Voy a describir aquí el tramo más oriental del GR-1
aragonés, el que une las poblaciones ribagorzanas de Castigaleu y Montañana,
caminando en dirección al este, hasta llegar prácticamente al límite entre las
comunidades de Aragón y Cataluña.
Castigaleu es un pequeño pueblo casi equidistante de
Graus y Benabarre. Desde Graus se accede por carretera pasando por Lascuarre;
desde Benabarre, se llega por Tolva y Luzás. Su construcción más destacada es
la iglesia parroquial de San Martín, de estilo gótico-renacentista. En la parte
baja del pueblo, encontramos la coqueta ermita románica de San Miguel.
Nuestra
excursión comienza en la plaza de Castigaleu, delante de la iglesia, junto a un
panel informativo sobre los senderos de la zona. Por unas escaleras abiertas en
un muro, bajamos a la carretera y la atravesamos para seguir un camino que
desciende hasta el río Cajigar. Aquí se bifurcan el GR-18 y el GR-1 que vienen
juntos desde Luzás. Para seguir el GR-1, debemos cruzar el río que suele llevar
poco caudal y se vadea sin problemas. En la otra orilla, el sendero asciende
entre paredes de piedras –estas y los bosques de robles serán dos constantes de
la excursión– hasta desembocar en una pista que, por la izquierda, se dirige a
las casas en ruinas de la antigua aldea de La Menlla. Antes de llegar a ellas,
en un punto en que las marcas están algo borradas y puede haber confusión, hay
que tomar, a la derecha, otro camino entre muros que asciende hacia un pequeño
collado y baja después al barranco de Subirana. Tras cruzarlo, subimos de nuevo
hasta un campo de labor que bordearemos por su linde norte, a nuestra
izquierda. Enseguida llegaremos a la ermita de San Antonio, perteneciente ya a Monesma. Fue restaurada en
2005, tiene un amplio porche y se encuentra en un lugar muy acogedor junto a
varios robles centenarios.
Desde
la ermita, el camino desciende hasta la carretera que va de Castigaleu a
Monesma y Cajigar. La atravesamos y seguimos bajando unos metros hasta el
barranco de San Antonio, que cruzamos junto a una pequeña cascada. El camino
vuelve a subir y, siempre atentos a las marcas, nos lleva en una media hora
hasta el núcleo despoblado de Las Badías. Las Badías fue la capital
administrativa del disperso municipio de Monesma, un conjunto de pequeñas
aldeas diseminadas por un extenso y hoy despoblado territorio. Pascual Madoz,
en su famoso Diccionario Geográfico de 1850, cifra en treinta y dos su número
de casas en aquel tiempo. Las Badías, además de tres viviendas de vecinos,
albergaba el ayuntamiento o concejo, la escuela, la iglesia parroquial del
siglo XVIII y el cementerio, hoy todavía en uso. El conjunto de edificios forma
una bonita plaza que conserva algunos viejos bancos de piedra, testigos
seguramente de animadas tertulias en otros tiempos.
Salimos
de Las Badías por la carretera que hasta allí accede desde El Noguero y, de
inmediato, a la derecha, tomamos una pista agrícola en cuyo arranque veremos un
panel informativo. No tardamos en desviarnos, a nuestra izquierda, por un
sendero que diagonalmente asciende por la ladera terrosa del desnudo tozal de
Monesma. Al final de la subida, llegamos a El Puyol (1140 m.), aldea de cinco
casas, una de las cuales aún permanece habitada. El actual trazado del GR-1 no
pasa por el castillo de Monesma, pero su visita nos parece obligada. Desde El
Pujol, arranca una pista a la izquierda que en un escaso cuarto de hora nos
conduce a sus restos.
En
lo alto del tozal, a 1232 metros de altitud, encontramos lo poco que se
conserva de lo que fue un recinto amurallado con forma ovalada y orientación
norte-sur. De las paredes que rodeaban la fortaleza, posiblemente levantada en
el siglo XI, sólo quedan algunas piedras caídas. En el extremo sur del recinto,
pueden verse los escasos restos de la torre de vigilancia del castillo. En el
extremo norte, queda una parte del ábside románico de la antigua iglesia
castrense, que probablemente se integraría en el perímetro de la muralla. El
ábside conserva una bonita ventana en su centro. Cerca de los restos de esta
vieja iglesia se levanta la ermita de Santa Valdesca, de construcción muy
posterior.
Para
continuar nuestro recorrido, debemos retornar a El Puyol y desde allí iniciar
el descenso hacia un cruce de caminos donde encontramos un pilaret o peirón.
Desde aquí tomaremos una pista que cruza entre las sierras de Pallaroa y Chiró.
Tras un rato de bajada, llegaremos al antiguo santuario de Nuestra Señora de la
Pallaroa, un conjunto de edificios entre los que destaca la iglesia,
probablemente del siglo XVII, con un atrio con tres arcos que servía de
esconjuradero para la protección de los campos. Junto a la iglesia se conservan
la casa del ermitaño y algunas otras dependencias secundarias. La Pallaroa fue
sin duda en otros tiempos un importante lugar de paso.
Desde
aquí, el camino desciende y bordea por el lado izquierdo un extenso campo de
labor. Siguiendo en dirección al este, veremos sobre un cerro la aldea
despoblada de La Mora de Montañana. Hasta hace un tiempo el GR-1 pasaba junto a
su caserío en ruinas. En la actualidad, el sendero ya no asciende hacia el
poblado, una de cuyas casas ha sido restaurada, sino que bordea el cerro sobre
el que se levanta. Atentos a las señales rojiblancas, llegaremos a un bonito
camino enmarcado por muros de piedras. Encontraremos sucesivos bosques de
robles y pasaremos por varias parideras para el ganado. A nuestra izquierda
veremos el profundo tajo que abre el barranco de San Juan y muy pronto asomará
a lo lejos la magnífica torre de la iglesia románica de Santa María de Baldós.
Después
de muchos años de olvido, Montañana es hoy uno de los lugares más conocidos de
la comarca de la Ribagorza. Se trata sin duda de un extraordinario conjunto
medieval, bien restaurado en fechas recientes y todavía pendiente de nuevas
actuaciones. Nuestra excursión entra en el pueblo por la iglesia de Nuestra
Señora de Baldós y va descendiendo hasta visitar finalmente la ermita de San
Juan, al otro lado del barranco homónimo.
Un detenido paseo por el núcleo medieval de Montañana es un broche de oro para
la excursión que acabamos de proponer.
Desde
Montañana, el GR-1 continúa unos dos kilómetros hasta Puente o Pont de
Montañana, donde cruza la N-230 y pasa a la margen izquierda del río Noguera
Ribagorzana. Ya en Cataluña, continúa hacia el congosto de Monrebei, donde un
nuevo puente permite el paso al lado aragonés y acceder a las famosas pasarelas
que conducen hacia el refugio de Montfalcó.
Datos útiles:
Distancia: alrededor de 17 km. Tiempo: unas cinco horas. Desnivel: Castigaleu
(841 m.) – Las Badías (1.063 m.) – Castillo de Monesma (1232 m.) – Montañana
(550 m.). Itinerario con algunos tramos mal marcados que obligan a extremar la
atención.
Carlos Bravo Suárez
Fotos: Las Badías de Monesma, Castigaleu, Castillo de Monesma, Santa María de Baldós de Montañana -desde el sendero GR-1 que viene de Castigaleu y desde la parte baja de Montañana y Ermita de San Juan de Montañana.
(Artículo publicado hoy -12-6-2014- en el suplemento "Aragón, un país de montañas", de Heraldo de Aragón)