esclavos”), la educación (“La buena educación no es más una mayor tolerancia al aburrimiento y las bobadas ajenas”), la elegancia (“La elegancia no tiene ni mucho mérito ni mucha importancia. Solo depende de la estructura ósea de cada uno y del buen gusto a la hora de escoger la ropa”), la inteligencia (“La inteligencia es tan intransigente, solo los años y la buena suerte la temperan, si no envejece y se vuelve cruel, amarga y vengativa como una bruja de nariz ganchuda”) y otros temas diversos. Excepto de política (“O sea: la política me importa un pimiento. Me interesan: mis hijos, el amor y las artes”), aunque a veces sea, y es otro valor del libro, certera y políticamente incorrecta (“No quiero ser una genia sino un genio”, “Sacudirse la pesadez y la bobería de los tiempos que corren cada noche antes de acostarse, como los perros cuando salen del agua vigorosamente”).
Aunque el tema más presente es el amor: “En el amor nada es una pérdida de tiempo, todo sirve, la experiencia más banal, más absurda, más ridícula, más humillante, más dolorosa, sirve, nada cae nunca en saco roto. Es imposible perder el tiempo con el amor, enamorarse −aunque solo sea durante dos días, aunque sea tontamente, aunque sea por despecho o por aburrimiento o por curiosidad− sirve siempre precisamente para lo contrario, para ganar tiempo”. “Ser enamoradiza debería ser el octavo pecado capital, me ha hecho perder mucho más tiempo que los otros siete juntos”.
Con absoluta precisión se describe el libro en la promoción de la propia editorial: “En estas páginas asoman de tanto en tanto las mascarillas, pero sobre todo asoma la vida: los hijos, los amores, las clases de yoga, las visitas al psiquiatra, los encuentros fortuitos, los reencuentros, los paseos por el barrio, la escritura como una gimnasia diaria... Y aparecen también la seducción y el paso del tiempo, las disquisiciones sobre la verdadera elegancia, Proust, las lecciones literarias y vitales de Chéjov, la emoción hasta las lágrimas ante la celebración de la vida del ‘West Side Story’ de Spielberg o un divertidísimo listado de tipologías de lectores observados durante las largas sesiones de firmas en ferias”.
Milena Busquets ha escrito un libro magnífico, en una línea próxima a las obras aforísticas de escritores a los que admira, como Jules Renard, La Bruyère o La Rochefoucauld. Hay declaraciones de amor (“seré siempre, ante todo, una lectora”) a autores como Céline o Shakespeare y, sobre todo, a Chéjov, uno de los mayores genios que la literatura ha dado. “Las palabras justas” está repleto de citas brillantes, expresadas con elegancia, ironía y fino sentido del humor. Milena Busquets brilla con luz propia en un género en el que nuestra literatura no es demasiado pródiga. Sabe beber de la mejor tradición europea y mostrar a la vez una rabiosa actualidad. “Las palabras justas” es, en mi opinión, un libro llamado a perdurar en nuestras letras. Una lectura para disfrutar reposadamente de la buena literatura y el buen gusto.
“Las palabras justas”. Milena Busquets. Anagrama. 2022. 136 páginas.
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