Julio José Ordovás (Zaragoza,
1976) es uno de los más destacados escritores aragoneses actuales. Si en 2014
nos sorprendió gratamente con su primera novela, “El Anticuerpo”, que reseñamos
en esta sección, el autor zaragozano se consolida ahora como un original y
primoroso narrador con su reciente “Paraíso Alto”, también editada por la
prestigiosa Anagrama.
No ha llegado de la nada Ordovás a la novela. Se ha
curtido antes como magnífico crítico literario y autor de poemarios y diarios personales.
Y a fe que se nota su oficio de escritor, su dominio de una prosa más que rica
y elegante y de un conocimiento directo, como voraz lector, de autores diversos
cuya huella se percibe en sus novelas, que componen sin embargo unos textos de
una singular y sugerente originalidad personal.
Como en “El Anticuerpo”, de nuevo estamos ante una novela
corta con un narrador interno, que escribe en primera persona, y una sucesión de variopintos
personajes secundarios que solo interactúan con el propio narrador. La novela
transcurre en un pueblo abandonado (nada extraño en la geografía aragonesa)
llamado Paraíso Alto (nombre tomado de un pueblo real turolense), al que
sucesivos suicidas van a terminar voluntariamente sus días. Allí los recibe el
narrador, un individuo misterioso y grotesco, vestido como un espantapájaros y
con aire de personaje de cine mudo, que ejerce como un Caronte que facilita el
último tránsito de la orilla de la vida a la de la muerte. Pero esto, que
podría traducirse en un drama o una tragedia literarias, se aborda desde la
ironía y el sentido del humor. Un humor tal vez más fúnebre, a la manera
mejicana, que negro y fatalista, que hace que leamos la novela con una sonrisa
casi permanente que en algún momento llega a convertirse en carcajada.
El libro, que arranca con una cita del grupo de rock
Ilegales (famoso en la década de los ochenta), se divide en dos partes de
distinta extensión: “Oficio de ángel” y “Visitas y apariciones”. En la primera,
mucho más corta que la segunda, se describe el pueblo y conocemos un poco al
enigmático narrador, que se presenta con la frase “Yo también vine a Paraíso
Alto a suicidarme”. En la segunda se sucede una galería de suicidas que antes
de morir cuentan su vida y sus últimos pensamientos al extraño personaje, entre
ángel y demonio, que los acoge en el pueblo y los escucha antes de la muerte,
cuyo modo de ejecución, salvo en un único caso, nunca llega a describirse. Un
tiburón de la banca que llega en Volvo, una joven tatuada que anda con las
manos y que iba para escritora pero vio cómo la aguja de la realidad rompió el hilo
de sus sueños, un viejo mago que se escapó de una residencia asistida, una famosa
actriz porno, un flautista con instrumento musical hecho de hueso de ala de
buitre, una mujer llamada Diana que lo recibe de una pedrada y luego le enseña
las tetas, un camarero de bigote nietzscheano que había trabajado en Berlín
oeste, la tía Anita del narrador, un Pierrot borracho y delgado como un muñeco
de alambre, un soldado que deserta durante unas maniobras próximas, un
barrendero bailarín, un hombre con aspecto de detective de dibujos animados que
había sido vendedor de libros, dos gemelas con sillas de ruedas eléctricas, un
viejo sordo que llevaba siete años leyendo novelas policiacas y, para cerrar la
lista de apariciones y visitas, Ángela, una antigua novia del narrador que
aparece montada en un caballo llamado Fausto.
Son muchos las referencias literarias y culturales que
uno cree percibir al leer el libro. Hay un tipo de humor surrealista y socarrón,
tal vez de raíz aragonesa, que parece entroncar con Buñuel y el añorado Javier
Tomeo. Son inevitables los ecos de Juan Rulfo y su Comala, algunos libros de Kafka
o las danzas medievales de la muerte. Y el uso frecuente de un lenguaje de evidentes
y sonoras resonancias bíblicas. En cualquier caso, de todo ese coctel sale un
conjunto genuino y de gran originalidad y calidad literarias. Si, como le dijo
un profesor de literatura al primer personaje femenino que llega a Paraíso
Alto, lo que hace verdaderamente grande a un escritor es su destreza para enhebrar
el hilo de plata de los sueños en la aguja de la realidad, Julio Ordovás, con
su escritura personal e intransferible, lleva camino de alcanzar esa grandeza.
“Paraíso Alto”. Julio José Ordovás.
Anagrama. 2017. 134 páginas.
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