“El
adversario”. Emmanuel Carrère. Anagrama, Panorama de Narrativas
(2000) y Anagrama Compactos (2013, 214 y 2015). 176 páginas.
El pasado año reseñé aquí “El
Reino”, el último y aclamado libro de Emmanuel Carrère (París,
1957). En él, el escritor francés hacía referencia, entre otras
obras suyas anteriores, a “El adversario”, cuya edición original
española data del año 2000, pero que Anagrama ha reeditado por tres
veces en los años 2013, 2014 y 2015 en su Colección Compactos de
bolsillo. De “El adversario” se hizo también en Francia una
película, dirigida por Nicole García en 2002. Como, a pesar de su
éxito y repercusión, todavía no había leído el libro, lo he
hecho recientemente en la última edición compacta de Anagrama, con
traducción del francés de Jaime Zulaika, y su lectura me ha
resultado de lo más intensa y absorbente. Un libro realmente
impactante y, sin duda, y desde todos los puntos de vista, muy
recomendable.
Como ocurre en otros libros suyos, “El
adversario” no es una obra de ficción y no puede por tanto
considerarse estrictamente como una novela. El libro tiene como punto
de partida unos terribles y espeluznantes hechos reales. El 9 de
enero de 1993, Jean-Claude Romand mató primero a su mujer y a sus
dos hijos en su propia casa y, después, a sus padres en la casa de
estos. Volvió más tarde a su hogar familiar y, tras permanecer un
rato en presencia de los tres cadáveres, prendió fuego al edificio
con él en su interior. Aunque sufrió algunas quemaduras de
importancia, Romand sobrevivió al incendio, confesó su crimen y fue
juzgado y posteriormente condenado a cadena perpetua. Se descubrió
que desde su juventud era un mentiroso compulsivo y un impostor.
Todos, incluida su mujer y sus padres, lo creían un importante
médico de la OMS en su sede de Ginebra. Con argucias, y debido a la
confianza y admiración que despertaba entre los suyos, iba
consiguiendo el dinero suficiente para poder llevar una vida acorde
con el supuesto alto estatus profesional que ostentaba. En los
últimos tiempos, tenía una amante a la que colmaba de caros regalos
y a la que también engañó, usando en su provecho el dinero que
ella le había confiado para lograr un mejor rédito bancario. Cuando
todo estaba a punto de descubrirse, no soportó que su familia
conociera su impostura y la mató con frialdad y alevosía. Su amante
se libró por muy poco de convertirse en otra víctima mortal suya.
Tras conocer el caso por los medios de comunicación, el escritor
Emmanuel Carrère se interesó por el asunto, contactó con Romand y
solicitó y logró entrevistarse con él en la cárcel. De esa
experiencia, contradictoria y extrema, nació “El adversario”.
El libro empieza de manera algo
engañosa dando protagonismo, tras una breve primera página narrada
en primera persona por el propio Carrère, a Luc Ladmiral, uno de los
mejores amigos de Jean-Claude Romand. Ladmiral acaba de descubrir las
muertes atroces de la familia de Romand y tarda un tiempo en entender
y asimilar que su amigo es el responsable de esa incomprensible
barbarie. Tras ese corto capítulo íntegramente en tercera persona,
el propio escritor Emmanuel Carrère recupera la primera persona y
toma el timón de la narración hasta el final del relato.
“El
adversario” deviene así un libro híbrido entre la investigación
de unos hechos monstruosos y el intento de penetración psicológica
en la mente del asesino y en las causas que ocasionaron su espantoso
crimen. Además, es también una crónica de la relación personal
del escritor con el asesino y de la vida que lleva este en la cárcel
tras los crímenes cometidos y la completa impostura que supuso su
vida anterior. Hay momentos en que la personalidad de Romand parece
atraer en exceso a Carrère, que puede dar muestras de caer tal vez
en una inquietante ambigüedad. El verdadero motivo que mueve al
escritor queda explicado, antes de mostrar hacia él su compasión,
en la primera carta que dirige al asesino al inicio del libro: “Me
gustaría que comprendiese que no me dirijo a usted movido por una
curiosidad malsana o por el gusto del sensacionalismo. Lo que usted
ha hecho no es, a mi entender, la obra de un criminal ordinario, ni
tampoco la de un loco, sino la de un hombre empujado hasta el fondo
por fuerzas que le superan, y son esas fuerzas terribles las que yo
desearía mostrar en acción”.
No tengo yo muy claro que esas fuerzas
terribles e incontroladas no fueran otras que las de la impostura y
el querer vivir por encima de sus posibilidades, aprovechándose de
la buena fe que despertaban en los otros sus buenas y cuidadas
maneras. Y que el asesinato de sus familiares, antes de que ellos
descubrieran su mentira, no fuera otra cosa que una enorme cobardía
y una abyecta e imperdonable vileza. Porque no vamos a creer que ese
adversario al que se refiere el título del libro fuera una fuerza
satánica como en algún momento parece insinuar el autor del libro.
En cualquier caso, cada lector extraerá sus propias conclusiones
tras la lectura de una historia cuyo contenido resulta, eso sí,
absolutamente excepcional y escalofriante.
Carlos
Bravo Suárez