Recientemente ha sido reeditada por la modesta editorial Virus la novela “O.P. (Orden Público)”, de Ramón J. Sender. Su primera edición se produjo en 1931 en la madrileña editorial Cenit, cuando la Segunda República acababa de ser proclamada en España. Diez años después, en 1941, la novela se reeditó en Méjico, país en el que Sender se había exiliado tras la Guerra Civil española. Desde entonces no había vuelto a ver la luz y se había convertido, probablemente, en una de las obras menos conocidas del prolífico novelista oscense.
Varias obras escritas por Sender durante el convulso periodo de los primeros años treinta han vuelto a ser editadas en los últimos tiempos. Es el caso de “Imán” (1930), “Siete domingos rojos” (1932) o “Casas Viejas” (1933), todas ellas publicadas por el Instituto de Estudios Altoaragoneses en su colección Larumbe. A esta recuperación reciente de parte de la narrativa más política y social de Sender puede añadirse “Los siete libros de Ariadna” (1957), que supone en buena medida un verdadero ajuste de cuentas del escritor aragonés con sus viejos camaradas comunistas, a quienes se había acercado en los años de la Guerra Civil y de quienes renegó durante el resto de su vida.
La reciente edición de “O.P.” cuenta con una presentación, breve pero clara y certera, a cargo de José María Salguero Rodríguez, autor de diversos trabajos sobre el escritor de Chalamera, entre los que cabe destacar “El primer Sender”, publicado en cuatro partes por la revista oscense “Alacet” entre los años 1995 y 1998. Tras la presentación de Salguero, el libro incluye también el interesante prefacio escrito por el propio Sender para la edición mejicana de 1941.
La novela “O.P.” se sitúa dentro de la etapa anarquista de Sender, quien tras su vuelta del servicio militar fue simpatizando cada vez más con el movimiento libertario. En 1930, Sender abandona el diario liberal “El Sol” para ser redactor-corresponsal en Madrid del periódico barcelonés “Solidaridad obrera”, la famosa e influyente “Soli”, órgano oficial de la Confederación Nacional del Trabajo. Dentro del anarquismo español existían entonces dos corrientes diferenciadas: la individualista, más próxima a la FAI, y la sindicalista de la CNT, considerada más posibilista y eficaz. El novelista altoaragonés se situó al principio en la primera de estas tendencias, pero fue desplazándose con el tiempo hacia la segunda. A partir de 1934, desilusionado por la desorganización y la esterilidad de la estrategia libertaria, Sender se aproximó al Partido Comunista, del que, como hemos dicho, se alejó definitivamente durante la Guerra Civil. En su exilio americano siempre renegó del estalinismo y de su breve experiencia comunista, pero, pese a la paulatina evolución del escritor hacia posiciones más conservadoras y apolíticas, nunca hizo lo propio con el anarquismo y su pasado libertario.
En su prólogo a la edición mejicana de “O.P.” de 1941, Sender, al referirse a la situación de la década 1926-1936 que concluyó con la tragedia de la Guerra Civil, reconoce que “los errores de aquel tiempo dejan sobre todos nosotros una responsabilidad grave y los aciertos, si los hubo, una tímida gloria”. Se muestra alejado de los análisis y conclusiones que sobre España hacen los llamados “hombres políticos” y afirma con rotundidad que “no era ni soy hombre de partido”. Y al referirse a las conclusiones que puedan extraerse de ese pasado escribe estas bellas palabras, que suenan modernas y definen en parte sus nuevas posiciones: “¿Quién de vosotros las tiene? El que las crea tener que levante el brazo. Ese que lo levanta lleva en la bocamanga una insignia de partido o un distintivo de lacayo. Nada de eso nos interesa. Hablamos del brazo desnudo. Los arroyos pasan por nosotros, como los campos de espigas, como el aire de los espacios, sin producir en nuestro físico más que una armonía que le empuja a seguir buscando con más eficacia el agua, las espigas y el aire fresco”. Sin embargo, unas líneas antes ha dejado claro que “aunque a veces busque la soledad y la cele y la cuide”, no es ya posible en los tiempos que corren vivir aislado en una torre de marfil.
Como “Imán”, “Siete domingos rojos” o “Viaje a la aldea del crimen”, “O.P.” está inspirada en unos hechos reales y se mezclan en ella lo autobiográfico y la ficción. La novela recrea literariamente la estancia de Sender, que tenía entonces 26 años, en la Cárcel Modelo de Madrid durante el mes de septiembre y los primeros días de octubre de 1926, acusado de conspirar contra la Dictadura del general Primo de Rivera. En su condición de periodista del diario “El Sol”, se vio implicado en un conflicto que estalló entre el cuerpo de Artillería y el dictador por discrepancias insalvables sobre el sistema de ascensos. Para los oficiales artilleros estos debían basarse únicamente en criterios de antigüedad, mientras que el general en el poder defendía unos criterios de calidad que podían fácilmente convertirse en arbitrarios.
Muchos de los personajes que aparecen en la novela están sin duda extraídos de la realidad y de la experiencia carcelaria de su autor. En una entrevista televisiva con el periodista Joaquín Soler Serrano en 1976, Sender se refería a la existencia real de uno de los tipos que aparecen en la novela: el guitarrista flamenco “El Tripa”, que acompañaba en sus actuaciones a la famosa bailaora Pastora Imperio. También recordaba el novelista altoaragonés su situación de privilegio en la cárcel: “La Asociación de la Prensa me mandaba comida del restaurante Molinero que era el más caro de Madrid, tomaba baños de sol en el patio y aprendí muchas cosas de sociología rebelde”. La cárcel fue para él como estar “en un sanatorio de lujo” y, al parecer, llegó a engordar cuatro kilos en su breve estancia de poco más de un mes. Las gestiones realizadas ante Primo de Rivera por sus compañeros periodistas aceleraron su puesta en libertad, que se produjo a principios de octubre de 1926.
“O.P.” es una novela con escasa trama. En ella se da una mezcla entre la creación lírica y la denuncia política de una represión que el sistema ejercía sin contemplaciones sobre los individuos que luchaban contra él, a menudo también con métodos violentos. Las tesis políticas defendidas por Sender son radicales desde una perspectiva actual y, como se ha dicho, están muy próximas al anarquismo o casi del todo identificadas con él. Late también en la novela un claro anticlericalismo, que puede observarse en la mayor simpatía con que se trata a un anarquista que está preso por matar a un cardenal que a los llamados presos burgueses, abogados o banqueros estafadores y corruptos. Como en las otras novelas de este periodo que se han citado antes, Sender nos muestra una sociedad marcada por la lucha de clases, dogma casi incuestionable para buena parte de la izquierda y también para los anarquistas en aquel momento convulso y políticamente fanatizado que caminaba inexorablemente hacia la Guerra Civil. Es casi imprescindible transcribir el siguiente párrafo de la novela que muestra a las claras los pronósticos y deseos de Sender y de los anarquistas para el futuro inmediato del país: “Tres vueltas a España. La primera dejará al país republicano radical, en la segunda quedará España ultraconservadora. En la tercera - a la tercera va la vencida - alcanzará su decisiva y genuina faz: Confederación Sindical Ibérica. Entonces será un país de trabajadores, rico, próspero, culto”. Casi suenan a profecía las dos primeras etapas, pero la tercera vino a desmentir trágicamente los sueños de utopía, que una vez más acabaron en terrible pesadilla.
Todos los personajes de la novela aparecen siempre nombrados por sus apodos. El protagonista del relato, si no lo es la propia cárcel y el conjunto coral de sus inquilinos, es el llamado Periodista, trasunto claro del joven Sender. El Periodista - que en un momento recibe la visita de su madre procedente de la aldea - es un preso que disfruta de ciertos privilegios; dispone de dinero y gracias a ello los guardianes le hacen favores especiales, como permitirle tomar duchas. Por las páginas de la novela desfila, de manera rápida y casi siempre superficial, toda una galería de presos de diferente tipo y condición. Hay un claro interés en destacar la represión que se ejerce sobre ellos, que culmina tras la visita del obispo a la prisión, motivo de una protesta de los reclusos y de duras represalias posteriores, y con la muerte por torturas continuadas del preso apodado “El Chavea”. Se cita en la novela, sólo con sus iniciales, al temido represor del anarquismo Martínez Anido, impulsor de la llamada “ley de fugas” y ministro de Gobernación con Primo de Rivera y más tarde en el primer gobierno de Franco.
Otro personaje que aparece a lo largo de toda la novela, y que pretende aportar a ésta un cierto tono lírico, es el Viento. Constituye una personificación que actúa, de manera algo tópica, como símbolo de la necesidad permanente de libertad. Su presencia es más frecuente en los primeros capítulos del libro, en los que adquiere gran protagonismo y conversa con frecuencia con el Periodista. Al parecer, el personaje procede de un relato que comenzó a escribir Sender en el periódico “La Libertad” y que se tituló “El viento en la Moncloa”.
“O.P.” - una parte de cuyo material, desposeído de su carga política, fue incluido por Sender en su novela posterior “El verdugo afable” (1952) - es una obra menor dentro de la narrativa del escritor altoaragonés. Pese a la brillantez y al ingenio que muestra en muchas de sus páginas, la obra se resiente de una excesiva carga ideológica y partidista, y está muy lejos de la calidad y los grandes logros narrativos de su anterior novela “Imán”, una de las mejores del autor. De todas maneras, su reedición permite conocer un eslabón más de una narrativa densa y prolija y, tal vez por eso, también con frecuentes altibajos y vaivenes. A la vista de la tragedia que desangró a España poco tiempo después, “O.P.” constituye, como otras novelas senderianas de esos años, una clara evidencia de los negros presagios que se avecinaban, y que terminarían con unos sueños que tal vez ya contenían en su seno la pesadilla en la que más tarde se convirtieron.
NOTA: “O.P.”. Ramón J. Sender. Virus Editorial. Barcelona, diciembre de 2007
Carlos Bravo Suárez
(Artículo publicado por el Diario del Alto Aragón el 9 de marzo de 2008)
Varias obras escritas por Sender durante el convulso periodo de los primeros años treinta han vuelto a ser editadas en los últimos tiempos. Es el caso de “Imán” (1930), “Siete domingos rojos” (1932) o “Casas Viejas” (1933), todas ellas publicadas por el Instituto de Estudios Altoaragoneses en su colección Larumbe. A esta recuperación reciente de parte de la narrativa más política y social de Sender puede añadirse “Los siete libros de Ariadna” (1957), que supone en buena medida un verdadero ajuste de cuentas del escritor aragonés con sus viejos camaradas comunistas, a quienes se había acercado en los años de la Guerra Civil y de quienes renegó durante el resto de su vida.
La reciente edición de “O.P.” cuenta con una presentación, breve pero clara y certera, a cargo de José María Salguero Rodríguez, autor de diversos trabajos sobre el escritor de Chalamera, entre los que cabe destacar “El primer Sender”, publicado en cuatro partes por la revista oscense “Alacet” entre los años 1995 y 1998. Tras la presentación de Salguero, el libro incluye también el interesante prefacio escrito por el propio Sender para la edición mejicana de 1941.
La novela “O.P.” se sitúa dentro de la etapa anarquista de Sender, quien tras su vuelta del servicio militar fue simpatizando cada vez más con el movimiento libertario. En 1930, Sender abandona el diario liberal “El Sol” para ser redactor-corresponsal en Madrid del periódico barcelonés “Solidaridad obrera”, la famosa e influyente “Soli”, órgano oficial de la Confederación Nacional del Trabajo. Dentro del anarquismo español existían entonces dos corrientes diferenciadas: la individualista, más próxima a la FAI, y la sindicalista de la CNT, considerada más posibilista y eficaz. El novelista altoaragonés se situó al principio en la primera de estas tendencias, pero fue desplazándose con el tiempo hacia la segunda. A partir de 1934, desilusionado por la desorganización y la esterilidad de la estrategia libertaria, Sender se aproximó al Partido Comunista, del que, como hemos dicho, se alejó definitivamente durante la Guerra Civil. En su exilio americano siempre renegó del estalinismo y de su breve experiencia comunista, pero, pese a la paulatina evolución del escritor hacia posiciones más conservadoras y apolíticas, nunca hizo lo propio con el anarquismo y su pasado libertario.
En su prólogo a la edición mejicana de “O.P.” de 1941, Sender, al referirse a la situación de la década 1926-1936 que concluyó con la tragedia de la Guerra Civil, reconoce que “los errores de aquel tiempo dejan sobre todos nosotros una responsabilidad grave y los aciertos, si los hubo, una tímida gloria”. Se muestra alejado de los análisis y conclusiones que sobre España hacen los llamados “hombres políticos” y afirma con rotundidad que “no era ni soy hombre de partido”. Y al referirse a las conclusiones que puedan extraerse de ese pasado escribe estas bellas palabras, que suenan modernas y definen en parte sus nuevas posiciones: “¿Quién de vosotros las tiene? El que las crea tener que levante el brazo. Ese que lo levanta lleva en la bocamanga una insignia de partido o un distintivo de lacayo. Nada de eso nos interesa. Hablamos del brazo desnudo. Los arroyos pasan por nosotros, como los campos de espigas, como el aire de los espacios, sin producir en nuestro físico más que una armonía que le empuja a seguir buscando con más eficacia el agua, las espigas y el aire fresco”. Sin embargo, unas líneas antes ha dejado claro que “aunque a veces busque la soledad y la cele y la cuide”, no es ya posible en los tiempos que corren vivir aislado en una torre de marfil.
Como “Imán”, “Siete domingos rojos” o “Viaje a la aldea del crimen”, “O.P.” está inspirada en unos hechos reales y se mezclan en ella lo autobiográfico y la ficción. La novela recrea literariamente la estancia de Sender, que tenía entonces 26 años, en la Cárcel Modelo de Madrid durante el mes de septiembre y los primeros días de octubre de 1926, acusado de conspirar contra la Dictadura del general Primo de Rivera. En su condición de periodista del diario “El Sol”, se vio implicado en un conflicto que estalló entre el cuerpo de Artillería y el dictador por discrepancias insalvables sobre el sistema de ascensos. Para los oficiales artilleros estos debían basarse únicamente en criterios de antigüedad, mientras que el general en el poder defendía unos criterios de calidad que podían fácilmente convertirse en arbitrarios.
Muchos de los personajes que aparecen en la novela están sin duda extraídos de la realidad y de la experiencia carcelaria de su autor. En una entrevista televisiva con el periodista Joaquín Soler Serrano en 1976, Sender se refería a la existencia real de uno de los tipos que aparecen en la novela: el guitarrista flamenco “El Tripa”, que acompañaba en sus actuaciones a la famosa bailaora Pastora Imperio. También recordaba el novelista altoaragonés su situación de privilegio en la cárcel: “La Asociación de la Prensa me mandaba comida del restaurante Molinero que era el más caro de Madrid, tomaba baños de sol en el patio y aprendí muchas cosas de sociología rebelde”. La cárcel fue para él como estar “en un sanatorio de lujo” y, al parecer, llegó a engordar cuatro kilos en su breve estancia de poco más de un mes. Las gestiones realizadas ante Primo de Rivera por sus compañeros periodistas aceleraron su puesta en libertad, que se produjo a principios de octubre de 1926.
“O.P.” es una novela con escasa trama. En ella se da una mezcla entre la creación lírica y la denuncia política de una represión que el sistema ejercía sin contemplaciones sobre los individuos que luchaban contra él, a menudo también con métodos violentos. Las tesis políticas defendidas por Sender son radicales desde una perspectiva actual y, como se ha dicho, están muy próximas al anarquismo o casi del todo identificadas con él. Late también en la novela un claro anticlericalismo, que puede observarse en la mayor simpatía con que se trata a un anarquista que está preso por matar a un cardenal que a los llamados presos burgueses, abogados o banqueros estafadores y corruptos. Como en las otras novelas de este periodo que se han citado antes, Sender nos muestra una sociedad marcada por la lucha de clases, dogma casi incuestionable para buena parte de la izquierda y también para los anarquistas en aquel momento convulso y políticamente fanatizado que caminaba inexorablemente hacia la Guerra Civil. Es casi imprescindible transcribir el siguiente párrafo de la novela que muestra a las claras los pronósticos y deseos de Sender y de los anarquistas para el futuro inmediato del país: “Tres vueltas a España. La primera dejará al país republicano radical, en la segunda quedará España ultraconservadora. En la tercera - a la tercera va la vencida - alcanzará su decisiva y genuina faz: Confederación Sindical Ibérica. Entonces será un país de trabajadores, rico, próspero, culto”. Casi suenan a profecía las dos primeras etapas, pero la tercera vino a desmentir trágicamente los sueños de utopía, que una vez más acabaron en terrible pesadilla.
Todos los personajes de la novela aparecen siempre nombrados por sus apodos. El protagonista del relato, si no lo es la propia cárcel y el conjunto coral de sus inquilinos, es el llamado Periodista, trasunto claro del joven Sender. El Periodista - que en un momento recibe la visita de su madre procedente de la aldea - es un preso que disfruta de ciertos privilegios; dispone de dinero y gracias a ello los guardianes le hacen favores especiales, como permitirle tomar duchas. Por las páginas de la novela desfila, de manera rápida y casi siempre superficial, toda una galería de presos de diferente tipo y condición. Hay un claro interés en destacar la represión que se ejerce sobre ellos, que culmina tras la visita del obispo a la prisión, motivo de una protesta de los reclusos y de duras represalias posteriores, y con la muerte por torturas continuadas del preso apodado “El Chavea”. Se cita en la novela, sólo con sus iniciales, al temido represor del anarquismo Martínez Anido, impulsor de la llamada “ley de fugas” y ministro de Gobernación con Primo de Rivera y más tarde en el primer gobierno de Franco.
Otro personaje que aparece a lo largo de toda la novela, y que pretende aportar a ésta un cierto tono lírico, es el Viento. Constituye una personificación que actúa, de manera algo tópica, como símbolo de la necesidad permanente de libertad. Su presencia es más frecuente en los primeros capítulos del libro, en los que adquiere gran protagonismo y conversa con frecuencia con el Periodista. Al parecer, el personaje procede de un relato que comenzó a escribir Sender en el periódico “La Libertad” y que se tituló “El viento en la Moncloa”.
“O.P.” - una parte de cuyo material, desposeído de su carga política, fue incluido por Sender en su novela posterior “El verdugo afable” (1952) - es una obra menor dentro de la narrativa del escritor altoaragonés. Pese a la brillantez y al ingenio que muestra en muchas de sus páginas, la obra se resiente de una excesiva carga ideológica y partidista, y está muy lejos de la calidad y los grandes logros narrativos de su anterior novela “Imán”, una de las mejores del autor. De todas maneras, su reedición permite conocer un eslabón más de una narrativa densa y prolija y, tal vez por eso, también con frecuentes altibajos y vaivenes. A la vista de la tragedia que desangró a España poco tiempo después, “O.P.” constituye, como otras novelas senderianas de esos años, una clara evidencia de los negros presagios que se avecinaban, y que terminarían con unos sueños que tal vez ya contenían en su seno la pesadilla en la que más tarde se convirtieron.
NOTA: “O.P.”. Ramón J. Sender. Virus Editorial. Barcelona, diciembre de 2007
Carlos Bravo Suárez
(Artículo publicado por el Diario del Alto Aragón el 9 de marzo de 2008)