Teffi fue el pseudónimo de la escritora rusa Nadezhda Alexándrovna Lójvitskaya (San Petersburgo, 1872 - París, 1952). Admiradora de Chejov y maestra del relato corto, a lo largo de su vida publicó infinidad de cuentos, piezas teatrales, folletines y artículos en las revistas literarias de mayor tirada. Compuso, además, muchas letras de canciones populares. Perteneciente a una familia distinguida y amante de la literatura, ella y sus tres hermanas fueron escritoras. Teffi gozó de una enorme popularidad en la sociedad rusa durante los años previos a la revolución de 1917 y hasta hubo caramelos y perfumes que llevaban su nombre. Además, era admirada desde todas las capas sociales del país, por personajes tan diversos como Bulgákov, Rasputín, Lenin o el zar Nicolás II.
Teffi, como otros intelectuales, apoyó la revolución de 1905 y la de 1917 en sus inicios. Sin embargo, aunque nunca simpatizó con los zaristas, la violenta radicalización posterior hizo que abandonara la Rusia bolchevique y acabara instalándose en París en 1919, donde se convirtió en una figura relevante del círculo de escritores exiliados y donde falleció en 1952. Tras su muerte, su figura cayó progresivamente en el olvido, pero el fin de la Unión Soviética llevó a su redescubrimiento y a la revalorización de su obra dentro y fuera de Rusia. Ahora, Libros del Asteroide acaba de editar en nuestro país, con traducción de Alejandro Ariel González, sus emblemáticas “Memorias”, en las que narra su salida de Rusia hacia el mar Negro durante la revolución y la guerra civil.
Las “Memorias” de Teffi fueron publicadas por entregas en el periódico “Vozrozhdenie”, en París, entre diciembre de 1928 y enero de 1930. Están narradas, por lo tanto, desde el recuerdo de unos hechos ocurridos diez años antes. Para informar al lector de lo que se va a encontrar, y antes de pasar a la primera persona, el libro incluye esta precisa introducción. “La autora considera necesario advertir que en estas ‘Memorias’ el lector no encontrará ni figuras ilustres y heroicas de la época descrita con sus frases profundas, ni críticas a tal o cual corriente política, ni ninguna ‘elucidación y conclusión’. Solo encontrará una narración sencilla y veraz sobre el involuntario viaje de la autora por toda Rusia junto con millones de personas semejantes a ella. Y encontrará casi exclusivamente personas sencillas y ahistóricas que le parecieron graciosas o interesantes, así como aventuras que le parecieron entretenidas. Si la autora se ve obligada a hablar de sí misma, no se debe a que considere que su persona sea interesante para el lector, sino solo a que ella misma ha participado en las aventuras descritas y se ha llevado impresiones tanto de las personas como de los acontecimientos, y si se suprimiese esta dimensión, esta alma viva, la narración carecería de vida”.
La autora cuenta su salida de Moscú en otoño de 1918 junto a un grupo de artistas que, con un par de empresarios avispados, aducen que viajan a Kiev para realizar algunas actuaciones contratadas. Entonces los artistas aún tenían acceso a visados para realizar giras y a las compañías de teatro se unía gente diversa con la intención de escapar de la tensa situación política que se vivía en Rusia. Al salir de Moscú, Teffi no cree que su partida vaya a ser definitiva. “Adiós, Moscú querida. No será por mucho tiempo. Apenas un mes. Dentro de un mes vuelvo. […] Desde entonces han pasado diez años”. Tras superar apuros e incomodidades, el grupo consigue llegar a Kiev. La capital ucraniana era al principio “una fiesta”, está llena de exiliados, hay abundancia de todo, la escritora trabaja en un periódico…, pero pronto la situación cambia y deben huir a Odesa. Allí encuentra una mísera habitación y logra escapar en un pequeño barco con dificultades para navegar. El periplo sigue por otras ciudades del mar Negro: Novorosíisk, Ekaterinodar y, finalmente, Constantinopla, como se denomina siempre en el libro a la actual Estambul.
Si algo destaca en estas memorias es la capacidad de la autora para abordar la narración desde el humor y la ironía, desdramatizando así en cierto modo la situación creciente de guerra, hambre, persecución y muerte que rodea su viaje. Y no lo hace desde el cinismo o la frialdad emocional, sino todo lo contrario: mostrando las situaciones cotidianas de la gente común y su capacidad de adaptación ante la adversidad y el sufrimiento. Por ejemplo, cuando es detenida en una estación de tren en Odesa por soldados armados, escribe: “Nadie nos disparaba, nadie nos registraba: ¿qué más necesita el hombre?”. Pero este aparente distanciamiento no evita criticar determinados comportamientos. Así, el de una joven y cruel comisaria bolchevique que en un pueblo por el que pasan ordena matar a los prisioneros a culatazos para no gastar munición. O cuando en Kiev un exiliado ruso humilla a un camarero ante otras personas y Teffi concluye que el suceso “como propaganda bolchevique, por supuesto, ha tenido mejores resultados que el cartel de agitación soviético más chillón con la hidra del capitalismo y la contrarrevolución…”
Las “Memorias” de Tiffy sobreviven bien al paso del tiempo y se leen hoy con deleite y entretenimiento, como un viaje cargado de dificultades que la autora narra con sentido del humor, gracia, ingenio y una fina y elegante ironía.
“Memorias. De Moscú al mar Negro”. Teffi. Libros del Asteroide. 2024. 272 páginas.
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