domingo, 27 de diciembre de 2009

EL FIN DE UNA ÉPOCA

El rey de las Dos Sicilias, Andrzej Kusniewicz, Anagrama, 2009, 307 páginas

La editorial Anagrama ha iniciado una nueva colección literaria denominada “Otra vuelta de tuerca”. En ella pretende reeditar algunos “tesoros escondidos” que fueron celebrados en su momento pero que hoy resultan difíciles de encontrar. El título elegido para iniciar la colección no puede ser más acertado. Se trata de El rey de las Dos Sicilias, una extraordinaria novela que el escritor polaco Andrzej Kusniewicz publicó en 1978 y que es considerada por muchos como una de las obras maestras de la literatura centroeuropea del siglo XX.

Andrzej Kusniewicz (1904-1993) pertenecía a una familia aristocrática. En la II Guerra Mundial colaboró activamente con la resistencia francesa, fue detenido por los alemanes y deportado a Mauthausen. Tras la guerra fue durante unos años cónsul polaco en Francia y retornó a su Polonia natal. Allí inició tardíamente su carrera como escritor. Publicó su primer libro de poemas con 52 años y posteriormente varias novelas, entre las que destaca “El rey de las Dos Sicilias”.

La novela está ambientada en las vísperas de la I Guerra Mundial y pone en relación dos hechos casi simultáneos pero de repercusión muy distinta: el asesinato del heredero al trono austro-húngaro en Sarajevo, que desencadenó la Gran Guerra, y el de una joven prostituta y ladronzuela zíngara que aparece misteriosamente muerta junto a una balsa. El principal personaje de la narración es Emil R., un joven vienés de buena familia que se ha enrolado como oficial en El rey de las Dos Sicilias, un regimiento de ulanos del ejército imperial. Emil es un joven ilustrado y culto que, sin embargo, vive atormentado por el sentimiento de culpa producido por la pasión incestuosa que desde niño siente por su hermana Elisabeth.

Con una técnica narrativa que combina la simultaneidad cinematográfica con las confesiones personales de Emil, el autor compone un mosaico magistral de los últimos días del imperio austro-húngaro, que supusieron el desplome definitivo del mundo decimonónico. Conocemos el ambiente del ejército en una pequeña ciudad junto al Danubio, las tabernas y prostíbulos donde los soldados pasan los días previos al conflicto, la variedad de lenguas y culturas que componen el imperio y su ejército, los contrastes sociales que van desde una aristocracia refinada y rica hasta unos gitanos sin otra ocupación que recoger las colillas y las sobras que dejan los militares a su paso.

La novela está escrita en un estilo elaborado y rico, de gran calidad literaria. Se ha situado a Kusniewicz a la altura de algunos de los grandes narradores centroeuropeos como Musil, Roth o Zweig. El rey de las Dos Sicilias pertenece sin duda a ese reducido grupo de novelas que pueden calificarse como obras maestras sin temor a caer en la exageración.

Carlos Bravo Suárez.

sábado, 19 de diciembre de 2009

EN BUSCA DEL PASADO PERDIDO

Calle de las Tiendas Oscuras, Patrick Modiano, Anagrama, 2009, 233 páginas

Varios libros de Patrick Modiano han sido publicados recientemente en nuestro país. Tras el éxito obtenido en 2008 por Un pedigrí, Anagrama ha editado en este año que termina su última novela En el café de la juventud perdida -reseñada en esta sección el pasado verano- y uno de los títulos más famosos del magnífico escritor francés: Calle de las Tiendas Oscuras, que obtuvo el premio Goncourt en 1978 cuando el novelista contaba con tan solo 33 años y que permanecía todavía inédito en España.

Calle de las Tiendas Oscuras contiene ya muchos de los temas preferidos por Modiano y desarrollados en sus obras posteriores: la preocupación por el pasado y su conocimiento siempre fragmentario, la visión poliédrica y plural de los individuos a través de la mirada de los otros, el marasmo urbano de la gran ciudad (siempre París) con personajes solitarios entre miles de vidas insignificantes que se cruzan cada día sin encontrarse, y, aquí también, como en otros textos suyos, la época de la ocupación nazi y el colaboracionismo francés con los alemanes. Una cuestión del pasado reciente de su país que Modiano nunca ha esquivado y ha tratado con valentía y rigor. Ya en sus inicios literarios encontramos su estilo elegante y medido, con su habitual economía de lenguaje y una sobriedad que resulta literariamente eficaz y atractiva.

“No soy nada. Sólo una silueta clara, aquella noche, en la terraza de un café”. Con estas dos frases se inicia Calle de las Tiendas Oscuras, historia narrada en primera persona por un personaje que desconoce su pasado porque sufre amnesia y ha perdido la memoria. Durante años ha trabajado de ayudante de un detective que se apiadó de él y le proporcionó una falsa identidad y una ocupación, y que ahora cierra el negocio y se jubila. El narrador sin memoria se dedica entonces a investigar su pasado a partir de unas escasas pistas. Es una situación paradójica y extraña: la identidad del investigador será el objeto de su propia investigación.

Así el narrador va visitando, primero en París y luego en otros lugares, a diferentes personajes que puedan ayudarlo en su desesperada búsqueda. Y poco a poco va reconstruyendo fragmentos de ese pasado hasta recuperar una parte del mismo y revivir el momento en que sus recuerdos se quebraron.

Una novela magnífica de un autor con un estilo y un mundo propios. Esperemos que, ahora que comienza a ser más conocido y apreciado por los lectores, sus obras sigan editándose con regularidad en nuestro país.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 13 de diciembre de 2009

LA ERMITA DE LA PIEDAD DE SANTALIESTRA

Situada a 15 Km de Graus en dirección al norte, la localidad ribagorzana de Santaliestra extiende su caserío, dividido en varios barrios, en la margen izquierda del río Ésera, entre el cauce del río y la carretera A-139.

La población, acogedora y armoniosa en su conjunto, tiene algunos edificios de interés, como la casa Blasco, con puertas de arco de medio punto y notables dinteles con inscripciones. La iglesia parroquial, del siglo XVI reformada en el XVIII, se encuentra aislada de la población, prácticamente equidistante de sus diversos barrios. Junto al río Ésera hay un agradable rincón, acondicionado no hace mucho, que alberga la fuente, un antiguo lavadero y un puente colgante o “palanca” del siglo XIX, todo ello ilustrado con algunos paneles explicativos.

Santaliestra constituye municipio y su término incluye localidades deshabitadas como La Corona y Caballera. En las afueras de la primera se encuentra la interesante ermita de Santiago, con magníficas vistas sobre el valle. La segunda, habitada temporalmente, conserva, restaurados hace unos años, los interesantes restos del antiguo monasterio de San Martín, situados a unos cuatro kilómetros del pueblo y a los que se accede por una pista en no muy buen estado (algo más de media hora andando desde el pueblo). Según algunos, este lugar correspondería al monasterio medieval de Esvu que se cita en algunos documentos históricos. Otros, sin embargo, sitúan este antiguo cenobio en el lugar donde hoy se levanta la ermita de San Saturnino, a poca distancia del despoblado de Aguilar, en la actualidad perteneciente al municipio de Graus. San Martín de Caballera y San Saturnino de Aguilar se encuentran casi uno frente al otro, en dos puntos elevados en las márgenes opuestas, derecha e izquierda respectivamente, del río Ésera.

Entre ambos lugares se sitúa la ermita románica de la Piedad, a la que nos vamos a referir aquí con algo más de detenimiento. La Piedad se encuentra a unos dos kilómetros del núcleo urbano de Santaliestra. Para llegar a ella hay que seguir la carretera A-139 en dirección norte hasta la entrada de un túnel, a un kilómetro y medio de la población. A la izquierda de la boca sur de dicho túnel tomamos la antigua carretera y enseguida, a unos cien metros, continuamos, también a la izquierda, por una pequeña pista que luego se convierte en camino escalonado, con peldaños de troncos y barandilla de madera, que en diez minutos nos lleva a la ermita. Ésta fue restaurada en el año 2005, quedando más visible y despejado todo su contorno en una pequeña y limpia explanada que se sitúa en lo alto de un cerro, rodeado prácticamente en la mitad de su base por el río Ésera, cuyo cauce traza en este punto una pronunciada curva. Desde el lugar, que ofrece bonitas vistas, se controla cualquier posible paso por el valle en una u otra dirección.

La ermita es de una sola nave de planta rectangular, con bóveda de cañón y ábside semicircular orientado canónicamente al este. El edificio original parece haber sido bastante transformado. Sobre todo por su parte occidental, donde quedan los muros de una dependencia anexa. También parece haber sido sucesivamente elevado sobre su nivel inicial. En la última restauración se ha recuperado la puerta primitiva de acceso al interior de la ermita, de arco de medio punto, que se abre en el muro meridional con dos pequeños escalones. Antes de esta acertada reforma, la puerta de entrada se hallaba en la fachada de la ermita situada a poniente.

El edificio está construido en mampostería y sillarejo, con uso de piedra toba en algunos puntos. Los sillares son regulares y se disponen en hileras bien alineadas. Las paredes exteriores de la ermita son prácticamente lisas. Sólo una ventana de doble derrame y arco apuntado se abre en la mitad del ábside y otra más pequeña en la fachada orientada al sur.

El elemento más destacado y original de la ermita de la Piedad es sin duda el campanario con doble espadaña que, curiosamente y de manera muy poco frecuente, se levanta casi con independencia del edificio, en perpendicular a su fachada meridional. Tiene dos ventanas de arco de medio punto para las campanas y una puerta, también de medio punto, que permite atravesar su muro a ras de suelo.

La ermita pertenece a un estilo románico popular cuya primera construcción tal vez pueda remontarse al siglo XI o incluso antes, si bien buena parte del edificio que nos ha llegado corresponda probablemente a los siglos XII o XIII. Es muy posible que ésta fuera la primera iglesia del lugar dedicada a San Quílez y que más tarde adquiriera su denominación actual.

A unos metros de la ermita, hacia el este, se observan los restos de algunos muros que podrían corresponder al antiguo castillo de Santaliestra. La existencia de un castillo en la localidad aparece documentada en la Colección Diplomática de Obarra en el año 1020. Es bastante probable que dicha fortificación se encontrara donde hoy se levanta la ermita de la Piedad, y que ésta fuera en su origen una construcción religiosa de tipo castrense integrada en el conjunto defensivo.

La zona en que se sitúa la ermita tuvo gran importancia estratégica en los tiempos medievales de frontera. Según algunas hipótesis, el caudillo árabe al-Malik pasó por Esvu y Santaliestra en su devastadora expedición de castigo o razzia que lo llevó hasta Roda y Obarra en el año1006.

Para terminar diré que, según he podido leer en algunas publicaciones catalanas, como “Catalunya romànica” (Enciclopedia catalana, 1996), se conserva en Barcelona, en la colección privada Gòdia, una talla de madera policromada denominada “Mare de Déu de Santaliestra” que podría proceder de la ermita de la Piedad. Es una imagen sedente de la Virgen, en la que parece faltar el niño que estaría sentado en sus rodillas, y que podría datar de finales del siglo XII o principios del XIII.

La ermita de la Piedad de Santaliestra se encuentra entre las muchas construcciones medievales que proliferan en la comarca altoaragonesa de la Ribagorza. Su acceso bien acondicionado y las reformas realizadas en los últimos años en el edificio y su entorno hacen más fácil y disfrutable su visita.

Carlos Bravo Suárez

(Fotos: Ermita de la Piedad en la actualidad y antes de su restauración y panorámica de Santaliestra)

(Artículo publicado en Diario del Alto Aragón, 13 -12 - 2009)

sábado, 12 de diciembre de 2009

CRÓNICA DE UNA TRANSFORMACIÓN

La tierra retirada, Merçè Ibarz, Editorial Minúscula, 2009, 117 páginas

Merçè Ibarz es una escritora nacida en la localidad oscense de Zaidín, o Saidí, como se denomina en el habla de la zona, que vive en Barcelona y escribe en lengua catalana. En este idioma publicó en 1993 un pequeño pero magnífico libro sobre las transformaciones que han sufrido su pueblo y su comarca desde el final de la década de los sesenta hasta el inicio de los años noventa del pasado siglo XX. La tierra retirada, más que una novela, es una sugerente crónica personal, escrita con voluntad literaria y alguna intención crítica, sobre esas tierras del Bajo Cinca, donde la cultura aragonesa y la catalana se encuentran y, de manera natural, se entrecruzan y mezclan.

Saidí, así se sigue denominando en la traducción castellana del libro, es una población de origen árabe que se benefició, como toda la comarca, de la construcción del canal de Aragón y Cataluña a principios del siglo XX. Merçè Ibarz es hija de agricultores. En el pueblo pasó su infancia y su adolescencia. Luego fue a estudiar a Lérida y más tarde a Barcelona. Desde esta ciudad en plena fiebre olímpica, recuerda en primera persona, sin nostalgias ni sentimentalismos, la metamorfosis que la agricultura de su pueblo sufrió en los veinticinco años que abarca su libro. Cómo su padre arrancó los olivos que su abuelo había trabajado con ahínco y cómo el cultivo de la fruta acabó imponiéndose a todos los demás. La autora escribe sobre las subvenciones en el campo, los extraños vaivenes del mercado de la fruta, la llegada de inmigrantes para su recogida y los primeros brotes de racismo, el cambio del papel de la mujer en la nueva sociedad rural. Rememora la matanza del cerdo en cada casa y la construcción de granjas para las nuevas demandas del consumo. Observa con emoción y lirismo el paisaje y su transformación, los caminos, las carreteras, el urbanismo creciente y salvaje. Constata los cambios producidos en el ocio: el magnífico cine de su pueblo que tuvo que acabar cerrando, las fiestas mayores y sus bailes, las peñas al aire libre. Hasta llegar a las grandes discotecas. En especial, la Florida de Fraga, donde los jóvenes de los pueblos vecinos se juntan siempre en el mismo lugar de un macroespacio que recuerda el decorado de la película West Side Story.

Hay entrañables recuerdos familiares: la relación de la escritora con su hermano que se quedó en el pueblo, alguna discusión con su padre, los muchos familiares muertos en accidente de tractor. El estilo es sobrio, de frases cortas, con tendencia a un cierto lirismo y con ambición literaria y escritura convincente. Un pequeño libro que encierra todo un microcosmos, un mundo que en tan solo un cuarto de siglo experimentó una transformación vertiginosa.

Carlos Bravo Suárez

sábado, 5 de diciembre de 2009

UNA CHICA AMERICANA

Al pie de la escalera, Lorrie Moore, Seix Barral, 2009, 427 páginas

La escritora estadounidense Lorrie Moore (1957) obtuvo en 1998 un gran éxito de crítica y público con su libro de relatos Pájaros de América. Tras más de una década de silencio acaba de publicar Al pie de la escalera, su primera novela larga. Aunque con algunos altibajos, el libro constituye una interesante y atractiva narración sobre algunos aspectos de la compleja sociedad norteamericana actual.

El relato está narrado en primera persona por Tassie Keltjin, una joven de veinte años que estudia en la universidad de una pequeña ciudad del Medio Oeste, y abarca el periodo comprendido entre las navidades del año 2001 y las del 2002, poco después del 11-S y justo antes de la invasión militar de Irak. Tassie es hija de una familia de campesinos que cultiva hortalizas para vender a algunos restaurantes. La joven, para ayudarse a costear sus estudios, acepta trabajar como canguro cuidando a una niña mulata que acaba de ser adoptada por una familia blanca, en cuyo pasado hay un terrible suceso que Tassie y los lectores no conocerán hasta casi el final de la novela.

Al pie de la escalera muestra muchos aspectos de la vida de la clase media norteamericana en dos pequeñas ciudades muy próximas del interior de Estados Unidos: el pueblo natal de Tassie, donde viven sus padres y ella pasa las vacaciones ayudando en las tareas del campo, y la ciudad en la que estudia y comparte piso con una amiga. La joven vivirá una intensa relación amorosa con un compañero de Universidad, supuestamente brasileño pero que resulta ser un fanático integrista musulmán. Los recientes sucesos ocurridos en una base militar de Texas dan mayor actualidad y verosimilitud a este personaje. Por otro lado, el hermano de Tassie, campechano pero mal estudiante y vitalmente desorientado, acaba enrolándose en el ejército y siendo enviado a Afganistán. Podemos observar también en la novela la pervivencia de algunos problemas raciales, incluso en una ciudad supuestamente progresista y de mayoritario voto demócrata.

Todo ello, en un estilo muy personal, con un tono finamente irónico y continuas muestras de humor e ingenio, que seguramente pierden parte de su fuerza al ser traducidas del inglés.

Lorrie Moore sigue con brillantez y espíritu crítico la estela de algunos grandes narradores de su país, como el veterano Philip Roth o el recientemente desaparecido John Updike, que tan magníficamente han descrito la complejidad de la sociedad estadounidense contemporánea.

Carlos Bravo Suárez