El PR-HU77 es un sendero de pequeño recorrido que se inicia en
Antes
de iniciar nuestro recorrido, merece la pena realizar una detenida visita al
pueblo de Secastilla, cuyo nombre procede según unos de “septa castella” (“siete
castillos”) y según otros, probablemente con más razón, de “sub castellum” (“debajo
del castillo”), de donde habría derivado a Socastiella y luego al actual Secastilla.
Esta segunda tesis es la defendida por el historiador local José Miguel Pesqué
Lecina, autor del interesante libro “Secastilla. Recuerdos y vivencias”,
editado por la Diputación
de Huesca en 2009.
Secastilla,
a poco más de diez kilómetros de Graus, es una acogedora población que cuenta
en la actualidad con algo menos de 150 habitantes. Conocida por sus vinos -siempre
fue muy apreciada su variedad local de garnacha-, destaca entre su caserío la
iglesia parroquial de Nuestra Señora del Llano, situada en una de los lados de
la plaza Mayor. Es una construcción de origen románico que sufrió numerosas
transformaciones durante los siglos XVI o XVII. Del primitivo templo románico
conserva su ábside semicircular de grandes sillares que llama la atención por
su inusual altura, consecuencia de la elevación a la que fue sometido el templo
cuando fue reformado. El resto de la construcción se inscribe dentro de un
estilo renacentista aragonés, con una galería de arcos de medio punto y
ladrillos caravista. La esbelta torre tiene cinco plantas y está remada con
punta piramidal.
Tras
visitar Secastilla y su espléndida iglesia, buscaremos a la derecha de la
entrada al pueblo la continuación del PR-HU77 que, como hemos dicho, viene
procedente de La Puebla
de Castro. Dejaremos a nuestra derecha la pista que lleva a la ermita de San
Martín y tomaremos otra a la izquierda en sentido descendente. Veremos una
granja de ovejas y, a su izquierda y por un camino viejo, bajaremos, en fuerte
pendiente, hasta el barranco de Sosa. Durante un rato, seguiremos por su cauce
seco, atentos a las marcas blancas y amarillas y observando los profundos surcos
excavados por la erosión en el lecho del río a lo largo de los siglos.
Al
cabo de un rato, abandonaremos el cauce del barranco por su margen derecha, es
decir a nuestra izquierda, para iniciar una fuerte subida en sucesivas lazadas.
Al final de la pendiente, corta pero intensa, el sendero llanea entre un bosque
de pinos y carrascas. Al cabo de una hora desde nuestra salida de Secastilla,
habremos llegado a la zona llamada del Castiello y la Ilesieta. A la
izquierda del camino, en lo alto de un roquedo, quedan muy escasos restos del
antiguo castillo de Secastilla, que muchos historiadores consideraron como el
castillo de Muñones. El reciente descubrimiento de una importante fortaleza
árabe en lo alto del cerro del Calvario de La Puebla de Castro, muy cerca de los restos de
Labitolosa, ha cambiado esta opinión. Los historiadores Ángeles Magallón y José
Ángel Asensio, en su reciente libro “La fortaleza medieval del cerro Calvario,
en La Puebla
de Castro: un hisno en el extremo norte de la Marca Superior de al-Andalus”
(Colección Perfil de Las Guías del Patrimonio Aragonés, nº 3) identifican de
manera bastante convincente estos restos con el antiguo castillo de Muñones.
Si,
tras dejar a nuestra izquierda los restos del castillo, andamos unos doscientos
metros más, encontraremos, ahora a la derecha del sendero, a pocos metros de
éste y escondidos entre un bosque de carrascas, los restos de una antigua
construcción religiosa. Se trata de la ermita de San Valero, que conserva parte
de sus gruesos muros y del ábside románico orientado canónicamente al este. San
Valero es el patrón de las fiestas de invierno de Secastilla y, según parece,
aquí pudo encontrarse, junto al castillo citado, la antigua población de Secastilla
antes de desplazarse a su actual emplazamiento.Sobre el castillo de Secastilla
y la ermita de San Valero escribí algunas líneas en el artículo “El castillo de
Muñones”, publicado en este mismo suplemento hace algunos meses.
El
PR-HU77 continúa hasta llegar a un collado con buenas vistas desde donde se
inicia una pronunciada bajada hasta el barranco de La Selva. Tras cruzarlo,
iniciaremos otra fuerte subida en una zona que, haciendo honor a su nombre,
presenta mucha vegetación. Destaca en este tramo del camino la presencia de madroños,
llamados “alborzeras” en aragonés. Después de un ligero descenso llegaremos a
una pista desde donde veremos en lo alto la peña de San Martín y, enseguida, el
pueblo de Puy de Cinca al que nos dirigimos. En el camino de descenso,
tomaremos un sendero que discurre en paralelo a la derecha de la pista. Un poco
antes de llegar a Puy de Cinca, veremos a nuestra izquierda la ermita de San
Pedro, para algunos de San José, construcción popular del siglo XVII con no
demasiado interés arquitectónico.
Puy
de Cinca -Puizinca en el habla de la
zona- es una localidad que quedó
despoblada a finales de los años sesenta del pasado siglo XX como consecuencia
de la construcción del pantano de El Grado. Contaba entonces con alrededor de
150 habitantes y en la segunda mitad del siglo XIX llegó a tener más de 200.
Situada a orillas del citado embalse que represa las aguas del Cinca, pertenece
al municipio ribagorzano de Secastilla, en el que también se incluyen los
núcleos de Ubiergo, Torreciudad, Boltorina y la Aldea de Puy de Cinca.
Lo
más llamativo de Puy de Cinca es su magnífica iglesia parroquial dedicada a San
Esteban, cuyas ruinas nos reciben nada más entrar en el pueblo. Se trata de un gran
edificio, hoy en avanzado estado de ruina, que debió de tener mucho porte cuando
estuvo en su esplendor. Es de planta rectangular con tres naves separadas por
pilares. De su origen románico conserva la nave central con bóveda de cañón y su
ábside orientado al este. Los añadidos son de los siglos XVI y XVIII. De este último
siglo es la monumental portada neoclásica orientada a occidente. Una gran
grieta, que hace años que amenaza con partirla por la mitad abriéndola como una
granada, recorre de arriba abajo la espléndida torre cuadrangular de la
iglesia.
Sobre
Puy de Cinca escribió Manuel Benito un magnífico y completísimo trabajo
titulado “Rescate etnográfico en zonas despobladas: Puy de Cinca”, publicado en
1982, en el nº 24 de la revista Argensola. En él se hace referencia, entre
otras muchas cosas, a la existencia en el pueblo de algunas grandes casas, como
Casa Blanco y Casa Vidal, una herrería y dos molinos, uno harinero y otro de
aceite, datado éste en 1818.
Además
de la citada ermita de San Pedro, hay en las afueras de Puy de Cinca tres
ermitas más: la de Santa Agueda, parecida a la de San Pedro, aunque fechada en
el siglo XVIII; la de San Martín, situada muy lejos del pueblo en lo alto de la
sierra a la que da nombre; y la de Nuestra Señora del Romeral, la más
interesante de todas desde el punto de vista arquitectónico. La ermita del
Romeral es un edificio híbrido que conserva el ábside románico del siglo XII
unido a una gran planta de cruz latina construida probablemente en el siglo
XVI.
El
PR-HU77 nos ha permitido realizar una atractiva excursión entre Secastilla y
Puy de Cinca, dos poblaciones históricamente importantes a las que los tiempos
recientes han deparado suertes muy distintas.
Carlos
Bravo Suárez
Artículo publicado en Diario del Alto Aragón.
Imágenes: Iglesia de Secastilla (dos fotos), cerro y restos del castiello (dos fotos), ermita de San Valero (dos fotos), Puy De cinca, ermita de San Pedro (dos fotos), iglesia de Puy de Cinca (exterior -dos fotos- e interior) y ermita de Nuestra Señora del Romeral (interior y exterior).
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