“Sueños
de trenes”. Denis Johnson. Literatura Random House. 2015. 144
páginas.
Denis Johnson (Munich, 1949) es en la
actualidad un verdadero escritor de culto en Estados Unidos. Nacido
accidentalmente en Munich, se crió en Tokio, Manila y Washington y
vive actualmente entre Idaho y Arizona, con su familia, alejado de
los medios de comunicación y sin conceder apenas entrevistas.
Johnson es autor de una obra literaria heterogénea y variada que
incluye novelas, libros de relatos y teatro. Destacan sus novelas
“Árbol de humo” (National Book Award 2007), “Que nadie se
mueva” o “El nombre del mundo” y su colección de relatos
“Hijo de Jesús”, de la que en 1999 se hizo una película que los
principales diarios norteamericanos consideraron entre las diez
mejores de ese año. En 2015 publicó su novela corta “Sueños de
trenes”, que hoy reseñamos en esta sección, y acaba de publicar
su última novela “Los monstruos que ríen”, ambientada en África
y recién editada en España también por Literatura Random House.
Ambas están traducidas por Javier Calvo.
“Sueños
de trenes” es una narración breve que puede -y casi debe- leerse
de un tirón en pocas horas. Cuenta la vida de Robert Grainier, desde
su nacimiento en 1893 hasta su muerte en 1968. Grainier es un sufrido
pionero, jornalero en la construcción de los ferrocarriles del norte
estadounidense próximo a Canadá, cortador de árboles en los
grandes bosques, trabajador de aserraderos, que vive en poblados
efímeros construidos a pie de obra,
que convive con tipos duros y egoístas (“te
invito a beber si no tienes dinero, pero no esperes que te salve la
vida si, con ello, la mía entra en riesgo”)
y
con indios alcoholizados. Siempre en trabajos de riesgo y esfuerzo
físico, que dejan poco tiempo para pensar e incluso para estar
triste. Y eso que Grainier pierde a su mujer y su hija en un
devastador incendio que arrasa la región. Un hombre corriente que, a
pesar de sus duros trabajos, sólo logra ser dueño de una cabaña
con un trozo de tierra, un par de caballos y una carreta. Que supera
las desgracias y adversidades con un estoicismo y una dignidad que
rozan el nihilismo. Cuya única celebridad entrevista fugazmente fue Elvis
Presley, que pasó una vez raudo y veloz en un vagón privado por la
estación en que él trabajaba. Grainier encarna toda una época de
esforzada lucha contra la naturaleza en la conquista y domesticación
de los grandes espacios, que supuso la construcción de un país nuevo
y moderno. Una época que termina con él: “Y de pronto todo se
volvió negro y aquella época desapareció para siempre”.
Johnson resume admirablemente toda
una vida, siempre pobre y modesta, en 144 páginas. Su prosa es
sobria y contenida, pero trabajada, pulida y prístina, buscando las
frases justas para dar con pocas palabras una idea amplia, sin
florituras superfluas ni sentimentalismos, pero con intención
profunda y lograda agudeza de estilo. Salvo en el propio Granier,
profundiza poco en el resto de personajes, sólo importantes por su
acercamiento al personaje principal y protagonista exclusivo del
libro. Describe con pocos trazos, aunque con gran belleza literaria,
los grandes paisajes del noroeste estadounidense, los bosques, las
nubes, su cabaña, los efectos del gran incendio que le arrebató a
su mujer y su hija. Hay humor en algún pasaje del relato, como
cuando Grainier se encuentra con un hombre que dice haber sido
disparado por su perro. La novela empieza sin presentación previa de
los personajes, cuando un grupo de jornaleros de la construcción del
ferrocarril se dispone a tirar de un puente abajo a un chino que
también trabaja en la obra. Hay pasajes de posible realismo mágico
-algún crítico ha hablado de nihilismo mágico-, sobre todo en las
referencias a la chica-lobo que se mezclan con las alucinaciones del
solitario Grainier.
Son
muchas las influencias o conexiones literarias que pueden
establecerse respecto a esta novela. A mí me ha recordado a la
magnífica
"Butcher's
Crossing”, de John Williams, que reseñamos aquí no hace mucho y
me gustó aún más que esta. La crítica ha vinculado “Sueños de
trenes” con las novelas de Herman Melville, Nathaniel Hawthorne o
Cormac MacCharty, y hasta con las películas de Terrence Malick o las
baladas de Johnny Cash y otros grandes autores de la música country
norteamericana.
“Sueños de trenes” es una magnífica novela corta, densa, bien escrita y muy entretenida; pero triste y cargada de un profundo sentimiento trágico de la vida.
“Sueños de trenes” es una magnífica novela corta, densa, bien escrita y muy entretenida; pero triste y cargada de un profundo sentimiento trágico de la vida.
Carlos
Bravo Suárez