“El
cerebro de Andrew”. E. L. Doctorow. Miscelánea-Roca Editorial. 2014. 174
páginas.
Edgar Lawrence
Doctorow (El Bronx, Nueva York, 1931) es uno de los grandes escritores
estadounidenses actuales. Aunque ha cultivado también el relato, el ensayo o el
teatro, es conocido sobre todo como novelista. Nieto de emigrantes rusos y eterno
aspirante al Premio Nobel de Literatura, E. L. Doctorow (como firma todos sus
libros) es autor de algunas de las grandes novelas norteamericanas recientes:
“El libro de Daniel” (1971), “Ragtime” (1975), “Billy Bathgate” (1989), “El
arca del agua” (1994), “La ciudad de Dios” (2000) o “La gran marcha” (2005). En
ellas, mezcla de manera admirable la ficción, la historia de su país y la
crítica política y social. Poco dado a etiquetas y encasillamientos, en “El
cerebro de Andrew”, su novela más reciente, Doctorow se aleja de las grandes
narraciones históricas y compone un relato más bien breve, intimista y ambiguo,
en el que se adentra, siempre desde la perspectiva de la ficción, en el terreno del conocimiento, la conciencia
y los misterios del cerebro. Miscelánea-Roca Editorial publicó el pasado año
esta novela en nuestro país, con traducción, imagino que nada fácil, de Carlos
Milla e Isabel Ferrer.
“Puedo hablarle de mi amigo Andrew, el científico
cognitivo. Pero no es agradable”. Así comienza “El cerebro de Andrew”, donde se
nos cuenta la historia de este profesor de ciencias cognitivas a través de una
compleja estructura formal con diferentes enfoques narrativos. En el relato
predomina el diálogo (o más bien la confesión) del protagonista ante un
enigmático interlocutor desconocido que le interrumpe con frecuencia con
intervenciones muy breves. Todo parece indicar que se trata de un psiquiatra
que controla a Andrew en su también enigmático lugar de reclusión, al que
tampoco sabemos con seguridad por qué motivos ha llegado. (“-Usted es un
psiquiatra a sueldo del Estado, ¿no?” / -Bueno, tengo el título oficial, si se
refiere a eso").
Entre referencias al cerebro que parecen combinar la
ciencia y la metáfora (“Es una especie de cárcel, la mente del cerebro. Tenemos
estos misteriosos cerebros de mil trescientos gramos y nos encarcelan.”),
Andrew nos va contando su vida, desafortunada y triste en su conjunto, hasta
llegar al punto de aparente encierro en que se encuentra. Su enamoramiento de
la pequeña y bonita Briony, alumna suya en la Universidad y muerta el 11-S, con
la que tiene una hija que, al quedar viudo, lleva para que la cuide a su
exmujer Martha, como sustitución de la que perdieron juntos cuando él le
administró a la niña un fármaco equivocado. Su relación con el corpulento
marido de Martha, que siempre lo llama “El Simulador” (¿quién no lo es de una u
otra manera o en algún determinado momento?), o la sorprendente aparición del
siempre innominado presidente de los Estados Unidos, que resulta haber sido compañero
de infancia y juventud de Andrew y que al reconocerlo lo lleva con él a la Casa
Blanca y tal vez tenga una influencia decisiva en su enigmática y poco clara
situación de reclusión posterior.
Como el propio Doctorow ha dicho en alguna entrevista
reciente, este no es el libro adecuado para quien solo busque entretenimiento
en la lectura. “”El cerebro de Andrew” no es una novela fácil, pero constituye
un brillante, complejo y rico ejercicio literario de un espléndido escritor,
capaz de dominar con maestría y eficacia diferentes registros y enfoques
narrativos.
Y como del cerebro trata en parte este libro, quiero
terminar esta reseña con esta cita del profesor Andrew a sus alumnos: “Les dije
que el gran problema al que se enfrentaba la neurociencia era cómo se convertía
el cerebro en la mente. Cómo esa madeja de mil trescientos gramos lo llevaba a
uno a sentirse como un ser humano”. Pues eso: el enigma del cerebro y de la
mente humana constituyen el fondo de la última novela de Doctorow. Pero en ella
hay muchas más cosas, porque “El cerebro de Andrew” es otra magnífica
aportación literaria, diferente y compleja en este caso, de uno de los grandes
escritores actuales.
Carlos Bravo Suárez
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