lunes, 26 de diciembre de 2022

EN BUSCA DE PEDRO SAPUTO

José Antonio Adell Castán (Tamarite de Litera, 1955) es uno de los más destacados y prolíficos escritores altoaragoneses actuales. Con una larga trayectoria iniciada a finales de la década de los 80, el escritor literano, que ha recibido importantes premios literarios y ha impartido numerosas conferencias, es autor de un buen número de libros sobre historia, leyendas, costumbres y tradiciones aragonesas, muchos de ellos escritos junto a su amigo Celedonio García. En 2007 debutó en el género narrativo con “El último templario” y, desde entonces, ha publicado nueve novelas, todas ellas firmadas en solitario salvo “El bandido Cucaracha”, también escrita con Celedonio García, editada el pasado año y reseñada, como casi todas las anteriores, en esta sección. “En busca de Pedro Saputo”, publicada recientemente por Editorial Pirineo, es la más reciente de sus narraciones.

Prácticamente todas las novelas de José Antonio Adell tratan sobre episodios, leyendas o personajes populares de la historia aragonesa de diferentes épocas. En este caso, Adell se ha inspirado en Pedro Saputo, un personaje perteneciente a la tradición oral aragonesa al que el turolense Braulio Foz convirtió en protagonista de su magnífica novela "Vida de Pedro Saputo", publicada en Zaragoza en 1844. Para seguir los pasos de Saputo, Adell ha creado otro personaje, también nacido en Almudévar, llamado Juan Captioso (la novela se subtitula “Las aventuras de Juan Captioso”), que es el verdadero protagonista del libro. Si el apellido Saputo significa sabio en su raíz etimológica latina, Captioso, del latín “captiosus”, significa que capta o entiende bien las cosas, es decir, persona inteligente o con gran capacidad de entendimiento. Captioso, admirador acérrimo de su paisano Saputo y seguidor de sus pasos y enseñanzas, se convertirá también él en otro ilustre almudevano, cuyo ingenio y sabiduría alcanzarán gran fama y predicamento en su localidad natal y en toda la provincia oscense. La creación de este personaje y la elección de su nombre son un verdadero logro y una muestra del ingenio y el sentido literario de José Antonio Adell, que inicia cada uno de los capítulos del libro con una cita de la novela de Braulio Foz.

Las aventuras de Juan Captioso se sitúan en el primer tercio del siglo XX. La novela se inicia en octubre de 1899 con el noviazgo de Calíope y Amador, padres de Captioso, que vendrá al mundo en la medianoche del último día de 1900, y termina en diciembre de 1928. En su afán por seguir los pasos de su ilustre predecesor, Captioso saldrá con frecuencia de Almudévar para recorrer la provincia de Huesca, la región aragonesa y buena parte de España. En ese aspecto, la novela puede considerarse en buena medida como un estupendo libro de viajes, en el que se hace referencia a los lugares más destacados, las anécdotas y chascarrillos populares, los motes y otras características peculiares de cada uno de los muchos pueblos y ciudades que visita el protagonista. De interés especial son también los diferentes personajes que Captioso conoce y trata en sus andanzas. Al final del libro, el lector encontrará una extensa relación de los topónimos geográficos de las ciudades, villas y lugares citados en la obra y de los personajes, tanto ficticios como reales, que aparecen en la novela. También un completo recorrido cronológico por la obra de Pedro Saputo desde la publicación de la novela de Braulio Foz hasta nuestros días y de los sucesos históricos reales, algunos de ellos citados en la novela, del periodo que abarcan las aventuras de Captioso.

Dividida en cuatro partes y cuarenta capítulos, la novela se lee con sumo placer e interés y el lector se regodea y disfruta con los lances y sucesos que vive el protagonista, su relación con la familia, con los personajes que encuentra en el camino, los oficios que aprende, las habilidades en que destaca, su enamoramiento de Nunilona en el vecino pueblo de Alcalá de Gurrea, las otras novias o candidatas a novias que va conociendo... Todo ello, escrito con un adecuado sentido del ritmo narrativo y una bien equilibrada mezcla de variados ingredientes (geográficos, etnográficos, costumbristas y hasta filosóficos) y aderezado con la continua presencia de una sátira y un sentido del humor típicamente aragoneses. Hay mucha sorna, ironía y picaresca en los hechos narrados y en la forma de contarlos. Y, como ya sabíamos de sobra, mucho conocimiento por parte del autor de las costumbres, leyendas, anécdotas, tradiciones y otras realidades del territorio aragonés. Pocos serán los lectores aragoneses, y en especial altoaragoneses, que no encuentren alguna referencia a su pueblo o ciudad en las páginas de este sustancioso relato.

Considero un gran acierto la reivindicación que este libro supone de la obra y el personaje de Pedro Saputo. La "Vida de Pedro Saputo" de Braulio Foz no ha sido nunca, en mi opinión, suficientemente valorada, siendo como es, sin duda alguna, la mejor novela aragonesa del siglo XIX. Una  narración híbrida y atípica, de difícil clasificación, de estructura itinerante y delicioso costumbrismo de raigambre cervantina y claras influencias picarescas. José Antonio Adell ha mantenido estas características y recreado con oficio y buen gusto, criterio propio y sobrada documentación, las andanzas de este singular personaje en las de su Juan Captioso. Todo un mérito digno de aplauso y reconocimiento.

“En busca de Pedro Saputo”. José Antonio Adell. Editorial Pirineo.2022. 400 páginas

 

jueves, 22 de diciembre de 2022

EL CER DESPIDE EL AÑO CON EXCURSIÓN Y COMIDA NAVIDEÑA EN SAN MARTÍN



Un año más, el Centro Excursionista Ribagorza celebró el pasado domingo su despedida de la temporada en la ermita de San Martín, en la sierra de Torón, en el término municipal de Secastilla, entre los valles del Ésera y el Cinca. La jornada festiva constó de una excursión circular desde Graus y una suculenta comida al aire libre junto a la citada ermita. En la excursión participamos 29 personas y 47 en la comida rematada con cotillón navideño.

Los participantes en la caminata salimos de Graus a las 8.30 horas y nos dirigimos a Grustán, primero por el GR-1 y luego por el sendero PR de la Ruta de los Miradores. En el despoblado Grustán hicimos una parada de descanso junto a la bonita iglesia románica de Santa María, cuyo interior visitamos. Ya siempre por el GR-1 y por el tramo de sendero abierto recientemente, subimos hasta la Sierra de Torón, más conocida en la zona como de San Martín o de Panillo. En lo alto de la sierra, dejamos el GR-1 y por una pista a la izquierda, a las 12.30 horas, llegamos a la ermita de San Martín.

Tras una visita al nuevo mirador instalado en la zona, con magníficas vistas del Cinca y del Pirineo, al aire libre, a algo más de mil metros de altitud, con muy buena temperatura y en las mesas que ya estaban dispuestas, los 47 comensales dimos buena cuenta de la magnífica comida preparada por la Peña La Meliguera de Capella. En un espléndido ambiente, rematamos la comida con cotillón navideño, cava, chupitos y un animado baile.

A las 15.30 horas, los excursionistas iniciamos la caminata de bajada. Descendimos por la ermita de San Pedro de Verona, la Piedra Plana y el barranco del Torroc y casi a las 18 horas, y ya oscureciendo, llegamos de vuelta a Graus. En el itinerario completo, habíamos recorrido una distancia de 22,5 km, con 780 m. de desnivel. Estuvimos unas seis horas y media caminando. A las que hay que sumar las tres horas largas de comida campestre y celebración. Un magnífico broche para cerrar la temporada anual del Centro Excursionista Ribagorza.




miércoles, 14 de diciembre de 2022

EL BELÉN MOINTAÑERO DEL CER VUELVE UN AÑO MÁS A LA CIMA DEL TURBÓN



Por decimotercer año consecutivo el Centro Excursionista Ribagorza depositó su Belén montañero en la cima del Turbón, la montaña más mágica, mítica y emblemática de la comarca ribagorzana. Fue el pasado día 6 de diciembre, fecha en la que el CER suele cumplir con esta tradición navideña que se ha convertido en uno de los hitos de su calendario anual de excursiones.

Fuimos dieciocho los miembros del club excursionista que participamos en la actividad. Salimos de Graus a las 7.30 horas con una ligera lluvia que afortunadamente cesó cuando comenzamos la ascensión andando. Desde Graus, nos desplazamos con nuestros vehículos por carretera hasta la localidad de Las Vilas del Turbón. Un poco más arriba, tras un tramo de pista que recorrimos en todoterrenos, a las 8.45 horas, iniciamos la subida a pie por un sendero entre matorrales, algo resbaladizo por la capa de barro consecuencia de la lluvia anterior.

Llegados al collado, subimos por el empinado sendero de la llamada Canal de los Pasos, donde ya encontramos nieve, pero bastante blanda y con poco espesor. Giramos un poco a la derecha y llegamos a la parte alta y abierta de la montaña, donde ya giramos hacia la izquierda. Descendimos ligeramente hasta la Portella, donde nuestro camino confluye con el que sube por la Canal o Valle de San Adrián desde la cara norte. Desde allí, encaramos la subida final sin viento y con la nieve que seguía en buen estado y sin excesivo espesor. A las 12 horas, llegamos a la cima del Turbón, donde, a 2492 m. de altitud, colocamos con mimo nuestro belén en una oquedad entre las piedras de la cumbre.

Tras las fotos de rigor y después de comer algo, una repentina niebla enfrió el ambiente y precipitó nuestro descenso. Por suerte, las nubes bajas enseguida desaparecieron e incluso salió un tímido sol por primera vez a lo largo de la mañana. Pasada la Portiella, nos desviamos un poco de nuestro camino para ascender a los picos Turbonet y Áligas, desde donde descendimos hacia la Canal de los Pasos, por donde bajamos con atención para evitar resbalones en la nieve. Nos reagrupamos en el collado y bajamos hacia la pista, donde llegamos a los coches poco después de las tres de la tarde.

Con un desnivel de 920 metros, la distancia recorrida fueron 10 km, en los que invertimos seis horas y veinte minutos con las paradas. Un año más habíamos cumplido con la tradición y subido nuestro belén a la cima de nuestra montaña más querida. A una altitud de 2492 metros, lo que, según creemos y si nadie lo desmiente, supone que es el belén depositado a mayor altitud en nuestro Pirineo. En primavera, volveremos al Turbón a recogerlo. Feliz Navidad para todos.

domingo, 4 de diciembre de 2022

UN ESPAÑOL EN LA REVOLUCIÓN MEXICANA

Tras “Sidi” (2019), “Línea de fuego” (2020) y “El italiano” (2021), Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951)  acaba de publicar “Revolución”, una magnífica novela ambientada en los primeros años de la Revolución Mexicana. El escritor cartagenero, autor ya de treinta y dos novelas y con más de veinte millones de lectores en todo el mundo, ha vuelto a México, un país que, como él mismo señala, forma parte de su geografía personal y de sus escenarios vitales y literarios, y en el que ya había situado su relato “Ojos azules” y su exitosa “La reina del sur”, publicada en 2002.

“Revolución” transcurre en los años 1911, 1912 y 1913, durante los inicios de la Revolución Mexicana, un episodio capital de la historia del principio del siglo XX que, sin embargo, pronto sería eclipsado por la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. El protagonista del relato es Martín Garret, un joven ingeniero de minas español que está trabajando en una empresa hispano-mexicana en el país americano y que, de manera casual, entra en contacto con un grupo de revolucionarios en Ciudad Juárez y, por su dominio del uso de la dinamita, se va involucrando cada vez más con los insurgentes que actúan en el norte del país bajo las ordenes de Pancho Villa. Martín Garret está inspirado en parte en un personaje real. Un colega de un bisabuelo de Pérez-Reverte, que también era ingeniero de minas, se fue a México y vivió allí los inicios de la revolución, sobre cuyas incidencias enviaba cartas a su compañero de profesión. De esa relación epistolar había oído hablar el novelista cartagenero desde niño en las conversaciones familiares.

Como en todas sus novelas, la documentación histórica de “Revolución”  es exhaustiva, fidedigna e impecable. Podríamos hablar de una novela histórica, pero, como aclaró su autor en la presentación del libro en Madrid, Reverte solo utiliza la historia como pretexto y marco narrativo. Sobre una precisa ambientación histórica, se construye una novela de aventuras y de aprendizaje. En esos días de acontecimientos frenéticos y vivencias extremas, el joven ingeniero español aprende con rapidez sobre conceptos como la vida, la lealtad, el amor, la violencia, la muerte o la amistad. Como corresponsal de guerra durante años en los que vivió experiencias con cierto grado de similitud con las narradas, Pérez-Reverte ha señalado que hay algunos elementos de su biografía en la novela, pero pasados por el filtro de la literatura, y que el modo de mirar el mundo del protagonista es en buena medida el suyo.

Un aspecto muy destacable de la novela es el uso del lenguaje de los personajes, claramente diferenciado según su estrato social. Los procedentes del pueblo llano utilizan numerosas expresiones populares mexicanas, como “van a sobrar sombreros”, “pos vamos a verlo, que pa luego es tarde”, “¡Abran jijos de la chingada o entramos echando bala!”, “tiznar igual que a un perro”, “quihúbole”, “épale”, “chingatumadre”, “újole, es el mero mero”, “me vale madres” y muchísimas más. El autor logra su pretensión de hacer que el lector no solo lea esas expresiones sino que además las oiga. Este uso del rico e ingenioso lenguaje popular se inscribe en unos diálogos dinámicos y ágiles, con gran sentido del humor, dentro de una novela con mucho ritmo narrativo y una perfecta estructura constructiva.

Capítulo aparte merece la extraordinaria galería de personajes que encontramos en el libro. Además del joven Martín Garret, de 24 años, nacido en Linares y protagonista del relato, se mueve por él un variado elenco de personajes tanto históricos como inventados. Entre los históricos, destaca el desmesurado Pancho Villa, de espontaneidad campesina sin filtros ni cortapisas, risa estentórea y capaz de la máxima generosidad y de la crueldad más implacable. En menor medida, aparece el más bajito de talla y más refinado, idealista e  intelectual presidente Francisco Madero y, con aún menor presencia, el revolucionario sureño Emilio Zapata. De los inventados, sobresale Genovevo Garza, valiente y disciplinado revolucionario del pueblo llano con el que Martín Garret establece mayor relación. También de interés son el taimado indio Sarmiento, el oficial del ejército mexicano Jacinto Córdova, rival amoroso de Garret y con un decimonónico y estricto sentido del honor, o el mercenario estadounidense Tom Logan, que lucha con los revolucionarios.

Mención aparte y especial merecen los tres principales personajes femeninos: la soldadera Maclovia Ángeles, que sigue con fidelidad a su hombre durante la guerra; la guapa, coqueta y de familia adinerada Yunuen Laredo, que asume los códigos de su clase social en la época; y la periodista yanqui Diana Palmer, decidida, independiente, algo masculina y nada convencional, inspirada en parte, según el autor, en Nellie Bly, pionera periodista en aquellos años. Un conjunto de personajes y sucesos que componen un México en el que se mezclan de manera singular y paradójica la crueldad y la ternura, la lealtad y la violencia, la brusquedad y la cortesía.

No hay aquí espacio para más. “Revolución” es una espléndida novela de un escritor de gran oficio literario, amante de la historia y ampliamente documentado en ella, que trabaja a fondo y cuida al detalle sus narraciones, que a la vez que instruyen al lector le hacen pasar inolvidables momentos placenteros de lectura. No hace falta pedir más.

Revolución”. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara. 2022. 464 páginas.

jueves, 1 de diciembre de 2022

EXCURSIÓN DEL CER DESDE CAMPO A FORADADA DEL TOSCAR


El pasado domingo, el Centro Excursionista Ribagorza organizó una bonita excursión, en parte circular, desde la localidad de Campo hasta Foradada del Toscar, por la margen derecha del río Ésera, en la parte oriental de la Sierra Ferrera, en la Ribagorza más occidental, ya en el límite con Sobrarbe.

Los veintiséis participantes en la actividad salimos de Graus a las siete de la mañana y nos dirigimos a Campo con nuestros vehículos por carretera. A la salida del pueblo, giramos a la izquierda y aparcamos en la chopera que hay a orillas del río Ésera. Sobre las 7.30 horas, iniciamos nuestra caminata y enseguida cruzamos un puente y pasamos a la margen derecha del río. Allí tomamos a la izquierda el PR-HU121 y, por pista, llegamos a la ermita de San Blascut, un santo exclusivo de Campo y muy venerado en la localidad. En la ermita, abandonamos el PR y tomamos un bonito sendero no señalizado que asciende de manera pronunciada junto a un barranco con poco caudal y algunos hermosos robles.

En poco rato, llegamos al mirador de Collabardina y conectamos de nuevo con el PR-HU121, que va cortando la pista y que, siempre en subida, nos lleva al mirador de Naspún y al llamado Árbol de las Dos Cabezas, una curiosa encina con dos ramas y dos copas que le confieren una forma característica. Allí hicimos una primera parada, disfrutamos de magníficas vistas de Campo con Cervín y Turbón de fondo y nos hicimos la foto de grupo. Tras el receso, nos adentramos en un espeso bosque de encinas o carrascas y llegamos a un cruce de caminos. Uno se dirige hacia Senz y otro, que fue el que nosotros seguimos, a Foradada del Toscar. Por una pista, y ya en bajada, llegamos a esta localidad ribagorzana cabeza de municipio. Visitamos los dos barrios que componen Foradada, la Villa Alta y la Villa Baja, separadas por la carretera N-260. En el barrio bajo, junto a la iglesia de San Andrés, que visitamos, hicimos la parada para el almuerzo.

Retornamos por la misma pista, ahora en subida, hasta el cruce donde habíamos dejado el camino que lleva a Senz, que ahora tomamos. Con tramos de pista y otros de bello sendero por bosque, y con muy buenas vistas, seguimos en dirección a Senz, pero, antes de llegar a esta localidad, tomamos un camino señalizado a nuestra derecha que, en descenso, nos condujo de nuevo a Campo. Sobre las 13.30 horas llegamos a los coches y dimos por terminada la excursión.

Habíamos recorrido una distancia de 17,5 km con 710 m. de desnivel acumulado. El punto más bajo fueron 680 m. y el más alto 1150 m. Invertimos unas seis horas con las paradas. En un día con algo de frío a primera hora de la mañana, pero con buena temperatura durante prácticamente todo el recorrido.


domingo, 20 de noviembre de 2022

PERSONAS DECENTES

Leonardo Padura (La Habana, 1955) lleva recorrida una larga y prestigiosa carrera literaria, reconocida con numerosos e importantes galardones, como los premios Hammet y Raymond Chandler, la Orden de las Artes y las Letras de Francia en 2013 o el Premio Princesa de Asturias de 2015. Además de cuentos, ensayos y varios guiones cinematográficos, el periodista y escritor cubano ha publicado una quincena de novelas, entre las que destacan “El hombre que amaba a los perros” (2009), basada en la historia del español Ramón Mercader, que asesinó a León Trotsky en México y vivió sus últimos años en La Habana, o “Como polvo en el viento” (2020), sobre el exilio cubano. Y las diez novelas protagonizadas por el investigador y ex policía Mario Conde, la última de las cuales es “Personas decentes”, publicada recientemente en España, como todas las anteriores, por Tusquets Editores.

En “Personas decentes”, encontramos de nuevo a Mario Conde, ex policía, comprador y vendedor de libros viejos, con vocación literaria y ahora ya sexagenario, con sus amigos de siempre, igual de fumador y bebedor y más crítico, escéptico y desencantado que nunca con la situación política y social cubana. La novela tiene dos planos narrativos cronológicos distintos que se van alternando a lo largo de los capítulos del libro. La primera historia sucede en 2016, cuando, en un hecho sin precedentes en el régimen comunista, el presidente estadounidense Barack Obama visita Cuba y en La Habana van a actuar los Rolling Stones. En las fechas previas a dicho acontecimiento, que van a alterar por completo la vida de la isla, aparece asesinado en extrañas circunstancias un antiguo capitoste del régimen castrista, un implacable censor de cualquier actividad artística que se desviara de las consignas ortodoxas revolucionarias, un personaje siniestro y cruel que había destruido la carrera y hasta la vida de numerosos artistas que no habían querido plegarse a sus extorsiones. La policía, desbordada por la visita de Obama y los Rollings, solicitará la ayuda de Mario Conde, que ejerce a la vez como controlador privado para evitar excesos en un club regentado por un amigo. Al primer asesinato se suma un segundo que parece relacionado y “el Conde”, junto a un policía apellidado Duque, inicia una difícil y compleja investigación.

La segunda trama se desarrolla en 1910, cuando el cometa Halley amenazaba con destruir la Tierra, y está contada en primera persona por el policía Arturo Saborit, en un principio honrado y decente pero que acabó cayendo en las redes de Alberto Yarini, un personaje refinado y rico, carismático y seductor, que tiene aspiraciones políticas y controla, en competencia con mafiosos franceses, el boyante negocio de la prostitución en La Habana, conocida en aquel tiempo como la Niza del Caribe. También en esta trama encontramos dos asesinatos misteriosos. En este caso de dos jóvenes prostitutas de La Habana Vieja. Ambas tramas se desarrollan en paralelo hasta una sorprendente convergencia final.

Con su brillante prosa habitual, Padura teje una magnífica novela, impecablemente estructurada y brillantemente rematada en su desenlace. Como él mismo ha dicho, “Personas decentes” es la más policial de las narraciones de la serie Mario Conde hasta la fecha. Y, posiblemente, como ha escrito el especialista en novela negra Juan Carlos Galindo, “la más redonda, compleja y fascinante historia” protagonizada por el ex policía. Pero, también, como mostraron maestros del género como Dashiell Hammet o Raymond Chandler, además de construir un sólido relato policiaco, lleno de tensión e intriga, la novela contiene una fuerte carga de crítica social y Padura no se muerde la lengua a la hora de criticar, a través de su personaje, casi su alter ego, la lamentable situación política, económica y social que sufre la isla. “Personas decentes” es, por tanto, una novela policiaca y social.

Respecto al título de la novela, transcribo estas líneas de Javier García Recio: “¿Hay gente decente en Cuba? La hay, pero serlo es difícil y casi imposible de practicar en esta isla tropical azotada por el sol, en la que el cinismo ha derivado en modo de vida y donde no decir lo que se piensa es una práctica acendrada; es más, la supervivencia en Cuba obliga a olvidarse de la ética de la decencia”. Y luego está la hipocresía y la doble moral, de las que el censor dirigente del régimen asesinado al inicio de la novela es un muy claro ejemplo.

“Personas decentes” confirma la espléndida madurez literaria de Leonardo Padura y consolida su lugar preminente dentro de la literatura actual en lengua española. Esperemos que le quede cuerda para rato y siga proporcionando nuevas lecturas a sus muchos seguidores de ambos lados del océano.

“Personas decentes”. Leonardo Padura. Tusquets Editores. 2022. 448 páginas.

jueves, 17 de noviembre de 2022

EN UN DÍA SOLEADO, EL CER ASCENDIÓ A LOS IBONES DE LA MUNIA


El pasado domingo, en un día muy soleado con temperatura muy agradable, el Centro Excursionista Ribagorza realizó una bonita excursión a los ibones de La Munia, también llamados de La Larri o Gorgos del Tromacal, desde la Plana de Petramula, en el municipio de Bielsa, dentro de la comarca de Sobrarbe.

La mayor parte de los 19 participantes en la actividad salimos de Graus a las 7 horas y nos dirigimos por carretera hasta Parzán, localidad situada en la A-138,  poco después de pasar Bielsa. En Parzán, tomamos una pequeña carretera local que en 3,5 km lleva a la pequeña población de Chisagüés. Desde allí seguimos una pista de tierra de 7 km que termina en la Plana de Petramula, en peor estado en los últimos 2,5 km desde la Borda Bruned.

En la Plana de Petramula, sobre las nueve de la mañana y a 1916 m. de altitud, comenzamos nuestra excursión. A la derecha del final de la pista arranca un sendero muy visible y fácil de seguir. Cruzamos primero el barranco o arroyo del Clot, dejamos a la izquierda una bonita cascada y ascendimos por terreno herboso de pastos. A nuestra espalda, teníamos estupendas vistas de la sierra de Espierba y del pico Comodoto y, progresivamente, de las caras norte de la Tusa y las Tres Marías y de la Punta de las Olas, el Pico Añisclo y Monte Perdido.  Con el Pico Robiñera a nuestra derecha, los pastizales se convierten en terreno pedregoso y comenzamos a encontrar zonas con algo de nieve, blanda y sin dificultades de atravesar. Siempre en subida, llegamos al Collado de las Puertas, a 2530 m. de altitud, y divisamos ya el ibón inferior de La Munia. Allí, con el pico de La Munia de fondo, hicimos la parada para comer algo y hacer la foto de grupo.

Tras el receso, nos repartimos en dos grupos. Uno de ellos se dirigió hacia el mirador que hay al oeste de los lagos y el otro al ibón superior de La Munia. Bordeando por la derecha el ibón inferior, y con la nieve algo más dura pero con huella hecha, llegamos al ibón superior, más pequeño que el inferior. El ibón inferior está a 2520 m. de altitud y tiene 5,4 hectáreas de extensión. El superior se halla a 2536 m y su extensión es de 2,2 hectáreas. Disfrutamos de la vista de ambos lagos con las montañas próximas reflejadas en sus aguas como si fueran un espejo y retornamos al ibón bajo, donde nos reagrupamos de nuevo con quienes habían ido hacia el balcón del oeste, que habían disfrutado de vistas de Monte Perdido, el Cilindro, el Marboré o el Gran Astazu, entre otras montañas.

Juntos, retornamos por el mismo camino de subida hasta la Plana de Petramula, donde sobre las 13,30 horas dimos por terminada la excursión. Habían sido 7,5 km de recorrido con 700 m. de desnivel acumulado. En los que invertimos cuatro horas y media con paradas.

jueves, 3 de noviembre de 2022

POR LAS ERMITAS DE BONANSA Y EL BOSQUE DE PEGÁ

El pasado domingo, los clubes Centro Excursionista Ribagorza de Graus y Agrupación Deportiva Llanos del Hospital de Benasque realizaron una bonita excursión conjunta con un recorrido circular por la ruta de las ermitas de Bonansa, rematado con un paseo final hasta la borda de Ansuilo, en el  bello bosque de Pegá, en la zona oriental de la comarca de Ribagorza.

En la actividad participamos 38 excursionistas, 21 del club grausino y 17 del benasqués, que partimos por carretera desde nuestras respectivas localidades de origen para encontrarnos en el Puerto de Bonansa. Allí, a 1380 m. de altitud y poco antes de las ocho de la mañana, comenzamos la excursión andando, descendiendo primero por el GR-15 hasta la localidad de Bonansa, donde los excursionistas realizamos una breve parada para visitar la población, donde destacan la Casa Navarri, en la que nació el político y escritor Joaquín Maurín, y la iglesia parroquial de Santa Coloma.

Desde Bonansa, los caminantes ascendimos a la ermita románica de San Aventín, situada muy cerca del pueblo y considerada una de las más antiguas de Aragón. Desde allí, continuamos por camino marcado hasta la también románica ermita de San Roque, con bello interior con planta de cruz. Siguiendo el PR-HU214, que combina tramos de pista y sendero, y atravesando un espeso bosque de pinos, tras aproximadamente una hora desde San Roque, llegamos a la ermita de San Salvador, pequeña construcción también románica, junto a la cual hay un bonito mirador con vistas de varios pueblos de la zona y de un buen número de montañas del Pirineo aragonés más oriental y del catalán más occidental. Disfrutando de ese excepcional paisaje y de la suave temperatura de la mañana soleada, hicimos una parada para desayunar y reponer fuerzas.

Tras el receso, retornamos a un cruce anterior y subimos por una pista hasta la ermita de Santa Lucía, un edificio originario del siglo XVI y muy reconstruido, que ya pertenece a la localidad de Alins y, por tanto, al municipio de Laspaúles. En el interior de la ermita hay un manantial cuyas aguas, según la devoción, tienen efectos favorables para la vista. Tras acercarnos a un mirador con vistas de Alins, descendimos hacia el cruce anterior y continuamos en dirección al Alto o Puerto de Bonansa. En una zona de prados, conocida como Els Plans, nos desviamos ligeramente a la derecha para acercarnos a la Roca de las Nueve Cadollas, un lugar donde, según la leyenda, unas ninfas llamadas encantarias lavaban sus ropas y las tendían al sol. En ligero descenso continuamos por camino marcado hasta el Alto de Bonansa, donde cerramos el círculo de la ruta de las ermitas.

Para completar la excursión, dimos un agradable paseo por el bosque de Pegá, con un precioso hayedo, hasta la borda de Ansuilo y su mirador del  congosto de Obarra. Volvimos al Puerto de Bonansa y concluimos el recorrido. Fueron 15,5 km, con 520 m. de desnivel, en casi seis horas con las paradas. 

 

domingo, 30 de octubre de 2022

LA FAMILIA


Sara Mesa (Madrid, 1976) es una de las escritoras mejor valoradas dentro del panorama literario actual de nuestro país. Nacida en Madrid, pero afincada en Sevilla desde su infancia, periodista y licenciada en Filología Hispánica, ha publicado una decena de novelas, entre las que destacan “Cuatro por cuatro” (2012), “Cicatriz” (2015), “Mala letra” (2016), “Cara de pan” (2018) y “Un amor” (2020), todas editadas por Anagrama y varias de ellas reseñadas en esta sección. La misma editorial ha publicado recientemente “La familia”, su última y muy esperada novela tras el gran éxito de su anterior “Un amor”, cuya adaptación cinematográfica está preparando la directora Isabel Coixet.

Como su título indica, la protagonista de la última novela de Sara Mesa es una familia, constituida por los padres, Damián y Laura, y sus cuatro hijos: Damián, Rosa, Martina y Aquilino, que muy pronto reclama ser llamado Aqui. Aunque Martina es en realidad una sobrina que ha sido adoptada al quedarse huérfana. La familia es denominada por ellos mismos como El Proyecto y es el padre quien marca la pauta de comportamiento familiar y posiblemente el personaje más interesante y complejo del relato. Un hombre en buena medida esclavo de las apariencias. Unas apariencias falsas, pues hace creer a todos que es abogado y en realidad únicamente trabaja de administrativo en un bufete. Es obsesivo admirador de Ghandi y recaudador de  dinero para causas nobles, pero, a la vez, autoritario y dogmático, casi siempre ridículamente solemne y hasta en algún caso cruel y violento. A base de fingimientos y ocultamientos, se ha creado un personaje que es en gran parte una mentira. De sus esquemas rígidos y opresivos, defendidos también por su desengañada, pero a la vez comprensiva y cómplice esposa, irán escapando los hijos, cada uno a su manera y enfrentándose a las dificultades de la vida en su recorrido fuera del espacio protegido familiar, con su mayor o menor carga de dolor y soledad.

“La familia” arranca con una página y media en segunda persona y en tiempo presente que, bajo el epígrafe ‘La casa’, recorre como una cámara cinematográfica las diferentes estancias del hogar dormido: “Mírala desde el ojo del sueño. El pasillo como centro geográfico y frontera. Estancias a los lados. Recórrelo sin ser vista, de una punta a otra. O cruza, de una habitación a la de enfrente, mediante un salto limpio. Arriésgate a entrar. Quizá ya hay alguien dentro, no lo sabes. En caso de que sí, calla, recula. En caso contrario, no eches el cerrojo. No hay cerrojo”. El piso se encuentra en un bloque de vecinos de un modesto barrio obrero de las afueras de una ciudad, cuyo nombre nunca se cita. Tampoco hay apenas referencias cronológicas o históricas que permitan situar con precisión el relato en el tiempo, aunque abarca varias décadas y tal vez podría ubicarse, sin que ello tenga excesiva importancia, entre el final del Franquismo y los primeros años de la Transición.

Excepto el preámbulo en segunda persona imperativa, el resto de la novela está escrita en tercera persona y en cada capítulo, casi un pequeño relato en sí mismo, se nos presenta una secuencia temporal, con saltos cronológicos y elipsis narrativas, en que se van narrando vivencias familiares en común y de sus miembros en solitario en su futuro posterior y autónomo. Aparte de algunos vecinos, apenas hay más personajes en la novela que los seis que componen el núcleo familiar. Salvo el tío Óscar, hermano de la madre y contrapunto absoluto a su cuñado, tanto en la forma de ser como de entender la vida. Al tío Óscar se le dedica, en su visita de unos días a su hermana, un estupendo capítulo del libro.

Sara Mesa ha cambiado el artículo indeterminado del título de su anterior novela, “Un amor”, por el determinado de la última, “La familia”. Muchos insisten en la crítica a la institución familiar como objetivo principal de esta novela. No diré que no exista esa intención, y su autora así lo ha dejado entrever en alguna entrevista, pero también ha insistido siempre ella en la condición literaria de sus novelas y en que sus personajes son, ante todo, literarios. En cualquier caso, hay un claro realismo en las narraciones de Sara Mesa y sus historias, incluso con algunas desmesuras, siempre resultan creíbles y absolutamente verosímiles. Y late en ellas un deseo de no ser complaciente con el lector ni con la sociedad, sino más bien de poner a ambos ante el espejo y mostrarles aquello que pueda producirles desasosiego e incomodidad.

Como escribe Domingo Ródenas sobre la escritora, “Sara Mesa viene explorando en su narrativa un territorio moral pantanoso, un reino de la ambigüedad en el que la bondad y lo siniestro, lo aceptable y lo reprobable, la placidez y la amenaza se mezclan y transforman entre sí para inducir en el lector un desasosiego activo”. Y lo complementa así la también crítica literaria Ángeles López: “Me fascina su capacidad para cartografiar la condición humana a través de los perdedores, del abuso de poder, de los lugares opresivos y aislados, de la degradación lenta y continuada. Por eso me interesan sus novelas: porque son siempre ásperas, amargas, sinceras, oscuras, nada complacientes, y lentas como una gota malaya”. Pues eso, que nos gustan tanto las novelas de Sara Mesa que ya estamos esperando con impaciencia la siguiente. 

“La familia”. Sara Mesa. Anagrama. 2022. 232 páginas


jueves, 20 de octubre de 2022

EL CER ASCIENDE AL HAYEDO Y AL PICO DE MALPÁS, EN LA VECINA RIBAGORZA CATALANA


El pasado sábado, veintidós miembros del Centro Excursionista Ribagorza realizamos una bonita excursión al Hayedo, o Faiada (como se denomina a este bosque en la zona a la que fuimos), de Malpás, en la comarca vecina de la Alta Ribagorça, al otro lado del río Noguera Ribagorzana, en la comunidad de Cataluña.

Los participantes en la actividad salimos de Graus a las siete de la mañana y nos dirigimos en nuestros coches por carretera hasta El Pont de Suert. Poco después de pasar esta localidad y atravesar el túnel de Lavaix, y tras aproximadamente una hora de viaje, aparcamos los vehículos en el lugar conocido como la Font de la Mena, situado a la derecha de la carretera y desde donde iniciamos nuestra excursión andando. Seguimos unos metros por la carreta y, también por la derecha, cruzamos un puente metálico y tomamos una senda bien marcada por un GR con señales rojiblancas. El sendero va en dirección al despoblado Montiberri y está jalonado por diversos paneles con informaciones sobre fauna y flora.

Siempre en subida, no tardamos mucho en llegar a Montiberri, un lugar absolutamente en ruinas, junto a cuya iglesia, sin techumbre, pasamos. A lo largo del sendero de subida atravesamos diferentes tipos de bosques: de encinas o carrascas, de pinos y de hayas o “faias”. Tras pasar por el hayedo, y dejando algún mirador junto al camino, llegamos a la cima del pico de Malpás, situado a 1700 m. de altitud. Allí, hicimos una parada para el almuerzo y contemplamos magníficas vistas del pantano de Escales y también de montañas aragonesas como el Aneto, el Turbón o Cotiella y de otras catalanas, además de algunos pueblecitos de la zona.

En la bajada, repetimos buena parte del itinerario de subida, pero luego nos fuimos hacia la izquierda y pasamos por la aldea de Casòs, deshabitada aunque con alguna de sus casas arregladas. Desde allí, contemplamos muy buenas vistas de Pont de Suert. También en el descenso, y tras pasar por un bonito puente de piedra de un solo ojo, nos acercamos a las exiguas ruinas del antiguo monasterio de Lavaix, de origen medieval y vinculado a los monasterios aragoneses de Obarra y Alaón. El bajo nivel de las aguas del pantano de Escales, construido en 1955 en el río Noguera Ribagorzana, nos permitió ver lo que queda de esta construcción religiosa, que data del siglo X y que perteneció primero a la orden benedictina y luego a la cisterciense. Muy cerca de estas ruinas se halla la Font de la Mena, donde terminamos la excursión.

Fueron 12,6 km de recorrido con unos 900 m. de desnivel acumulado. El punto más alto fueron los 1700 m. del pico Malpás y el más bajo, 811 m. Invertimos en el recorrido unas cinco horas con las paradas.


domingo, 16 de octubre de 2022

QUINCE SORPRENDENTES RELATOS BREVES


Dorthe Nors (Herning, 1970) es una de las voces más aclamadas y originales de la literatura danesa actual. Licenciada en Literatura e Historia del Arte, ha publicado textos en destacadas revistas internacionales y recibido importantes premios literarios. Es autora de cuatro novelas, una de las cuales, “Espejo, hombro, intermitente”, una ficción experimental sobre la vida interior y el aislamiento social de una traductora de mediana edad, fue publicada en España en 2019 por Anagrama. La misma editorial acaba de publicar, con traducción de Victoria Alonso, “Golpe de kárate”, un libro de relatos que lanzó internacionalmente a la escritora danesa en 2008 y que permanecía inédito en nuestro país.

“Golpe de kárate” contiene un conjunto de quince relatos breves, de una media de menos de diez páginas cada uno, que toman el título de uno de ellos, no necesariamente el mejor de los que componen el libro. Con su precisión habitual, la propia editorial Anagrama lo describe en su promoción: “Cuentos tan breves como contundentes, en ocasiones perturbadores y en otras perturbadoramente hilarantes, que escrutan con demoledora agudeza comportamientos humanos. Historias que nos hablan de soledades, anhelos, angustias, perplejidades, fragilidades, desconciertos y otras muchas realidades cotidianas. Con una economía de medios deslumbrante, un preciso control del ritmo y una endiablada capacidad de observación, la autora nos propone una jugosa galería de peculiares personajes, un portentoso mapa de situaciones absurdas y desgarradoramente humanas”.

En “¿Conoces a Corri?”, una joven establece una conexión entre la relación con su novio que acaba de visitarla y un programa televisivo sobre la desaparición de un tal Corri Nelson. “Supresión recíproca” es un inquietante relato sobre la amistad de dos amigos que tienen perros y su compromiso mutuo para la supresión de sus animales en caso de necesidad. Uno de los cuentos más irónicos y de crítica más ácida es el titulado “El budista”, sobre un alto funcionario de la administración danesa que decide convertirse al budismo y se siente como un elegido por la providencia. “El invernadero” relata la relación de un niño con su padre separado y con su nueva novia. En “El tomate enorme”, vivimos el inicio de la relación entre una chica mejicana que hace la limpieza en el ático de una pareja de ricos daneses instalados en Nueva York y un repartidor en bicicleta a domicilio. En “El patito”, con un sorprendente final, vemos las flagrantes contradicciones de un padre que en sus razonamientos siempre presume de poner cada cosa “en su compartimento correspondiente”. En “Mujeres asesinas”, un hombre busca en el ordenador casos de mujeres que han cometido múltiples asesinatos. “Flotar” trata sobre un técnico en parques eólicos que viaja por todo el mundo y decide abandonar a su mujer. “Nat Newson, una persona arrebatadora” habla de un peculiar personaje con una discapacidad física que está “genéticamente condicionado a ser crédulo” y confiado. En “En la peluquería situada frente a la lavandería”, encontramos desde un peluquero que casi no cobra por cortar el pelo hasta una señora cuyo perro no puede ladrar porque ella le da su propia medicación. “La garza” transcurre en un parque de Copenhague que cuenta con algunas garzas domesticadas. En “Golpe de kárate”, encontramos  a una mujer que trabaja con niños con problemas psicológicos que comienza una inquietante y difícil relación con el padre de uno de sus alumnos. “Mamá, la abuela y la tía Ellen”, aunque narrado en tercera persona, recoge los recuerdos de un personaje masculino sobre estas tres mujeres de su familia. Algo triste, pero de gran belleza, es el relato “El verano en el que frecuentaba los cementerios”. Precioso es también “El mar de Frisia”, que cierra el libro y está protagonizado por una mujer que se traslada con su hija o hijo, que es quien narra el relato, a una localidad costera del mar de Frisia para afrontar la depresión o “Angustia del Mundo” que padece.

Los relatos de “Golpe de kárate” son concisos y contundentes y, en general, bastante duros e impactantes. Una mirada no demasiado optimista sobre las relaciones y los comportamientos humanos, el dolor, la violencia, el desamor, la soledad, la depresión… Escritos con economía de medios pero con gran profundidad psicológica y con un exquisito gusto por algunos detalles en apariencia nimios, presentan una interesante galería de personajes muy diversos. Aunque no siempre fáciles de entender por los giros narrativos de las historias contadas, estos textos son de una gran belleza literaria con un uso muy equilibrado de algunos recursos literarios que los dotan de un ritmo adecuado, una sorprendente fuerza poética y una rara perfección formal. Son relatos siempre inquietantes, con finales sorprendentes, con abundancia de ironía y humor negro, que retratan de manera siempre original las fragilidades y las angustias humanas que sobrevuelan sobre la vida cotidiana, lejos de tópicos manidos y de tratamientos políticamente correctos.  

La lectura de estos relatos ha supuesto para mí un sorprendente descubrimiento literario. Aunque su traducción al español llega con algunos años de retraso respecto de su publicación en Dinamarca y otros países, hay que agradecer el esfuerzo, en este caso de la editorial Anagrama, por dar a conocer en nuestro país libros como este, que probablemente nunca estará en las listas de los más vendidos pero que rebosa calidad literaria por los cuatro costados.

“Golpe de kárate”. Dorthe Nors. Anagrama. 2022. 144 páginas.


domingo, 2 de octubre de 2022

LA FRONTERA INVISIBLE

Javier Reverte (Madrid, 1944 – 2020) es, sin duda, el mejor escritor español de libros de viajes de las últimas décadas. Antes de dedicarse en exclusiva a la literatura, trabajó como periodista, corresponsal en diversos países y articulista de prensa. Publicó después un buen número de novelas, unos cuantos libros de poesía, varias biografías y algunos cuentos, pero destacó sobre todo como autor de literatura de viajes. Desde sus inicios con “El sueño de África” en 1996, escribió casi una veintena de crónicas viajeras en las que recorrió prácticamente los cinco continentes. Tras su muerte en 2020, Reverte dejó tres obras póstumas: la novela “Hombre al agua”, el libro de memorias “Queridos camaradas. Una vida” y el libro de viajes “La frontera invisible”. Los dos primeros fueron publicados el año pasado; el tercero, hace unos meses por la editorial Plaza & Janés.

“La frontera invisible” relata el viaje que el escritor madrileño, ya enfermo de cáncer y sabedor de una muerte próxima, realiza a Turquía e Irán, para recalar finalmente en Dubái tras atravesar el estrecho de Ormuz y haber recorrido un total de unos cuatro mil kilómetros. El libro tiene como subtítulo “Un viaje a Oriente” y hace referencia a la difusa y porosa frontera histórica entre Oriente y Occidente. El propio Reverte explica al inicio del libro el motivo de su elección viajera: “Quería ir a Oriente Próximo, una región cuyo nombre resuena a inmensidad, ancianos imperios, guerras estremecedoras, ejércitos perdidos, ciudades enterradas, religiones muertas, viejas lenguas enmudecidas; también a pogromos y genocidios, sanguinarios sultanes, guerreros feroces y reyes belicosos, y junto a todo ello, a sensualidad, aventura y poesía. ¿Puede haber razones más sugestivas para emprender un viaje a tan rico y brutal escenario?”.   

Reverte inicia su recorrido en Estambul, ciudad que había visitado en numerosas ocasiones pero cuya belleza no deja nunca de sorprenderle. Disfruta, entre otros lugares, de las excepcionales vistas del Bósforo y el Cuerno de Oro y de la mezquita que los musulmanes llaman Ayasofya y los cristianos Santa Sofía. Recuerda la historia de la ciudad, antes llamada Constantinopla y Bizancio, y transcribe citas de otros viajeros que la visitaron anteriormente. Un cruce de caminos, tradicionalmente abierto a la convivencia de etnias y credos diversos, que hoy, como  señala una escritora turca con la que conversa el viajero español, ve peligrar esa proverbial diversidad por la política islamista uniformadora del actual presidente Erdogan. Desde Estambul, Javier Reverte viaja hasta Ankara en ferrocarril, su medio de transporte favorito. Acompañado de un amigo español, funcionario en la embajada en Turquía, visita la ciudad que Atatürk, en 1923, convirtió en capital del país, pasando de su condición de casi una aldea a la de una metrópoli que hoy cuenta con más de cinco millones de habitantes. El primer lugar al que acude es al Mausoleo de Atatürk, el padre de la Turquía moderna, sobre cuya figura reflexiona ampliamente el escritor y viajero madrileño.

De Turquía, Reverte se traslada en tren a Irán, país que recorre de norte a sur. Su primera parada es Teherán, una gran urbe de doce millones de habitantes, “desmedida, exagerada y fea, una ciudad agobiada por el tráfico, a medio asfixiar por un elevado índice de polución, sin diseño alguno, surcada por puentes que sobrevuelan avenidas, casi siempre atascadas y con un tráfico caótico”. De las demás ciudades en su viaje hasta el estrecho de Ormuz, destacan Isfahán, cuya plaza, llamada “la mitad del mundo” es para muchos la más hermosa del planeta, y Shiraz, la ciudad de las rosas, el vino y la poesía. También deslumbran al viajero las ruinas de Persépolis, que le dan pábulo para recordar la grandeza del antiguo imperio persa y trazar una amplia semblanza de Alejandro Magno quien, pese a su proverbial tolerancia, mandó, al parecer en el arrebato de una noche de borrachera, destruir la ciudad. Reverte constata la excepcional hospitalidad iraní con quienes visitan el país, el conato de rebeldía y ansias de modernidad de las mujeres jóvenes obligadas a llevar al menos el pañuelo en sus cabezas, la peculiaridad de los taxistas, lo barato del cambio al euro de la moneda iraní, la recurrente pregunta de si es del Real Madrid o del Barcelona que todos le hacen cuando dice que es español o, cuando visita su mausoleo, lo retrógrado de las ideas del ayatola Jomeini, artífice de la revolución islamista que implantó el régimen teocrático aún vigente tras derrocar al último sah en 1979.

Como en todos sus libros de viajes, Javier Reverte combina con maestría y equilibrio sus experiencias personales y magníficas descripciones con amplias referencias históricas sobre los lugares visitados, y alude con frecuencia a otros viajeros que han escrito sobre ellos en diferentes épocas. En este caso, además de muchos de otros países ya desde la Antigua Grecia, encontramos a españoles como Ibn Battuta, Pedro Tafur, Ruy González de Clavijo, García de Silva, Blasco Ibáñez o Julio Camba. Es una pena que “La frontera invisible” narre el último viaje de Javier Reverte. Sus devotos lectores lo echaremos mucho de menos y le estaremos siempre agradecidos por los buenísimos momentos que nos ha hecho pasar leyendo sus libros. 

“La frontera invisible”. Javier Reverte. Plaza & Janés. 2022. 320 páginas.

 

sábado, 17 de septiembre de 2022

LA VOZ DE ENTONCES


Desde sus inicios literarios hace más de veinte años, Berta Vías Mahou (Madrid, 1961) ha ido desarrollando una larga trayectoria como escritora. Licenciada en Historia Antigua, también es una destacada traductora del alemán, lengua de la que ha traducido al español a autores como Ödön von Horváth, Stefan Zweig, Arthur Schnitzler, Joseph Roth o Goethe. Ha publicado las novelas “Leo en la cama” (1999), “Los pozos de la nieve” (2008), “Venían a buscarlo a él” (2010; Premio Dulce Chacón 2011 de Narrativa Española), “Yo soy El Otro” (2015; XXVI Premio Torrente Ballester de Narrativa y Prix Transfuge) y “Una vida prestada”(2018), el ensayo “La imagen de la mujer en la literatura” (2000) y los libros de relatos “Ladera norte” (2001) y “La mirada de los Mahuad” (2016). Ahora, de nuevo en Lumen, como en sus últimos libros, acaba de publicar “La voz de entonces”, una estupenda y singular novela que, por si aún no lo estaba, consagra a la escritora madrileña como una de las más destacadas de la literatura española actual.

“La voz de entonces” narra, en una mezcla de realidad y ficción, la historia de la familia de la escritora. Una historia que abarca prácticamente un siglo: desde los estertores de la presencia colonial española en Puerto Rico y Cuba hasta el vislumbrar de la recuperación democrática en España tras la muerte de Franco. Los capítulos, que tienen en buena medida autonomía narrativa por sí mismos, constituyen diferentes secuencias con voces femeninas directrices, (todas menos la primera son de la saga femenina de la familia), que recuerdan diferentes momentos de la historia familiar de los Vías. Podríamos decir, siguiendo algunas referencias hechas por ella misma, que Berta Vías es una escritora de ficción con documentados trasfondos históricos. Para esos momentos históricos no es necesario incluir fechas en el relato, pero son evidentes las alusiones a algunos de ellos: la España finisecular y el final del imperio español, la guerra del Rif en Marruecos con el desastre de Annual (donde muere un joven militar de la familia), la Segunda República, la Guerra Civil, el Franquismo, el desarrollismo de los sesenta y, ya asomando, los albores de la democracia tras la muerte del dictador.

El primer capítulo del libro, titulado “La última fuga del esclavo Lino”, es por sí solo un magnífico relato que puede leerse de manera independiente. En voz de una joven mujer conocemos la existencia de Lino, “propiedad de don Juan Vías Paloma, dueño con un par de asociados, el uno nacido en Sitges y el otro en Tossa de Mar, de un ingenio dedicado a la siembre y molienda de caña de azúcar: la Hacienda Constancia”. Lino, traído de África, se ha escapado ya doce veces de la hacienda y ahora está retenido bajo la vigilancia de la joven narradora. Don Juan Vías Paloma, de origen catalán, está casado con doña María Isidora Ochotoco Monclova, de origen vasco. Con valentía y sin la falsedad ni la voluntad de ocultamiento tan frecuentes en estos casos, Berta Vías aborda la existencia de esclavos negros en la hacienda de sus antepasados. Así lo atestigua la narradora del capítulo: “Y es que la mayoría de los traficantes de esclavos, los negreros, eran catalanes. Pero también hoy en día muchos de los hacendados y comerciantes españoles aquí, en el Caribe, lo son, como el señor Vías Paloma y sus dos socios, como mi marido y como yo misma. O vascos, como el padre de doña Ysidora y su socio. Aunque también hay canarios, mallorquines y gallegos, además de franceses, norteamericanos, irlandeses y corsos”.

Sin embargo, los vientos cambian deprisa y crecen las voces para abolir la compra venta de esclavos y la esclavitud misma. Los hijos de los citados dueños de la hacienda se vuelven antiesclavistas y la familia Vías, que luego se irá a vivir a España (magníficas las descripciones de la casa familiar de la calle Hermanos de Bécquer en Madrid), se convierte en una familia burguesa, con militares, abogados, arquitectos… pero a la vez progresista, cosmopolita y librepensadora. Con un agudo toque anticlerical que se pone de manifiesto en varios momentos del libro. Así conocemos los pasquines de la niña Pepita, los celos del señor Vías, casado con una mujer muy guapa y de vestimenta demasiado atrevida para la época, los soliloquios de la bisabuela Vicenta, las tribulaciones de María del Carmen y los domingos con la prima Julieta. Cerca de la casa en la que pasaban el domingo los miembros de la familia, se hallaba la Maternidad de Peñagrande, regentada por monjas, donde había un internado para madres solteras menores de edad que desde las rejas de sus ventanas hablaban a veces con las tres niñas burguesas de los Vías que quedaban fascinadas por los relatos de las reclusas: “Nada más entrar en aquel centro, al parecer, las monjas insistían para que, en cuanto parieran, las menores entregaran sus bebés a alguna pareja estéril. Que era lo mejor para ellas y también para los niños, alegaban para persuadirlas. Son unas ladronas, exclamó en una ocasión una de las chicas. Ladronas de bebés…”. Veremos luego a la prima Julia vivir una situación biológica parecida, pero en un contexto cultural y social distinto al de las desgraciadas niñas de la maternidad.

Berta Vías escribe con una prosa magnífica. Entrecortada a veces, pero siempre exacta y fulgurante, con elegante y certero hilo sintáctico y argumental. Prestando siempre gran atención al vocabulario, riquísimo, y con cierta nostalgia por un léxico ya desaparecido. Lo dicho: por si quedaba alguna duda, Berta Vías Mahou acaba de consagrarse con esta novela, “La voz de entonces”, como una de las voces actuales más importantes de nuestra literatura. 

“La voz de entonces”. Berta Vías Mahou. Lumen. 2022. 208 páginas.

viernes, 9 de septiembre de 2022

LA HISTORIA DEL GAS DE CENTENERA


En estos tiempos convulsos de nuevos conflictos y complejas dependencias energéticas, me ha parecido oportuno recordar en estas páginas el hallazgo que se produjo en la década de los sesenta del pasado siglo XX en la localidad ribagorzana de Centenera. En 1967, en Centenera, localidad próxima a La Puebla de Fantova, y hoy perteneciente al municipio de Graus, se encontró gas. Eran los tiempos de los llamados “petroleros”, cuyos camiones de color verde surcaban las sinuosas carreteras ribagorzanas y de muchos otros lugares de España. Con los petroleros trabajaron muchos grausinos y ribagorzanos que recorrieron buena parte de la geografía de nuestro país en busca del cotizado “oro negro”. Los resultados no fueron demasiado productivos, pero en varios lugares afloraron algunos yacimientos de gas. Uno de ellos fue Centenera.

Centenera es un pueblo de estructura medieval, con su caserío apiñado en torno a una calle. La iglesia parroquial se levanta solitaria, y separada del conjunto, en la parte baja del lugar. A mediados del pasado siglo, Centenera contaba con dieciséis casas abiertas. Luego, como en tantos otros lugares, la emigración produjo un efecto devastador. Sin embargo, sobre el papel, la localidad nunca estuvo deshabitada del todo. Eso se debió al empeño de la familia Serena y alguna otra más que, aunque ya no vivían en el pueblo, siguieron, contra viento y marea, empadronados en él. A principios del presente siglo, llegaron a Centenera una familia galesa (una pareja con dos hijos) y algunos holandeses. Después, se fueron estableciendo allí nuevos pobladores, procedentes de distintos lugares de Europa, que compraron algunas casas en el pueblo. Actualmente, según el censo de 2021, hay quince personas empadronadas en Centenera.

Pero volvamos a aquel año de 1967 en el que Centenera fue centro de actualidad por el descubrimiento de un filón de gas en su término municipal, no muy lejos de su caserío, en la zona denominada La Planera. La noticia corrió como la pólvora y los medios de comunicación regionales y no pocos nacionales se hicieron eco del suceso. El Heraldo de Aragón mandó a Graus y a Centenera a Alfonso Zapater, uno de sus periodistas más destacados de aquel tiempo. Zapater publicó en el Heraldo varios artículos sobre la importancia del hallazgo producido en nuestra comarca. En el primero de ellos, explica sus dificultades para llegar a Graus, el secretismo que se encontró en el lugar de la prospección y las fundadas expectativas que pareció despertar el descubrimiento. En el segundo, Zapater sitúa ya en los años treinta el conocimiento de la existencia de gas en Centenera, cuando un pastor de la zona descubrió de manera casual su posible presencia en los alrededores del pueblo.

Para ir directamente al grano, reproduzco aquí buena parte de esos dos artículos publicados por Alfonso Zapater en Heraldo de Aragón en 1967, citados a través de la noticia que de ellos dio, también en Heraldo, el periodista  Mariano García en 2009. Empiezo con el primer artículo, publicado el 31 de enero de 1967, en el que Zapater relata su llegada a Graus y su desplazamiento a Centenera para conocer de primera mano lo que allí realmente estaba ocurriendo.

“La primera noticia siempre es confusa. Hay que andarse con tiento. Basta con recordar lo sucedido en Valdeajos [Burgos]. El caso es que en Centenera ha comenzado lo que muy bien puede denominarse 'Operación Petróleo del Alto Aragón'. Son los mismos síntomas y las mismas precauciones. Centenera, una aldea perdida en nuestro mapa regional, ha saltado a la actualidad; se ha convertido en noticia.

Creo que, por esta vez, las esperanzas están fundamentadas. He visto demasiadas caras sonrientes. El optimismo de los técnicos y del personal que trabaja en los sondeos es un síntoma revelador. Aunque luego las palabras dejen mucho que desear. Impera la ley del silencio. Pero hay razones y argumentos.

Desde nuestra ciudad hay un largo camino a recorrer. Un camino lleno de sol y montaña. Es necesario dejar Barbastro en la hondonada y rebasar las obras del pantano de El Grado. La carretera es tortuosa y empinada. El puerto de San Roque, con sus 670 metros de altura, es como la puerta de acceso a Graus. No he visto ninguna otra localidad, en día de labor, con tanta gente en las calles. Se ven animados corrillos por doquier. Imagino que el tema preferente de conversación girará en torno al petróleo de Centenera. La gente insiste en esta afirmación: ‘Hay petróleo’. Cuando pregunto por esta localidad, apenas saben darme razón.

-Sí, el petróleo se encuentra a diecisiete kilómetros.

-¿Es cierto que han visto las llamas de los gases desde el monumento a Joaquín Costa?

-Por la noche se veía el resplandor.

El monumento a Joaquín Costa se encuentra en la parte más baja de la localidad. Es imposible que desde allí se divisaran las llamas. Luego nos deshacen el error. No las divisaron desde el monumento a Joaquín Costa, sino desde el erigido al Corazón de Jesús, en el cerro más elevado de las inmediaciones.

Para llegar a Centenera hay que tomar un desvío a la derecha y recorrer diecisiete kilómetros de estrecha y sinuosa pista de tierra. Se ven sucesivos carteles con flechas indicatorias. 'Enpasa'. Es el anagrama de la empresa que realiza las prospecciones.  La Puebla de Fantova queda a la izquierda [sic]. Una mujer señala con el índice de su mano derecha:

-Allí está la 'pilona'.

La 'pilona' es la torre de sondeos. Todos los lugareños le dan este nombre. Levanta su gran mole en una planicie del terreno, entre pinos, carrascas y chaparros. Centenera queda a la izquierda, en el valle. El campo de sondeos registra inusitada actividad. Los martillos de la torre se dejan caer pesadamente, con un sonido siempre igual. A primera vista parece que las máquinas trabajan sin la ayuda del hombre. A la entrada del campo hay unos carteles bien expresivos: 'Prohibido el paso a toda persona ajena a los sondeos', 'Prohibido fumar'. El lugar es conocido con el nombre de La Planera. El sol cae a raudales, casi con la misma fuerza que el martillo de la torre de prospección. La tierra es areniza. Los técnicos se muestran cautelosos y se resisten a ofrecer datos concretos. Lo cierto es que las llamas de la noticia que ha sido divulgada por todas las agencias nacionales no se ven por ninguna parte. Aunque han permanecido, inalterablemente, desde mediados del pasado mes de diciembre. Hace dos días que cerraron las válvulas.

En Graus me dijeron:

-Se les escapó el gas y se incendió. Ahora ya han conseguido taponarlo.

En Graus vieron las llamas de un incendio forestal. Ardieron algunos pinos junto con el gas.

-Pero el gas –puntualizan los técnicos– no se incendió. Sale helado, y es preciso calentarlo y someterlo a numerosas pruebas. El incendio lo provocamos nosotros con el fin de realizar las correspondientes comprobaciones. Para apagarlo no se precisaba otra cosa que cerrar la válvula.

-Pero la han tenido abierta por espacio de casi mes y medio.

Sonríen. No sueltan prenda. Sonríen con suficiencia y hasta con misterio. El gas, por lo visto, es efectivo. El sondeo ha dado resultados satisfactorios en este aspecto. Puede considerarse positivo. Al otro lado de la frontera, en Lacq    –poco más de treinta kilómetros en línea recta–, existen los yacimientos de gas más importantes de Francia.

-¿Qué tipo de gas se ha encontrado en Centenera?

-Puede poner butano si lo desea.

Los técnicos vuelven a sonreír. Aseguran que no se puede precisar el tipo de gas encontrado. Que todavía se encuentra en periodo de análisis. Es posible, sin embargo, que sea rentable y pueda comercializarse. Cinco técnicos y treinta obreros prosiguen los trabajos con optimismo. Quince de estos hombres son franceses. La concesión de los terrenos corresponde a la Empresa Nacional de Petróleos de Aragón, pero los sondeos corren a cuenta de la Empresa Nacional de Petróleos de Navarra. El capital es francés y español.

-¿En qué medida?

-No. Perdone. No podemos decirlo.

-¿A qué profundidad se encuentran los sondeos?

-A 3.200 metros.

-¿A cuántos salió el gas?

Otra vez el silencio. Es una consigna que se cumple a rajatabla. El jefe del campo de sondeos es francés, M. Roger Trescazes. Con él se encuentran don Rafael Moreno García, facultativo de minas; don Alfonso González, encargado de Geología, y el señor Feola.

-Los trabajos –nos informan– comenzaron el mes de julio del año pasado.

-Pero no se trata del primer sondeo.

-En junio concluimos con otro pozo, al que dimos el nombre de 'Campané' [Tal vez el nombre real fuera Campanué]. Llegamos a profundizar hasta 3.000 metros, sin resultados positivos.

-Ahora es distinto.

-Esperamos que sí.

-¿Cuándo se confirmará la presencia de petróleo?

-Hasta el verano, ni una palabra.

Se excusan con la sonrisa misteriosa de siempre. Les hago reparar en los bidones que se amontonan al margen del campo de sondeos, los cuales despiden cierto olor y dejan escapar un líquido negro, sospechoso. Por si fuera poco, en los mismos puede leerse perfectamente: 'Refinería de petróleos de Escombreras. Cartagena (España)'.

-No estamos almacenando petróleo –protestan–.

-¿Qué es, entonces?

-Aceite para los motores.

La respuesta no parece muy convincente, pero hay que admitirla así. El gas, a veces, representa el inicio de petróleo; a veces, no. Quedándose en gas a secas, del tipo que sea, también representa una fuente de riqueza. Los yacimientos franceses de Lacq pueden servir de ejemplo. Las empresas que realizan los sondeos –con capital español y francés–, dependen del Instituto Nacional de Industria. Los técnicos se excusan con estas palabras, además de con sus consabidas sonrisas misteriosas:

-No podemos hablar. Nos lo ha prohibido la dirección.

Y uno piensa, no sabe si acertadamente o no, que estas consignas de silencio siempre resultan sospechosas. Sucedió otro tanto en Valdeajos. Y ahí está el petróleo. Me huele –y nunca mejor empleada la palabra– que va a suceder otro tanto en el Alto Aragón. Por lo pronto, la 'Enpasa' ha llenado de flechas diecisiete kilómetros de trayecto y ha construido a sus expensas tres kilómetros más de carretera”.

Este es el relato, casi al completo, del primer artículo de Alfonso Zapater en Heraldo de Aragón tras su visita a Centenera. Pocos días después, el 16 de febrero de 1967, el conocido periodista zaragozano publicaba un segundo artículo sobre el tema. En él, se remontaba a 1930, cuando de manera casual un pastor de la zona descubrió la existencia de gas cerca del pueblo de Centenera. Tras encender un cigarrillo, el pastor tiró la cerilla a un charco para que se apagase. Sin embargo, de manera sorprendente, del agua brotó una fuerte llamarada que asustó al pastor. Este hecho puso sobre la pista de la posible existencia de gas o petróleo en Centenera y trajo al lugar a un geólogo ruso en 1932. En los años cuarenta, Eleuterio Palacios, realizó las primeras y rudimentarias prospecciones. Así lo cuenta Zapater en su artículo:

“Todavía se habla de Centenera. ¿Cómo no? El petróleo siempre ha ejercido un extraño poder entre las masas. Los productivos yacimientos de Lacq (Francia) han influido, más tarde, para que el gas pase a primer término. El petróleo, en todo caso, será una feliz coincidencia. De un tiempo a esta parte se viene hablando más insistentemente sobre los yacimientos de gas en la provincia de Huesca. No sólo por lo que respecta a Centenera, sino a otras zonas próximas. El gas fluye a ras de tierra, sin esfuerzo alguno. La noticia no es de ahora. Data de 1930. Ya entonces, aunque sorprenda un tanto, se extendió por el país la espectacular llamarada del gas oscense. Hemos conocido a uno de los pioneros de aquella época. Todavía conserva la documentación que acredita su actividad petrolífera y los frutos obtenidos. Don Eleuterio Palacios Clavé nos muestra una acción de la compañía Hidrocarburos Españoles, S. A., actualmente extinguida.

-Se constituyó con un capital social de 300.000 pesetas –informa–. Luego, lo fuimos dejando. Hasta que perdimos los derechos.

-¿Con esa cifra pensaban iniciar los sondeos?

-Entonces era mucho más respetable que ahora.

Sin embargo, aunque se obtuvo gas, no se llevó a efecto su explotación comercial. Ahora, don Eleuterio Palacios ha ofrecido su concurso –su experiencia y sus datos técnicos–, a la Empresa Nacional de Petróleos de Aragón, S.A., (ENPASA), que tiene la concesión del campo de sondeos de Centenera.

-Creo que mi aportación les puede resultar útil.

-¿Cuál es su aportación?

-Denuncié una zona de 11.000 hectáreas, que se extendía desde el pueblo de Samper al de Salinas y desde Palo a Campo. Comprende toda la comarca de La Fueva.

-¿Ventajas de esta zona?

-El gas fluye sin esfuerzo alguno. Sale a flor de tierra. Yo no realicé prospecciones y en cambio obtuve gas metano.

Don Eleuterio Palacios nos habla del descubrimiento. Como sucede frecuentemente, se debió a la casualidad. Se produjo de manera pintoresca. Fue un pastor el primero en dar la alarma. Tras encender un cigarrillo, arrojó la cerilla a un pequeño charco. Pensó que el agua la apagaría inmediatamente. Pero no sucedió así. Surgió una llamarada que alarmó al pastor. El viento, más tarde, se encargó de apagarla.

-Todo esto –puntualiza don Eleuterio Palacios– sucedía en 1930. El pastor lo puso en conocimiento de 'El Americano' de Barbastro. Este último fue el primero que recogió el gas que fluía a presión desde el suelo.

-¿Trascendió la noticia?

-Tanto es así, que en 1932 visitó el lugar un geólogo ruso. Confirmó el yacimiento de gas y habló de la posibilidad de encontrar petróleo.

Don Eleuterio Palacios quiso llevar a cabo la explotación de estos yacimientos en 1944. Llenó una garrafa de aquel mismo gas que fluía a presión de entre la tierra resquebrajada. Previamente, recibió las oportunas instrucciones sobre la manera de llenar el recipiente, con el fin de evitar las mezclas.

-Aquel gas fue analizado –explica– por don Vicente Gómez Aranda, catedrático de Química Orgánica. Arrojó un porcentaje del ochenta y siete por ciento de pureza de metano.

-Es cuando usted se decidió a denunciar las once mil hectáreas de terreno.

-Sí. Comprendía las demarcaciones denominadas 'Corazón de María' y 'Ana Mari'.

Don Eleuterio Palacios, no conforme con los resultados, acudió a Madrid, al Instituto Nacional de Industria. El gas volvió a ser examinado por los ingenieros, señores García Dueñas y Polavieja, dando los mismos resultados positivos.

-También entonces –recuerda– resultó espectacular el hallazgo. Las llamas se veían a diez kilómetros de distancia. Prendíamos el gas para localizar los yacimientos. Luego el viento apagaba las llamas.

-¿Cómo abandonaron su empeño, tras unos principios tan prometedores?

-Nos faltó ayuda económica. Pero el gas metano que obtuvimos era bueno. Lo envasé sin tener experiencia, y aun así arrojó un ochenta y nueve por ciento de pureza. Si lo hiciera ahora, estoy seguro de que llegaría hasta el noventa y siete por ciento.

-¿Contó con el debido asesoramiento técnico?

-Sí. El geólogo francés M. Maurice Mainguy pasó tres días conmigo, analizando detenidamente las zonas de los yacimientos. Conservo todavía los planos y estudios realizados, con fotografías de los bancos de fósiles y minas de sal.

Esta es la historia –probablemente la primera historia– de los yacimientos de gas en la provincia de Huesca. El descubridor fue un pastor anónimo, en colaboración con la casualidad. Pero don Eleuterio Palacios Clavé se erigió, más tarde, en pionero de las prospecciones petrolíferas en aquella zona. Fue el primero que pensó en explotar los yacimientos comercialmente. Prueba de ello son las acciones que todavía conserva. 'Hidrocarburos Españoles, S. A'. Es como una premonición. Actualmente, las acciones carecen de valor. Pero cuenta la experiencia de don Eleuterio Palacios. De la misma manera que cuentan los planos y estudios que posee sobre los yacimientos de gas en la provincia de Huesca.

-La zona que denuncié se encuentra a unos diez kilómetros de Centenera. Está mucho más próxima a los yacimientos franceses de Lacq.

La historia puede quedar así. Sin embargo, será necesario volver a recordarla en breve. Estamos seguros”.

En estos dos artículos, podemos observar las dos etapas en el proceso del descubrimiento del gas en Centenera. Una primera fase, menos conocida, en los años treinta y cuarenta del pasado siglo. Y una segunda, que se da a conocer sobre todo en los inicios de 1967. A pesar de las altas expectativas existentes tras las prospecciones de los años sesenta, por diferentes motivos no se continuó adelante con las extracciones y el proyecto se paralizó.

Recientemente, en 2020, la promotora Pyrenees Energy Spain pidió la reapertura del pozo Carlota, situado en Centenera. El Inaga (Instituto Aragonés de Garantía Ambiental) emitió un informe desfavorable al plan “en tanto no se garantiza la protección ambiental y la gestión adecuada de los residuos de acuerdo a la documentación presentada”. La resolución del Inaga acaba con el proyecto de extraer gas de esa supuesta bolsa localizada por Enapsa (Empresa Nacional de Petróleos del Pirineo) a mediados del siglo pasado para acabar desistiendo de su explotación en 1967 porque no se iban a alcanzar los objetivos inicialmente previstos. Para el Inaga, el nuevo plan había levantado una fuerte oposición en el territorio por los paralelismos con el ‘fracking’ que presentaba la técnica que planteaba aplicar la compañía, sucesora de Industrias Mineras de Teruel y con vínculos con el Banco de Sabadell.

Según la promotora, se trata de un emplazamiento en el que “el gas presenta la capacidad de fluir naturalmente y sin estimulación del yacimiento al sondeo” por tratarse de “un yacimiento carbonatado fracturado en el que el gas fluye de manera natural hacia el sondeo a través de las fracturas del macizo rocoso”, pese a encontrarse el depósito “confinado por más de 500 metros de roca impermeable” de tipo marga. Según las noticias de prensa, la autorización inicial del Gobierno de Aragón daba a Pyrenees Energy Spain cuatro años para realizar los sondeos previos a la extracción y para tomar una serie de medidas ambientales, entre las que destacaban la prevención de la contaminación de los acuíferos de la zona y la obligación de “asegurar la inocuidad del proyecto sobre las aguas superficiales y subterráneas”, una de las consecuencias más habituales, junto con el hundimiento de terrenos, del ‘fracking’ o fractura hidráulica, un sistema vetado en la comunidad autónoma desde hace varios años.

La explotación del pozo, que debería suspenderse en caso de detectar daños en los sistemas hídricos, iba a generar, por otro lado, el lanzamiento a la atmósfera de más de mil toneladas de CO2 al cabo del año “por la quema del gas natural en la antorcha, siempre y cuando se obtengan esos flujos”. Eso iba a ocurrir en una zona catalogada como de riesgo de incendio forestal medio-alto. Sin embargo, al final no llegarán a realizarse ni siquiera los sondeos previos. “El informe desfavorable está motivado en la ausencia de firma y la no identificación de los autores y su titulación de manera que se justifique su solvencia técnica”, señala la resolución del Inaga, que también destaca la existencia de “carencias documentales que dificultan su valoración” y “la no incorporación al documento de algunos de los condicionados de la declaración de impacto ambiental”. No obstante, ese mismo informe abre la puerta a que “el promotor pueda iniciar de nuevo el trámite mediante la presentación de la documentación completa en la que responda de forma detallada a los condicionados establecidos en la declaración de impacto ambiental” y a que justifique e incluya “los objetivos y contenidos” del plan de restauración, especialmente en lo referente a la gestión de los residuos y a la protección y rehabilitación de los espacios afectados.

Los planes de Pyrenees Energy Spain incluían realizar una perforación desde una torre de 34 metros de altura para retirar los tapones cementados situados desde hace 53 años a 2.535, 2.425 y cien metros de profundidad. “A medida que se realiza la perforación se recirculará fluido por el pozo observando el retorno, controlando pérdidas, ganancias o presencia de gas en el fluido de perforación”, señala el informe, mientras la compañía lleva a cabo “la fase de disparos para determinar el potencial productor de hidrocarburos”. En caso de no resultar viable la explotación, “se procederá al sellado del pozo con al menos tres barreras de contención física que eliminarán toda posibilidad de fuga de cualquier fluido procedente del sondeo hacia la superficie”, en una operación que incluiría el “corte de la tubería del pozo a unos dos metros de profundidad, soldándole una plancha de acero y recubriendo la zona con capa de cemento de un metro de espesor y enrasada con tierra hasta la superficie del terreno”.

Finalmente, este proyecto de hace un par de años de retomar la explotación del pozo Carlota de Centenera quedó definitivamente desechado. Este es, de momento, el último capítulo de la ya larga historia del gas de Centenera. Tal vez en el futuro tengamos nuevos episodios de este relato que arrancó en 1930, cuando un pastor encendió su cigarro junto a un charco.

No sabemos lo que nos deparará el futuro, pero lo más inmediato es la celebración de nuestras Fiestas Mayores, ya, por fin, sin las restricciones de estos pasados años de pandemia. Así que no queda más que cerrar esta colaboración anual en las entrañables páginas de El Llibré deseando a todos los grausinos, ribagorzanos y visitantes unas Felices Fiestas de Graus 2022.

(Artículo publicado en El Llibré de las Fiestas de Graus 2022)