No había leído nada hasta
ahora de Maryse Condé (Pointe-à-Pitre, Guadalupe, 1937), escritora antillana,
nacida en el archipiélago francófono de Guadalupe, que recibió el pasado año el
llamado Premio Nobel Alternativo de Literatura, concedido por un centenar de
personalidades de la cultura sueca ante la ausencia momentánea del premio
oficial que desde 1895 viene otorgando la Academia del país escandinavo.
Maryse
Condé tiene una larga trayectoria como escritora y ha recibido numerosos
premios literarios. Guadalupeña de nacimiento, estudio en París, ha residido en
diversos países de África y trabajado durante décadas como profesora de literatura
francófona en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Desde hace unos años,
sufre una enfermedad degenerativa que ha hecho que haya fijado su residencia en
un pueblo de la Provenza francesa. Es autora de más de una treintena de obras
que van desde la novela al relato breve, pasando por las piezas teatrales, el
ensayo, las novelas infantiles y la autobiografía. Su obra apenas ha sido
editada en España. Ahora, la exquisita editorial Impedimenta acaba de publicar
una magnífica colección de cuentos cuya edición original en francés data de
1999 y cuya traducción al español ha corrido a cargo de Martha Asunción Alonso.
“Corazón que ríe, corazón que llora” parece una buena
manera de iniciarse en la obra de Maryse Conté. Tal como indica su subtítulo ("Cuentos
verdaderos de la infancia"), se trata de un conjunto de 17 relatos breves
ambientados en la infancia y primera juventud de la escritora antillana. Siguen,
en buena medida, un orden cronológico que permite rastrear el periodo inicial
de la biografía de Condé. Sus años de infancia como octava hija de una familia
guadalupeña bien situada económicamente, pero muy preocupada por las
apariencias y bastante acomplejada porque su raza negra no les permitiera ser considerados
como franceses de primera, sobre todo en sus viajes a Francia y a pesar de su
impecable utilización de la lengua francesa. Sobre esta situación es magnífico
el cuento inicial “Retrato de familia”, en el que la narradora se pregunta si
sus padres son unos alienados y esboza esta definición para el caso: “Una
persona alienada es una persona que trata de ser lo que no es, porque no le
gusta ser lo que es”.
Escritos
muchos años después, los relatos de este libro están redactados desde el
recuerdo, y ya sabemos que en la memoria se mezcla con frecuencia la realidad
con unas inevitables dosis de fabulación subjetiva. Transcurren desde su
nacimiento (en plena celebración del Mardi Gras) hasta la época de estudiante de
la escritora en la Sorbona y nos dibujan un proceso de crecimiento en que se va
forjando su personalidad y la incipiente concienciación de su feminidad, su negritud
y su africanismo originario. Dibujan también una sociedad antillana muy
clasista y muestran el distinto estatus y reconocimiento social que tiene su
familia según estén en la isla en la que viven o en el París que visitan con
frecuencia. Los relatos, que se leen con mucho agrado y amenidad, narran
deliciosos episodios de amistad (“en el corazón de los niños, la amistad late
con la violencia del amor”), descubrimientos iniciales, primeros escarceos
amorosos, rebeldías adolescentes, situaciones escolares, académicas y
familiares diversas…. Como escribe Martha Asunción Alonso en su estupendo
prólogo, “relatados con una ponderada dosis de profundidad e ingenuidad,
melancolía y ligereza, se suceden, como si de historias para dormir se tratara,
los recuerdos infantiles de la autora en las Antillas de mediado del siglo XX”.
“Corazón
que ríe, corazón que llora” es un libro encantador y mágico, escrito con cierta
dosis de melancolía y nostalgia, pero no de una infancia perdida y feliz, sino
de la inocencia del proceso de quien va descubriendo la vida y va tomando
conciencia de su situación y sus orígenes, incluso partiendo de un estatus
social y económico de privilegio. El libro termina de manera abrupta cuando una
“noche, sin darme cuenta, mi soledad se separó de mí y se despidió”. Desde
luego, este libro abre el apetito y las ganas de seguir leyendo a esta magnífica
escritora.
“Corazón
que ríe, corazón que llora”. Maryse Condé. Impedimenta. 2019. 176 páginas
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