Las relaciones paterno-filiales suelen ser a menudo difíciles y complejas. Marcos Giralt Torrente, uno de los valores más en alza de la nueva literatura española, narra en su última novela, Tiempo de vida, la turbulenta relación mantenida con su padre, el pintor Juan Giralt, desde los años de su infancia hasta la muerte de éste en 2OO7.
Aunque la figura del padre había aparecido en otras narraciones suyas, en esta novela el autor cuenta al desnudo y, según confiesa, con absoluta ausencia de ficción, la gran influencia que su progenitor ejerció sobre él y los altibajos que los vínculos personales entre ambos sufrieron a lo largo de su vida. Y lo hace en primera persona, en un lenguaje directo y cortante, con un tono intimista, confesional y sincero, venciendo literariamente y a modo de exorcismo personal el pudor a mostrar las interioridades familiares en público.
Pueden distinguirse tal vez dos planos en la narración de "Tiempo de vida". Por un lado, el relato cronológico y ordenado de las vivencias compartidas por ambos personajes: desde la falta de atención y el abandono de las obligaciones familiares que el hijo recrimina a su progenitor durante la primera parte de la novela, hasta el intensivo cuidado filial y la estrecha aproximación mutua de los últimos años a consecuencia de la enfermedad que mina sin remedio la salud del padre.
Por otro lado, hay en la novela una reflexión del autor sobre las causas que lo han llevado a escribir el libro y sobre su propio proceso de elaboración. Aunque los hechos narrados sean reales y confesadamente autobiográficos, no estamos ante una autobiografía al uso, ni ante la biografía del padre muerto, sino ante una novela. En ella no se utilizan nombres propios y, si bien padre e hijo son claramente los personajes principales, hay algunos secundarios y poco tangenciales, como la madre del escritor o “la amiga que el padre conoció en Brasil”. Esta última desempeña en cierto modo y a los ojos del hijo el papel de la mala de la película.
El estilo es muy fluido, de frases breves y ritmo rápido y cortante, con uso frecuente, tal vez en exceso, de paralelismos anafóricos que repiten la misma palabra al inicio de varias frases. consecutivas El autor consigue, eso sí, trascender el caso particular y propio para dotar a su novela de una cierta categoría universal: la de las frecuentemente complejas relaciones entre los padres y los hijos en cualquier época y sociedad. En esta ocasión, en el marco temporal de la España que va desde los años setenta del pasado siglo XX hasta la actualidad y entre dos creadores marcados por sus fuertes personalidades y sus importantes inquietudes culturales y artísticas. Podría decirse, como balance final del relato, que, a pesar de las desavenencias y los reproches de un tiempo de sus vidas, la fuerza de la sangre acaba imponiéndose y cerrando las profundas heridas abiertas en el pasado.
Carlos Bravo Suárez