domingo, 29 de julio de 2012

DESEO, EXCESOS Y CULPABILIDAD




          
Un buen chico. Javier Gutiérrez. Mondadori. 2012. 140 páginas.

Un buen chico es una novela realmente sorprendente, impactante, hipnótica desde su primera página y crecientemente perturbadora para el lector a medida que éste avanza en su lectura. Javier Gutiérrez (Madrid, 1974), que ya había publicado antes un par de novelas premiadas en editoriales pequeñas, se revela con este libro  –acertada apuesta de la editorial Mondadori–  como un  valor emergente de la narrativa española contemporánea.

Un buen chico, de manera extraña y poco frecuente pero con magníficos resultados literarios, está narrada en segunda persona. El narrador se dirige directamente a Rubén Polo, un chico de buena familia que en los años noventa formó un grupo de rock con sus amigos Chino, Nacho y Blanca. Al éxito musical del grupo se añadieron excesos en el consumo de drogas y pastillas que llevaron a sus componentes a situaciones violentas e inconfesables, que supusieron finalmente su separación y marcaron para siempre su futuro.

La historia comienza con el encuentro casual entre Polo y Blanca en una céntrica calle madrileña, diez años después de la disolución del grupo musical con el que vivieron, en aquella añorada década de los noventa, extraordinarios momentos tanto en lo bueno como en lo malo. Aunque ambos intentan olvidar ese pasado, éste gravita inevitablemente sobre ellos persiguiéndolos de una manera implacable.  

Aunque, así resumido, el argumento puede parecer algo tópico y acaso de una novela juvenil, el tratamiento literario que Javier Gutiérrez da a la historia la convierte en una narración intensa y de enorme fuerza, que cautiva y atrapa al lector, casi hasta la angustia, prácticamente desde su inicio hasta la última página.

Un buen chico está narrada a través de múltiples conversaciones y pensamientos, con sucesivos saltos temporales en varios escenarios simultáneos, sin acotaciones que indiquen los personajes que intervienen o el momento en que suceden los hechos, de manera enormemente ágil y dinámica, como un recurso que engancha directamente al lector que, sin tener que perder tiempo en referencias espaciales y temporales innecesarias, reconoce cada acción y a cada personaje por su propio discurso.

Sin caer en ningún momento en pretensiones moralistas, la novela cuenta las consecuencias nocivas que determinados excesos juveniles pueden tener posteriormente, y cómo no todos sufren de la misma manera esos efectos. Sin duda Polo, que puede huir a Estados Unidos y trabajar después en el banco de su padre del que tanto había renegado, sale, a pesar de todo, mucho mejor parado que el desvalido, frágil e indefenso Nacho. Y no doy más pistas para no estropear al lector el completo disfrute de esta impactante novela, a cuyo autor habrá que seguir con la mayor atención en el futuro.

Carlos Bravo Suárez

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