sábado, 23 de febrero de 2008

LA FACETA LITERARIA DE JOAQUÍN MAURÍN

Aunque Joaquín Maurín es conocido sobre todo por su actividad política, fue sin duda un hombre polifacético. Nacido en 1896 en la localidad ribagorzana de Bonansa -en la casa Navarri-, inició estudios eclesiásticos -que pronto abandonó- en el seminario de Barbastro, fue maestro en Lérida y desarrolló desde muy joven una intensa actividad política en Cataluña como militante de organizaciones izquierdistas y obreras. Sufrió dos años de cárcel durante la dictadura de Primo de Rivera y luego se exilió en París, donde, en 1927, se casó con Jeanne, con quien tuvo al año siguiente a su único hijo Mario. De vuelta a España, creó el Bloque Obrero y Campesino y, en 1935, junto a Andreu Nin, fundó el POUM, partido de orientación trotskista del que fue elegido secretario general. La sublevación militar del 18 de julio de 1936 lo sorprendió en Galicia; intentó huir a Francia pero fue detenido en Jaca por falta de papeles identificatorios. Estuvo un año en la prisión de dicha ciudad sin que llegara a ser reconocido. Puesto en libertad, cuando estaba muy cerca de pasar la frontera fue identificado por un policía barcelonés en las proximidades de Panticosa. Permaneció en la cárcel hasta 1947 en que fue liberado, al parecer por la intercesión de un primo lejano suyo, Ramón Iglesias, en aquel momento comandante-jefe de los capellanes castrenses del ejército de Franco y más tarde obispo de Urgel y copríncipe de Andorra. Se exilió en Nueva York, donde residió hasta su muerte en 1973. Sus cenizas fueron trasladadas en el verano de 1981 al cementerio de su Bonansa natal.(1)

Como autor de textos políticos, además de sus muchos artículos periodísticos, escribió los libros "Los hombres de la dictadura" (1930), "La revolución española" (1932) y "Hacia la segunda revolución" (1935); estos dos últimos refundidos en 1966 con el título de "Revolución y contrarrevolución en España". Por otro lado, en 1974, un año después de su muerte, se publicó en México "En las prisiones de Franco", donde se relata de manera bastante novelada su experiencia carcelaria durante la dictadura.

En su exilio neoyorquino creó la American Literary Agency (A.L.A.), empresa unipersonal en la que Maurín lo hacía todo. Utilizaba un nombre distinto en ocasiones el apellido materno Juliá para cada actividad, dando así la impresión de que en la agencia trabajaban varias personas. La agencia distribuía artículos de escritores de habla hispana para la prensa de toda Hipanoamérica y en ella colaboraron autores como los mejicanos Alfonso Reyes y José Vasconcelos, el colombiano Germán Arciniegas, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el venezolano Arturo Uslar Pietri o aunque durante poco tiempo el chileno Pablo Neruda. También lo hicieron autores españoles como Ramón Gómez de la Serna, Salvador de Madariaga, Luis Araquistáin o Ramón J. Sender. El propio Joaquín Maurín, siempre usando algún seudónimo, escribía también artículos en la agencia que le permitió salir adelante en los primeros y difíciles años de su exilio estadounidense. De esta manera contribuyó a mejorar la precaria situación económica de algunos de los escritores colaboradores: así lo admitió en una carta Ramón Gómez de la Serna al reconocer que "gracias a ALA no me he muerto de hambre en Buenos Aires".

Con uno de estos colaboradores, el también oscense Ramón J. Sender, mantuvo una estrecha, sólida y duradera amistad. Fruto de la misma fue una abundante relación epistolar que se prolongó desde 1952 hasta 1973 y que ha sido publicada en libro por Francisco Caudet (2). Además, el personaje de Julio Bazán  "un teórico importante, un organizador, un hombre culto", que aparece al final de la novela de Sender "Crónica del alba", está inspirado en Joaquín Maurín. Se relata, en un largo capítulo, su estancia en la prisión de Casalmunia (Jaca), donde permanece con el nombre falso de Luis Alberto Guinart, y se hace alusión al hecho real de que en la zona republicana se considerara muerto a Bazán / Maurín y se le tributaran homenajes póstumos.(3)

Pero, además de las actividades mencionadas, Maurín cultivó también la creación literaria y recientemente, en la colección Larumbe de clásicos aragoneses,  han sido editados por vez primera en nuestro país dos de sus libros: la larga novela "Algol "-en magnífica edición de la grausina Anabel Bonsón- y las dos obritas breves, unidas en un único libro, "May. Rapsodia infantil" y "¡Miau! Historia del gatito Misceláneo", escritas para su hijo Mario, que muchos años después prologa su edición. Son dos libros muy distintos que casi sólo tienen en común haber sido escritos por Maurín durante su larga estancia en la cárcel.(4)

"Algol" es una extensa novela de más de 600 páginas, dividida en tres partes de similar extensión  "La juventud de Luis Algol", "Diez años después" y "El misterio del Museo del Prado", en la que Maurín, junto a muchos elementos autobiográficos presentes sobre todo en la primera parte del libro y muy bien indicados en las notas a pie de página por Anabel Bonsón, vierte toda su erudición y expone opiniones diversas sobre una amplia variedad de temas. El libro narra la vida de Luis Algol -que muy pronto pasa a ser llamado Diego- desde su infancia en Miralba hasta su muerte en los inicios de la Guerra Civil española. Sus primeros años transcurren en Miralba, pequeña aldea en las montañas que se identifica claramente con Bonansa. Miralba es presentada a lo largo de toda la novela como un lugar idealizado, una especie de arcadia feliz, donde transcurrieron los días dichosos de la infancia y adonde el protagonista vuelve siempre en busca de una pureza impoluta, a la que estorba cualquier cambio que modifique el recuerdo de un pasado convertido en sacralizada edad de oro. Algol deja su pastoril aldea para estudiar en el seminario de Peñabermeja, que parece corresponderse con Barbastro, donde pronto descubre su falta de vocación religiosa. Abandonado el seminario, va a estudiar Bachillerato a Villacampa, que es fácilmente identificable  -su catedral, su calle mayor, sus nuevas avenidas- con  la ciudad de Lérida. Allí empieza a destacar por su rebeldía y espíritu reivindicativo y vive la intensidad del primer amor con Maribel, cuyos padres impiden la continuidad de la relación.

En Barcelona -ya citada por su nombre-, realiza estudios universitarios y conoce los ambientes obreros y burgueses de la ciudad, descritos con ironía y humor caricaturesco en algunas de las páginas más divertidas del libro. Allí conoce también a un personaje clave en la novela: Sebastián Picornel, excéntrico y singular profesor, que será, hasta su suicidio, maestro y consejero de un Algol en fase de maduración y cambios. Las conversaciones entre ambos son pretexto para verter opiniones sobre los temas más variados desde que el protagonista acude por primera vez al profesor en busca de orientación profesional y encuentra en éste a un iconoclasta que cambiará su sentimiento y percepción del mundo y de la vida.

Se traslada luego Algol a Madrid, donde frecuenta la tertulia del café de Fornos y empieza a ser conocido en los ambientes políticos, artísticos y literarios, sobre todo tras la publicación en libro, "Las dos Españas", de su tesis doctoral. En la capital conoce a Carmen, esposa de Faustino López Toro, ministro de Bellas Artes. Algol mantiene relaciones con ella y, conocidas éstas por el marido, éste le concede una beca para que viaje por Europa y Estados Unidos y alejarlo así de su mujer, pues su mayor preocupación es asegurarse la paternidad de los hijos que desea tener con su esposa. Algol acepta la invitación y abandona España por un largo periodo de diez años.

La segunda parte de la novela se inicia con su vuelta a nuestro país, que ahora le parece más sucio y atrasado que antes. Viaja a su Miralba natal en busca de las puras sensaciones de la infancia y luego a Villacampa, donde se reencuentra con Maribel, que ha enviudado cinco veces, y conoce a su hija homónima con quien surge una mutua atracción. Entre tanto, se produce el suicidio de Picornell, quien le lega sus obras completas y sobre quien Algol pronuncia una disparatada y provocadora conferencia que constituye un humorístico elogio de la nariz. Este hecho suscita una enorme controversia, pero le proporciona una gran fama y le facilita ser nombrado director del museo del Prado.

La tercera parte de la obra adquiere un tono diferente con el curioso enredo -urdido por la tendencia humorística y comediante de Algol- que se produce con la desaparición de varios cuadros de la pinacoteca madrileña. Aclarado el embrollo, y tras su paso por la cárcel y el manicomio, Algol se casa con Maribel (hija) y vive una luna de miel en el extranjero, obligado a escapar de su suegra que acaba de emparejarse con el detective Sparlow, de quien teme ser una nueva víctima. De manera rápida y algo abrupta, la novela termina cuando la pareja de recién casados retorna a España para participar en la guerra civil: él como conductor de ambulancias y ella como enfermera del ejército republicano. Un bombardeo acaba con la vida de ambos en los primeros días de la contienda.

Además de escribir, Maurín aprovechó su estancia en la cárcel para leer con voracidad. Sus muchas y variadas lecturas, unidas a su formación anterior, le proporcionaron una amplia cultura y una sólida erudición que se ponen de manifiesto a veces, tal vez en exceso en su larga novela "Algol". Es evidente que leyó a los autores del 98, y en la primera parte de la novela uno cree encontrar abundantes ecos de autores como Unamuno o Baroja. Pero Maurín pretende superar el pesimismo de esos escritores, convirtiendo en cómico su nietzchiano sentimiento trágico de la vida y trastocando en "amor y comedia" el "amor y pedagogía" unamunianos. Cuando parece que Algol y Picornel van a ser una copia de Andrés Hurtado y su tío Iturrioz en "El árbol de la ciencia" de Pío Baroja, ambos deciden girar hacia el humor, la comedia, la provocación y la astracanada, y darle así la vuelta al pesimismo noventayochista.

"May" y "Miau" son dos breves relatos dedicados a su hijo Mario; ambos escritos en la cárcel para combatir la nostalgia y dar salida a la ternura y la añoranza que sentía por su pequeño. El primero explica con enorme cariño los primeros años de la criatura y toma su título de la manera como el niño pronunciaba su nombre: "Mayo", que queda abreviado en "May". El segundo explica una corta historia de un gatito y está inspirado en el hecho real de la existencia del pequeño felino en la cárcel de Jaca cuando Maurín estaba preso durante el año 1937.

En resumen, la relación de Joaquín Maurín con la literatura se produce en diversos planos: como ávido lector, como personaje literario en una de las mejores novelas de Sender, como creador de una agencia literaria con la que se gana la vida en el exilio, y, de manera nada despreciable, como escritor de ficción y autor de una novela que puede ahora ser conocida gracias a su publicación en la meritoria colección Larumbe de clásicos aragoneses.

NOTAS:
(1) Pueden consultarse al menos dos biografías de Maurín: "Joaquín Maurín. El impulso moral de hacer política". Anabel Bonsón, Huesca ,1995 y "Joaquín Maurín y su tiempo". Luis Rourera Farré. Editorial Claret. Barcelona, 1992.
(2) "Correspondencia Ramón J. Sender - Joaquín Maurín (1952-1973")., Francisco Caudet, Ediciones de la Torre, Madrid, 1995.
(3) "Crónica del alba", Ramón J. Sender, Alianza Editorial, Madrd, 1971,Tomo 3, Págs 373 a 585.
(4)"Algol". Joaquín Maurín Edición de Anabel Bonsón. Larumbe Clásicos aragoneses, IEA 2003. "May. Rapsodia infantil" y "¡Miau! Historia del gatito Misceláneo". Larumbe Clásicos aragoneses, IEA, 1999.

Carlos Bravo Suárez

Artículo publicado en Diario del Alto Aragón.

Fotos: Joaquín Maurín y la fachada de la casa Navarri, casa natal del político y escritor en Bonansa (Huesca)

2 comentarios:

Escoliasta dijo...

La figura y la persona de Maurín me merecen un enorme respeto. Acaso representa la única izquierda española (el único español de izquierdas) de entre la "casta política" republicana. Hubo de corregir las duras adherencias trotskistas de Andrés Nin y desde Nueva York su perfil se realzó paulatinamente pese a su buscada oscuridad.
De la correspondencia con Sender sale un hombre de una pieza, frente al que Sender deja ver sus tristes vanidades de mero intelectual. Por lo demás, lo cierto es que no es de gran interés.
Sus textos teóricos valen lo que valgan sus cimientos marxistas clásicos, a mi juicio nada, pero España trasciende su marxismo y su literatura y le sitúa en un terreno singular. ¿Qué diría J. Maurín de esta España autonomista y de este PSOE hacia el que se orientó desde los años 50?

carlos bravo suarez dijo...

Gracias por tu comentario.Comparto, en parte, tus reflexiones y tampoco tengo respuesta para tu pregunta final.