domingo, 28 de abril de 2013

TODO SE DESVANECE


                                          

Todo lo que era sólido. Antonio Muñoz Molina. Seix Barral. 2013. 256 páginas.

“Todo lo que era sólido se desvanece en el aire”. Esta frase, que resume en buena medida lo ocurrido en nuestro país en los últimos años, aparece en las primeras páginas del último libro de Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956), un referente de la literatura española de las últimas décadas que ha procurado mantener siempre una línea independiente y honesta, al margen de las modas y de las corrientes protectoras de las que no siempre es fácil diferenciarse en una cultura tan gregaria como la española.

Después de su extensa novela La noche de los tiempos, reseñada aquí a principios de 2010, y de la reedición de sus cuentos en Nada del otro mundo, el escritor y articulista andaluz ha publicado a principios de este año “Todo lo que era sólido”, un brillante ensayo sobre la crisis que vive en la actualidad la sociedad española y algunas de las causas que la han motivado.

Todo lo que era sólido mezcla opiniones, datos e informaciones sacadas de las hemerotecas, recuerdos y experiencias vividas por el autor y algunas propuestas para encarar mejor un futuro que no parece ahora mismo demasiado halagüeño. Muñoz Molina dedica un buen número de páginas de su libro a describir y analizar los años de delirio de nuevos ricos que hemos vivido en España antes de la presente crisis. El despilfarro sin control, el afán de aparentar, las obras faraónicas y desmesuradas, los sueños de grandeza de muchos de nuestros dirigentes, la especulación inmobiliaria sin freno, la destrucción del paisaje y del medio ambiente, la corrupción en todos los sectores, la falta de preparación de muchos políticos que han hecho de la política su única profesión y su modo de vida y que ya no pueden ni saben dedicarse a otra cosa y han convertido a los partidos en verdaderas agencias de colocación de los suyos.

A ese certero análisis de la crisis actual, se añaden muchos recuerdos del pasado y de las experiencias vividas por el escritor. Su infancia en un mundo rural que se hundió en pocos años tras siglos de existencia casi inalterada, sus años de estudiante en el final de franquismo y el inicio de la transición, el asesinato de Carrero Blanco, la muerte de Franco, el 23-F. También hay referencias a las culturas de otros países a las que compara en lo bueno y en lo malo con la nuestra. Sobre todo, la estadounidense, y más en concreto la neoyorquina, por los años vividos como director del Instituto Cervantes en esta ciudad. Incluso en las últimas páginas hay algunas descripciones y referencias a Ámsterdam, donde Muñoz Molina terminó el libro que nos ocupa en una reciente estancia cultural en la capital holandesa.

En fin, en Todo lo que era sólido se mezclan muchas cosas desde una óptica siempre personal y subjetiva. La de un escritor que, además de utilizar con rigor y maestría nuestro idioma, muestra siempre una independencia irreductible. Algo muy de agradecer en los tiempos que corren.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 21 de abril de 2013

AMOR Y FATALIDAD


                                              
El juego serio. Hjalmar Söderberg. Ediciones Alfabia. 2013. 316 páginas.

El juego serio es la obra cumbre de Hjalmar Söderberg (Estocolmo, 1869 – Copenhague, 1941) y uno de los grandes clásicos de la novela sueca del siglo XX. Aunque pueda parecer extraño, este libro, que vio la luz en Suecia en 1912, permanecía aún inédito en España hasta su reciente publicación por Ediciones Alfabia, que ya había publicado el pasado año Doctor Glas, la anterior novela de este escritor escandinavo muy poco conocido en nuestro país. Söderberg es también autor de la obra teatral Gertrud, de la que el gran director danés Carl Theodor Dreyer hizo una espléndida adaptación cinematográfica en 1965.

Según explica Elena Balzamo en su prólogo, El juego serio es en cierta medida una obra autobiográfica, que Söderberg habría escrito después de vivir una intensa experiencia amorosa que acabó con su matrimonio y le llevó al exilio danés del que ya no iba a regresar. El protagonista del libro es Arvid Stjiärnbloom, un joven  procedente del campo que llega a Estocolmo con la intención de abrirse camino en la ciudad. En ella conoce a Lydia Stylle, de la que se enamora y es correspondido. Arvid desea esperar a que su situación económica mejore para poder unir sus vidas. Sin embargo, Lydia se casa con un hombre muy rico y mucho mayor que ella y él acaba haciéndolo también con una chica que le quiere pero a la que él no ama verdaderamente. Cuando esa situación parece consolidada, Lydia reaparece en la vida de Arvid reavivándose la pasión entre ambos.

Aunque El juego serio es sobre todo una novela romántica, la historia está narrada en un estilo sobrio y conciso que huye de la grandilocuencia y del excesivo sentimentalismo. Las escenas están descritas con brevedad y de una manera muy realista y directa. La obra explora con gran fuerza el mundo de las pasiones y los vaivenes del amor desde una perspectiva fatalista y próxima al determinismo. Aunque tiene todavía mucho de la novela decimonónica y encontramos algunas similitudes con Balzac o Flaubert,  el narrador omnisciente presenta aquí un papel más limitado y las descripciones son breves y funcionales, dejando que los personajes se expresen siempre por sí mismos.

Además de la relación entre Arvid y Lydia, la novela da un cierto protagonismo a la ciudad de Estocolmo, donde transcurre casi por completo, y contextualiza históricamente el relato con alusiones a acontecimientos del momento, como el caso Dreyfus, las tensiones entre Suecia y Noruega, la guerra entre España y Estados Unidos, el conflicto ruso-japonés o las discusiones teológicas de la sociedad sueca de la época.

El juego serio es una novela exquisita, con el sabor de los grandes relatos y de la mejor literatura clásica. Tal vez esta cita del autor sea la mejor manera de intentar resumirla:”Creo en el deseo de la carne y en la soledad del espíritu”. Ese es el fatal destino de la relación entre Arvid y Lydia que tan magistralmente contó Hjalmar Söderberg hace prácticamente un siglo.

Carlos Bravo Suárez
           

domingo, 14 de abril de 2013

EL SENTIDO DE UN FINAL



El sentido de un final. Julian Barnes. Anagrama. 2012. 192 páginas.

Julian Barnes (Leicester, 1946) es uno de los escritores británicos más prestigiosos de la actualidad. Se dio a conocer internacionalmente en 1985 con su novela El loro de Flaubert, a la que siguieron otros libros de un alto nivel literario. Con su último relato, El sentido de un final, publicado en España a finales del pasado año, ganó el premio Booker, el más importante galardón de la letras anglosajonas del que Barnes ya había sido finalista en varias ocasiones.

El sentido de un final es una novela corta pero densa, que trata sobre los recovecos y las trampas que nos tiende con frecuencia la memoria. Dividida en dos partes de casi la misma extensión, el relato está narrado en primera persona por Tony Webster, un sesentón acomodadamente jubilado, separado de su mujer y con una hija treintañera con la que se lleva soportablemente bien. En la primera parte del libro,  Tony recuerda sus años de adolescente en el instituto y la amistad con dos amigos inseparables a los que se añadió el recién llegado Adrian, que destaca por su gran inteligencia y su aguda capacidad de análisis. Tony Webster rememora también en esas páginas su noviazgo con Veronica, quien, tras haberlo presentado a su familia, acabó dejándolo por su nuevo amigo Adrián.

En la segunda parte, el narrador recibe, después de muchos años, una extraña herencia de la madre de aquella antigua novia de juventud. Este hecho le hará volver sobre el pasado y descubrir en él cosas que ignoraba. No se puede desvelar aquí nada más del argumento de está novela, cuyo sorprendente desenlace no conocerá del todo el lector hasta llegar literalmente a la última línea del libro.

Con una brillante estructura literaria, Julian Barnes construye un espléndido relato que, además de presentar algunas pinceladas de la sociedad británica, se adentra en el laberíntico mundo de la memoria y de los recuerdos de juventud y el paso del tiempo. Porque, como dice el narrador al principio de su historia, “el placer o el dolor más nimio bastan para enseñarnos la maleabilidad del tiempo; algunas emociones lo aceleran, otras lo enlentecen; de vez en cuando parece que no fluye, hasta el punto final en que desaparece de verdad y nunca vuelve”. Y, sin duda, la memoria falsea con frecuencia nuestro pasado y puede ser fuente, incluso muchos años más tarde, de angustias y desasosiegos ya  inesperados.

Julian Barnes ha escrito una magnífica novela, una pequeña joya literaria, que al llegar a la última página obliga al lector a volver atrás para buscar aquel momento anterior que permite explicar del todo la historia que el narrador nos ha estado contando.

Carlos Bravo Suárez

domingo, 7 de abril de 2013

AMERICANA



 Americana. Don DeLillo. Seix Barral. 2013. 505 páginas.

Hace unas semanas escribí en esta sección una breve reseña de El ángel Esmeralda, el libro de cuentos de Don DeLillo publicado a finales del pasado año en España. Terminaba aquellas líneas diciendo que los lectores del autor estadounidense estábamos de enhorabuena porque en los inicios de este 2013 se acababa de editar en nuestro país Americana, la primera novela de la larga y brillante carrera literaria de DeLillo.

Americana apareció en Estados Unidos en el año 1971. Del libro había una edición española de 1999 que es la que ahora recupera Seix Barral en su labor de difusión de la obra del novelista neoyorquino, cuyo nombre suena como posible candidato en las futuras ediciones del Premio Nobel.

Americana es una opera prima inusual por su calidad y su fuerza literaria. Un libro de más de quinientas páginas en las que DeLillo se revela como un escritor diferente, con una prosa que oscila entre el realismo y lo poético y un universo literario singular y propio, con muchas referencias al mundo de la imagen, al cine clásico y, en menor medida, a la música americana contemporánea.

David Bell es un joven de 28 años, rico, guapo y exitoso, que trabaja para una cadena de televisión en la ciudad de Nueva York y lleva una intensa vida social entre fiestas, sexo rápido e intrigas laborales. Su proyecto de rodar un documental con los indios navajos de Arizona será la excusa que le permita alejarse de esa vida rutinaria e insustancial de triunfador urbano. Con varios amigos, David inicia un viaje por Estados Unidos en el que va rodando una larga película personal sin ningún guión previo y con los personajes que se encuentra en el camino como actores improvisados.

Americana no es un libro de lectura fácil en todas sus páginas. Hay que situar la novela en su contexto histórico: con la guerra de Vietnam, el movimiento hippie y la psicodelia y la fiebre de muchos jóvenes americanos por recorrer el país en auto-stop. Tiempos en los que se pone de moda En el camino, una novela escrita dos décadas antes con la que Americana tiene algunas cosas en común, aunque los enfoques de Kerouac y DeLillo sean muy diferentes. El viaje de David Bell es en el fondo y en buena medida un viaje interior y de desprendimiento. Así lo expresa el propio narrador cuando escribe que va “en busca del reflejo de las sombras de mi imagen y de mi identidad”.

El libro es también el inicio del largo trayecto literario de un escritor que, ya cercano a los ochenta, aún parece tener la lucidez y energías suficientes para entregarnos a sus lectores algunos buenos libros más.

Carlos Bravo Suárez