Los hermosos años del castigo, Fleur Jaeggy, Tusquets, 2009, 118 páginas
Fleur Jaeggy (Zurich, 1940) es un escritora suiza que escribe en lengua italiana y que responde probablemente a lo que, tal vez en términos algo pedantes, suele denominarse autor de culto. Es poco conocida, no tiene demasiada obra publicada, rehúye aparecer en los medios de comunicación, cultiva una literatura original y diferente y no tiene muchos lectores aunque absolutamente fieles y apasionados. Los hermosos años del castigo es su novela más conocida. Fue publicada en Italia en 1989 y ahora Tusquets, con su buen gusto habitual, la ha reeditado en su colección Andanzas.
Los hermosos años del castigo es una novela corta, escrita en primera persona por una narradora que desde su madurez recuerda los años que en su infancia y adolescencia pasó en diversos internados femeninos, principalmente en el Bausler Institut, situado en el cantón suizo de Appenzell, junto al lago Constanza, y destinado a hijas de familias ricas. El lugar es un microcosmos cerrado donde las jóvenes adolescentes, alejadas de un mundo exterior que apenas visitan, establecen entre sí relaciones de amistad, exclusión, rechazo, atracción o simpatía. Verdadera fascinación, mezcla de devoción intelectual y atracción erótica, es lo que siente la narradora por Frédérique, una nueva interna que destaca por su autodisciplina y una inteligencia y una belleza hieráticas, una casi perfección fría y distante que excluye de su mundo al resto de compañeras. Pese a todos los intentos por conquistarla, la narradora nunca acaba de ser aceptada por Frédérique, que se convierte en la verdadera protagonista de la novela.
Fleur Jaeggy cultiva una escritura de extraña y fascinante belleza, que destila una pasión contenida y una aguda sensibilidad, con un estilo breve y conciso, de frases cortas y afiladas como sentencias o epitafios. En la novela se describe, siempre en menor medida que a Frédérique, a otras internas, como la igualmente atractiva pero caprichosa e insípida Micheline, o a la pareja que regenta el internado. Asoman también unos padres ricos cuyas situaciones familiares sólo permiten dedicar a sus hijos, siempre desde la lejanía, más dinero que cariño.
Ya en el inicio del libro, con la referencia al escritor suizo Robert Walser, que estuvo recluido en un manicomio cercano al internado y se dejó morir sobre la nieve, se apuntan de manera premonitoria temas como la locura y el suicidio que, en una estructura narrativa circular, reaparecerán con fuerza al final del relato.
Los hermosos años del castigo lleva la paradoja implícita en su título. En sus páginas, también la belleza y la destrucción acabarán fundiéndose.
Carlos Bravo Suárez
Fleur Jaeggy (Zurich, 1940) es un escritora suiza que escribe en lengua italiana y que responde probablemente a lo que, tal vez en términos algo pedantes, suele denominarse autor de culto. Es poco conocida, no tiene demasiada obra publicada, rehúye aparecer en los medios de comunicación, cultiva una literatura original y diferente y no tiene muchos lectores aunque absolutamente fieles y apasionados. Los hermosos años del castigo es su novela más conocida. Fue publicada en Italia en 1989 y ahora Tusquets, con su buen gusto habitual, la ha reeditado en su colección Andanzas.
Los hermosos años del castigo es una novela corta, escrita en primera persona por una narradora que desde su madurez recuerda los años que en su infancia y adolescencia pasó en diversos internados femeninos, principalmente en el Bausler Institut, situado en el cantón suizo de Appenzell, junto al lago Constanza, y destinado a hijas de familias ricas. El lugar es un microcosmos cerrado donde las jóvenes adolescentes, alejadas de un mundo exterior que apenas visitan, establecen entre sí relaciones de amistad, exclusión, rechazo, atracción o simpatía. Verdadera fascinación, mezcla de devoción intelectual y atracción erótica, es lo que siente la narradora por Frédérique, una nueva interna que destaca por su autodisciplina y una inteligencia y una belleza hieráticas, una casi perfección fría y distante que excluye de su mundo al resto de compañeras. Pese a todos los intentos por conquistarla, la narradora nunca acaba de ser aceptada por Frédérique, que se convierte en la verdadera protagonista de la novela.
Fleur Jaeggy cultiva una escritura de extraña y fascinante belleza, que destila una pasión contenida y una aguda sensibilidad, con un estilo breve y conciso, de frases cortas y afiladas como sentencias o epitafios. En la novela se describe, siempre en menor medida que a Frédérique, a otras internas, como la igualmente atractiva pero caprichosa e insípida Micheline, o a la pareja que regenta el internado. Asoman también unos padres ricos cuyas situaciones familiares sólo permiten dedicar a sus hijos, siempre desde la lejanía, más dinero que cariño.
Ya en el inicio del libro, con la referencia al escritor suizo Robert Walser, que estuvo recluido en un manicomio cercano al internado y se dejó morir sobre la nieve, se apuntan de manera premonitoria temas como la locura y el suicidio que, en una estructura narrativa circular, reaparecerán con fuerza al final del relato.
Los hermosos años del castigo lleva la paradoja implícita en su título. En sus páginas, también la belleza y la destrucción acabarán fundiéndose.
Carlos Bravo Suárez