“La
ley del menor”. Ian McEwan. Anagrama. 2015. Traducción de Jaime Zulaika. 216
páginas.
Con
una larga carrera literaria y numerosos premios en su haber, Ian McEwan (Aldershot,
Reino Unido, 1948) es uno de los escritores europeos actuales más destacados y
conocidos y posiblemente el mejor de los escritores británicos vivos. En las
últimas décadas, Anagrama ha publicado en España sus dos libros de
relatos, “Primer amor, últimos
ritos” y “Entre las
sábanas”, y las novelas “El
placer del viajero”, “Niños
en el tiempo”, “En las
nubes”, “El inocente”,
“Los perros negros”, “Amor perdurable”. “Ámsterdam”, “Expiación”. “Sábado”, “Chesil Beach”, “Solar” y “Operación Dulce”. En la misma
editorial, y con la buena traducción habitual de Jaime Zulaika, acaba de
aparecer en nuestro país su última novela “La ley del menor”.
Con los años, Ian McEwan tal vez ha perdido algo de la
intención provocadora de sus inicios, pero ha ganado en contención y elegancia.
Con un estilo austero que huye de las florituras léxicas, aunque puede
detenerse hasta el detalle en algunas descripciones del trabajo en la
judicatura o de un concierto musical, el ya casi septuagenario autor británico
ha publicado una hermosa novela, llena de concisión y sensibilidad. La
protagonista de “La ley del menor” es Fiona Maye, importante jueza del Tribunal
Superior británico especializada en derecho de familia, una mujer cercana a los
sesenta años totalmente entregada a su trabajo, al que ha sacrificado su
maternidad y en los últimos años también su relación de pareja. Ahora, de
manera sorprendente e inesperada, su marido acaba de pedirle compatibilizar su
matrimonio con una aventura más pasional con una amante más joven. En esa
situación de crisis personal, Fiona debe juzgar el caso de Adam Henry, un chico
que aún no ha cumplido los 18 años que padece una grave enfermedad. Tanto él
como sus padres son testigos de Jehová y rechazan la posibilidad de una transfusión
de sangre que los médicos estiman vital para salvar la vida del muchacho. Al
ser aún menor de edad, Fiona debe decidir sobre la cuestión, aplicando la ley
del menor que aboga por la prioridad de la defensa del bienestar del menor ante
cualquier duda o dilema. Además de juzgar su caso, la estricta y encorsetada
jueza conocerá a Adam y descubrirá en él a un joven sensible y atractivo,
amante de la poesía y de la música, que introducirá en su vida una nueva
presencia inquietante e inesperada.
“La ley del menor” es una novela de corte clásico. Algún
crítico ha dicho que con ella McEwan ha pasado de una estética narrativa del
siglo XXI, presente en muchas de sus novelas anteriores, a inspirarse ahora,
aunque tal vez con una mayor economía de lenguaje, en la estética narrativa de
los grandes novelistas del XIX. A pesar de su aparente simplicidad y de la poca
acción física del relato, subyacen en él numerosos conflictos del presente: los
nuevos problemas jurídicos que el multiculturalismo y sus diversas religiones plantean
en las sociedades europeas modernas, el cansancio y el aburrimiento en las
relaciones matrimoniales prolongadas, la frecuente necesidad de nuevas
experiencias antes del declive físico y sexual y la diferente manera de
afrontarlo en los hombre y las mujeres, el choque entre la necesaria defensa de
la vida y los preceptos que defienden algunas religiones, entrte la fe y la
legalidad, la diferente valoración social de la diferencia de edad en las
relaciones de pareja según los sexos…
Todo depende de gustos y preferencias, pero ojalá Ian
McEwan siga por la línea narrativa que parece inaugurar con “La ley del menor”.
Una novela espléndida que deja en el lector un inmejorable sabor de boca.
Carlos
Bravo Suárez
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