“Adiós,
hasta mañana”. William Maxwell. Libros del Asteroide. 2015. 176 páginas.
William Maxwell (Lincoln, Illinois, 1908 – Nueva York, 2000)
fue un magnífico escritor y editor estadounidense que todavía no es demasiado
conocido en nuestro país. Autor de media docena de novelas, algunos cuentos y
relatos y unas memorias personales, Maxwell trabajó durante más de cuarenta
años como editor de la revista The New Yorker y conoció y orientó a muchos de
los grandes escritores estadounidenses del siglo XX. Entre otros, a Nabokov, Updike,
Salinger o Cheever. “Adiós, hasta mañana”, publicada en Estados
Unidos en 1980, es unánimemente considerada como su mejor novela y ganó el
prestigioso American Book Award de aquel año. En España fue traducida en 1998
en una edición de Siruela y, coincidiendo con el centenario del escritor en
2008, publicada por Libros del Asteroide, que en los años anteriores había
editado sus novelas “Vinieron como golondrinas”, de corte autobiográfico, y “La
hoja plegada”. Esta misma editorial, con acertado criterio, ha reeditado en
nuestro país “Adiós, hasta mañana”, con la misma traducción de Gabriela
Bustelo.
“Adiós, hasta mañana”
transcurre principalmente en dos granjas de las afueras de la pequeña población
de Lincoln, en el estado de Illinois. En
los años 20 del pasado siglo, un granjero es asesinado por su vecino, que se
suicida tras cometer el crimen. Se trata de un asunto pasional, pues los protagonistas
del suceso, amigos íntimos hasta no hace mucho, se han enemistado porque uno se
ha enamorado y mantiene relaciones con la mujer del otro. Este podría ser el
arranque de una novela negra o de un relato romántico, pero “Adiós, hasta
mañana” no es, en exclusiva, ninguna de ambas cosas. El narrador, en primera
persona, es alguien que en el momento del crimen era un niño que acababa de
establecer amistad con el hijo del granjero asesino. Y es muchos años después,
al recordar que tras el crimen se distanció de su amigo y no estuvo a su lado
cuando este más podía necesitarlo, cuando el narrador se pone a intentar escribir
la historia de aquel crimen. Es el arrepentimiento y el sentimiento de culpa lo
que lo lleva a volver sobre el caso muchos años más tarde e intentar
reconstruirlo. Para esa reconstrucción, que constituye la base de la novela,
recurre a las hemerotecas y a sus recuerdos, y rellena con ficción verosímil de
cosecha propia los vacíos que le faltan. Porque, al fin y al cabo, lo que
solemos atribuir a la memoria suele ser una forma de narración que se va
desarrollando en la mente y que con frecuencia se transforma y cambia al ser
contada. Por eso, cuando hablamos del pasado en realidad mentimos casi siempre
en mayor o menor grado.
Con elipsis narrativas y saltos en el tiempo, en la
novela encontramos magníficamente contadas las historias de los dos granjeros, con
la génesis y las causas del conflicto que las enfrentó y las consecuencias que
tuvo para sus respectivas familias. A ello se añaden algunas espléndidas
páginas dedicadas a la vida del narrador que parecen en buena medida autobiográficas
del autor del libro, sobre todo por el hecho de que ambos perdieron a su madre
por enfermedad cuando eran niños. La infancia, la memoria, los enamoramientos
pasionales y los derrumbes que en este caso propician, o la vida en las granjas
de la América rural de las primeras décadas del pasado siglo, son algunos de
los temas que aparecen magistralmente pasados por el tamiz literario de un
escritor que posiblemente merezca un lugar preeminente en la literatura
norteamericana contemporánea.
Carlos
Bravo Suárez
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