lunes, 25 de febrero de 2008

DE SANTALIESTRA A GRAUS POR LA ORILLA DERECHA DEL RÍO ÉSERA

Cuando circulamos por la carretera que une Benasque con Graus, en su último tramo, desde Santaliestra a la capital ribagorzana, al otro lado de la calzada, en la margen derecha del río Ésera, quedan unos cuantos lugares de interés que vamos a reseñar en este articulo.

Empieza nuestro recorrido un poco antes de llegar al pueblo de Santaliestra, en el túnel que se encuentra justo antes de entrar en la localidad. Desde el pequeño tramo de la antigua carretera que lo sortea, asciende un ancho camino que, en escasos cinco minutos, nos lleva a la ermita de Nuestra Señora de la Piedad. Se halla esta construcción religiosa a la derecha de la carretera, pero -como única excepción a los lugares que citaremos en este artículo- en la margen izquierda del río Ésera, que describe en este punto una pronunciada curva. Se trata de una pequeña ermita, posiblemente capilla de un antiguo castillo que se elevaba en el lugar. Es de estilo románico, con ábside encarado a oriente, interior encalado, muro lateral perpendicular a la iglesia con doble espadaña que serviría de campanario y difícil datación, tal vez del siglo XI en su origen. Las vistas de la curva en arco descrita por el río son hermosas desde lo alto del cerro en que se encuentra la ermita.

Atravesando el pueblo de Santaliestra y, descendiendo hasta el río por la fuente, puede cruzarse el Ésera por un curioso y llamativo puente colgante de maderas y sirgas que, con un balanceo inquietante pero sin peligro aparente, permite pasar a la orilla derecha del río. Allí podemos tomar una pista -ideal para recorrer en bicicleta- que transcurre paralela al río y lleva a las localidades de Besians y Perarrúa, pudiéndose continuar, con más altibajos, desde esta población hasta la carretera que lleva a Torre de Obato, casi hasta la entrada a esta pequeña localidad. Desde este último tramo, algo antes de concluirlo, sale otra pista que, tras corta pero muy empinada cuesta, lleva a la pequeña y cuidada ermita de San Sebastián, cuya característica más llamativa es una carrasca que parece brotar de su tejado, y donde anualmente concurren en romería vecinos de varios pueblos del contorno.

Los citados pueblos de Besians y Perarrúa, ambos en la orilla derecha del Ésera y constitutivos de municipio propio, conservan dos preciosos puentes románicos sobre el río que durante siglos permitieron el paso de éste sobre sus viejas piedras. Hoy, dicho paso, desde la carretera, se hace por dos puentes modernos, desde los que puede admirarse, en paralelo, la belleza de los medievales. Ambos son pueblos que tienen su origen en la parte alta de la ladera fluvial, en lugares elevados más apropiados para su defensa, y que descenderían junto a la orilla cuando ésta ya se hiciera innecesaria. A la salida de Besians, podemos tomar una pista en buen estado que en poco tiempo nos lleva al Besians viejo, conocido como La Vila, donde podemos admirar los restos de la iglesia románica de San Juan Bautista. De planta rectangular, con un precioso ábside semicircular y gruesas paredes, conserva una pequeña cripta bajo el altar a la que se puede acceder desde una escalera que parte del muro septentrional. La iglesia, cuyo ábside es bien visible desde la carretera, podría tal vez fecharse a principios del siglo XII.

Desde Besians se puede tomar una pista -también, a tramos, un sendero- que conduce al pueblo deshabitado de Caballera , y desde allí, a la salida del pueblo y con riesgo de equivocarse, otra en peor estado que nos lleva a los restos de San Martín de Caballera. Es éste un lugar sorprendente: antiguo monasterio de Esvu, con categoría de priorato, ha languidecido durante largo tiempo en un triste abandono, del que Manuel Iglesias se lamentaba amargamente en sus libros. Por fin sus restos han sido restaurados en fechas recientes. Sin techumbre, han sido consolidados su precioso ábside y sus dos muros laterales. Por cinco escalones se asciende al altar, en el hemiciclo del ábside. Pero la joya de la iglesia es, sin duda, la pequeña cripta, a la que se desciende por una escalera desde una pequeña puerta de arco de medio punto, pegada al muro norte. Queda repartida en tres diminutas naves por sus cuatro columnas de tosca construcción, con capiteles lisos, algunas restauradas y otras reconstruidas debido a su desaparición por el expolio sufrido en sus años de abandono. El lugar se encuentra casi enfrente, al otro lado del río, de la comentada ermita de la Piedad de Santaliestra, municipio al que pertenecen tanto el monasterio como el núcleo de Caballera y desde donde subía un antiguo camino que, según algunos vecinos del lugar me han comentado, se halla prácticamente borrado por su falta de uso.

Desde Perarrúa -pueblo con encanto que parece reposar junto al río, con torre de iglesia parroquial de aires mudéjares y ermita románica dedicada a la Virgen de la Ribera dentro de su cementerio-, asciende también una pista, a tramos con sendero paralelo, que en fuerte pendiente conduce al antiguo pueblo del Mon de Perarrúa y a los restos de su magnífico castillo, cuya silueta, elevada sobre escarpado roquedo, puede contemplarse desde la carretera. También consolidados sus restos en fechas recientes, se trata de una impresionante torre circular -por lo que de ella queda, parece haber tenido forma tronco-cónica- que sería uno de los importantes castillos de la frontera medieval entre árabes y cristianos. Iglesias Costa considera musulmán su origen, pero ya a principios del siglo XI pertenecía al rey navarro Sancho el Mayor, a la sazón también dueño de Ribagorza, y fue uno de los castillos principales en la línea defensiva cristiana con el monarca Ramiro I. A los recientes trabajos de consolidación, se ha añadido la colocación de un panel explicativo y de una plataforma que permite recorrer su contorno y disfrutar de unas maravillosas vistas sobre el río Ésera y su valle. De menor interés y posterior -del siglo XVI- es la ermita de San Clemente, que se eleva también sobre el precipicio y que conserva, aunque con riesgo de deterioro inmediato, la residencia del antiguo ermitaño. Desde el Mon de Perarrúa, hay una pista -con un tramo inicial de sendero en el que hay un pequeño y antiguo puente de gran encanto- que pasa junto al despoblado lugar de Arués y lleva hasta el pequeño pueblo de Ejep, al que luego nos referiremos.

Si continuamos nuestro recorrido hacia el sur, por la carretera principal y en paralelo al río, y habiendo dejado a derecha e izquierda respectivamente las pequeñas poblaciones de Las Ventas de Santa Lucía y Torre de Ésera, llegamos a un puente, conocido como puente de La Lanera, que atraviesa el río y lleva la calzada a su margen derecha. De la curva de salida de dicho puente parte una carretera que conduce a Panillo primero y a Troncedo y al valle de La Fueva después. A los pocos metros, y a la derecha, arranca otra pequeña carretera que conduce a las pequeñas localidades de Torre de Obato y Ejep. Es Torre de Obato una población con solera, así lo indican sus grandes casas de piedra, muchas de ellas blasonadas, y las noticias históricas que destacan la condición de infanzones de sus habitantes. Destacan entre todas ellas las de Carllán y Sopena, unidas por paso elevado. Su iglesia parroquial de San Pedro es de origen románico, algo estropeada como tantas por varios añadidos posteriores. Sorprendente es la cruz de término de piedra que hay junto a la iglesia, con cinco toscas caras de rasgos románicos -ojos grandes y nariz y boca de trazo simple- sobre las que se eleva una cruz de gran belleza, con la Virgen y el niño por un lado y Jesús crucificado por el otro. Siguiendo esa estrecha carretera, llegamos a Ejep, con iglesia también dedicada a San Pedro restaurada recientemente. El lugar, elevado y aireado, tiene hermosas vistas y desde él parte una pista, de reciente construcción y en perfecto estado -ideal para bicicleta de montaña- que tras pasar por la casa Sosas y el templo budista Dag Shang Kagyu, lugar exótico en la zona y a la vez remanso de paz y tranquilidad, conecta, poco después de pasado el pueblo de Panillo, con la carretera antes mencionada que lleva al valle de la Fueva. Si seguimos subiendo por ella, llegaremos a la ermita de la Virgen de la Collada y desde allí, por una pista a la izquierda, al GR-1 o sendero histórico, que lleva a Graus pasando por Grustán. Muy próximos se hallan los restos del antiguo castillo de Panillo y de la iglesia románica de Santa Engracia. El castillo es de torre principal cilíndrica y de importancia estratégica indudable, y la iglesia, muy arruinada, románica, tal vez del siglo XII. Las vistas desde el lugar, en la divisoria de los valles del Ésera y del Cinca, son extraordinarias.

Descendiendo por la mencionada carretera de Panillo, pasamos por dicho pueblo y, antes de volver a la carretera principal, por una pista que arranca por la derecha, llegamos al despoblado de Puycremá. Se trata de una aldea de dos casas, situada sobre un montículo en cuya cima se halla la ermita de Santa Clara, bonita, aunque algo rústica, construcción románica, con espadaña de doble ojo. Tal vez construida en los siglos XII o XII. Desde el cerro de Puycremá, la panorámica del río Ésera, de los pequeños pueblos de ese tramo del valle y de Graus con el pantano de Barason al fondo, produce una intensa sensación de belleza y calma.

Volvemos a la carretera principal y, ya en la entrada de Graus, casi frente al camping de Regrustán, arranca una pista, balizada con señales rojas y blancas por tratarse del GR-1, que lleva al lugar deshabitado de Grustán. Sobre la mitad de la subida, indicado y con las mismas señales rojiblancas, parte un camino, a la izquierda de la pista, que conduce a la ermita de San Miguel, conocida en la zona como Los Templarios, bastante en ruinas pero con muros y ábside románico de considerable grosor. Si volvemos a la pista, ascendiendo llegaremos, en poco tiempo, al referido Grustán, verdadera fortaleza natural, con la sorprendente iglesia románica de Santa María de la Peña, algo separada del conjunto del pueblo. Se trata de una construcción de factura impecable, con gruesas piedras en sillería perfectamente alineada, llamativa escalera de caracol de acceso a la torre y muestra indudable de la importancia histórica de la población. También desde aquí las vistas son amplias y magníficas.

Desandamos, en sentido descendente, lo andado, volvemos a la carretera y llegamos a Graus, fin de nuestro recorrido. No tenemos espacio aquí para extendernos en los múltiples atractivos del lugar, que merece una inexcusable parada que permita gozar sin prisa de todos sus encantos.

Hemos visto cómo al otro lado de la carretera A-139, casi siempre recorrida con excesivas prisas, hay lugares de interés que asoman a nuestro paso apresurado y merecen sin duda una visita sosegada.

NOTA: Utilizo para los lugares la toponimia castellana que en el habla ribagorzana local cambia, sólo en los casos citados, a Perarruga, Ixep, Torrobato y Argüés. "Mon" es forma que viene de "mont" (monte) con cierta presencia en la zona: Mon de Perarrúa, Mon de Roda o La Puebla (o Poblla) del Mon.

Carlos Bravo Suárez

(Fotos: Restos del monasterio de Caballera, calle principal de Santaliestra, puente de Besians, puente de Perarrúa, castillo de Panillo o de Pano, templo budista Dag Shang Kagyu con Panillo al fondo e iglesia de Grustán))

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