Ramón J. Sender escribió mucho a lo largo de su vida. Sobre todo, novelas y artículos periodísticos. Pero también cultivó otros géneros literarios. Entre ellos el ensayo. El año de su muerte, 1982, se publicó en España Álbum de radiografías secretas, en Destino, su editorial de siempre. El libro fue un encargo de su editor José Vergés, quien creía interesante que Sender escribiera sobre algunas de las personas que había conocido en los diferentes lugares en que vivió. Por diversos motivos, la obra no tuvo entonces una buena acogida. Ahora Tropo Editores la rescata en una magnífica edición, con breve y espléndido prólogo del especialista senderiano José Domingo Dueñas Lorente.
Por las 500 páginas del libro desfilan multitud de personajes. Unos famosos y otros no tanto. La escritora francesa Simone Weil es quien recibe mayores alabanzas. Sender la conoció en Barcelona durante la Guerra Civil. “Tenía aquella mujer un don sobrenatural de renuncia a todas las tentaciones del bienestar, de la vanidad y del amor y una aptitud excepcional para ver la entraña de las cosas, de los seres y de los acontecimientos”. También muy favorable es la opinión sobre Picasso, que ocupa el último capítulo del libro. Todo lo contrario ocurre con Hemingway, de quien Sender ya había escrito en Nocturno de los 14, libro sobre suicidas que va a cumplir cuarenta años y que quizás merecería una reedición: “Yo no hice buenas migas con Hemingway tal vez porque no tomaba, como él, la literatura por el lado deportivo, ni crematístico”. Hay opiniones literarias que quizás sorprendan a lectores de hoy: “Al fin, el tiempo sitúa a cada uno en su lugar y el de Neruda es y será el de un poeta menor, discípulo politizado del gran Rubén”. Por el contrario se destaca a “los verdaderos poetas líricos, y los místicos de cualquier iglesia, aunque a veces, creo que los verdaderos no tienen Iglesia alguna y han sido mirados con recelo y escama siempre por todas ellas”.
Aparecen algunos otros grandes nombres de la literatura universal. Como Albert Camus, “un mestizo iluminado” al que se dedica un capítulo. O Louis-Ferdinand Céline. El relato de la visita que Sender en compañía de un amigo hizo al escritor francés y sus opiniones sobre el autor de Viaje al fin de la noche son para mí una de las mejores “radiografías” del libro que nos ocupa.
Entre los políticos, las mejores opiniones se las llevan algunos anarquistas, sobre todo el sindicalista Cipriano Mera. Conocemos también a unos cuantos exiliados rusos en Estados Unidos. Y a algunas ricas damas norteamericanas, amigas de nuestro autor, que compiten entre sí en gastar en acontecimientos culturales una parte de sus fortunas.
Sender desgrana en el libro interesantes opiniones sobre temas literarios, políticos, sociales, sexuales e incluso astronómicos. Siempre con su prosa espléndida, fácil y fluida. En fin, Álbum de radiografías secretas se lee con amenidad y agrado y nos ayuda a conocer mejor al más importante de los escritores altoaragoneses.
Álbum de radiografías secretas, Ramón J. Sender, Tropo editores, 2008
Carlos Bravo Suárez
Por las 500 páginas del libro desfilan multitud de personajes. Unos famosos y otros no tanto. La escritora francesa Simone Weil es quien recibe mayores alabanzas. Sender la conoció en Barcelona durante la Guerra Civil. “Tenía aquella mujer un don sobrenatural de renuncia a todas las tentaciones del bienestar, de la vanidad y del amor y una aptitud excepcional para ver la entraña de las cosas, de los seres y de los acontecimientos”. También muy favorable es la opinión sobre Picasso, que ocupa el último capítulo del libro. Todo lo contrario ocurre con Hemingway, de quien Sender ya había escrito en Nocturno de los 14, libro sobre suicidas que va a cumplir cuarenta años y que quizás merecería una reedición: “Yo no hice buenas migas con Hemingway tal vez porque no tomaba, como él, la literatura por el lado deportivo, ni crematístico”. Hay opiniones literarias que quizás sorprendan a lectores de hoy: “Al fin, el tiempo sitúa a cada uno en su lugar y el de Neruda es y será el de un poeta menor, discípulo politizado del gran Rubén”. Por el contrario se destaca a “los verdaderos poetas líricos, y los místicos de cualquier iglesia, aunque a veces, creo que los verdaderos no tienen Iglesia alguna y han sido mirados con recelo y escama siempre por todas ellas”.
Aparecen algunos otros grandes nombres de la literatura universal. Como Albert Camus, “un mestizo iluminado” al que se dedica un capítulo. O Louis-Ferdinand Céline. El relato de la visita que Sender en compañía de un amigo hizo al escritor francés y sus opiniones sobre el autor de Viaje al fin de la noche son para mí una de las mejores “radiografías” del libro que nos ocupa.
Entre los políticos, las mejores opiniones se las llevan algunos anarquistas, sobre todo el sindicalista Cipriano Mera. Conocemos también a unos cuantos exiliados rusos en Estados Unidos. Y a algunas ricas damas norteamericanas, amigas de nuestro autor, que compiten entre sí en gastar en acontecimientos culturales una parte de sus fortunas.
Sender desgrana en el libro interesantes opiniones sobre temas literarios, políticos, sociales, sexuales e incluso astronómicos. Siempre con su prosa espléndida, fácil y fluida. En fin, Álbum de radiografías secretas se lee con amenidad y agrado y nos ayuda a conocer mejor al más importante de los escritores altoaragoneses.
Álbum de radiografías secretas, Ramón J. Sender, Tropo editores, 2008
Carlos Bravo Suárez