domingo, 28 de mayo de 2017

MORIR EN PRIMAVERA



“Morir en primavera” es el primer libro de Ralf Rothmann (Schleswing, 1953) que se publica en España. El escritor germano desempeñó diferentes oficios antes de dedicarse por completo a la literatura y convertirse en  dramaturgo y, sobre todo, en novelista de éxito en su país, donde ha recibido diversos premios y reconocimientos. “Morir en primavera”, publicada en Alemania en 2014, es su última novela. A finales del pasado año, fue editada en nuestro país por la magnífica Libros del Asteroide, con traducción de Carles Andreu.

“Morir en primavera” narra las peripecias del soldado Walter Urban durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, en la primavera de 1945. Walter, que aún no ha cumplido los dieciocho años, trabaja, junto a su gran amigo Fiete, como ordeñador y ayudante en una granja de la campiña germana. Allí empieza a tontear con la joven Elisabeth, con quien vive un incipiente noviazgo. La llegada de un grupo de las SS con la intención de reclutar jóvenes para la guerra rompe la paz y armonía del lugar y obliga a Walter y a Fiete a convertirse en soldados. Son destinados a la zona de Hungría controlada por los alemanes, que se baten en retirada ante el imparable empuje de los aliados y los rusos. Walter consigue evitar entrar en combate, aunque vive algunos episodios de inusitada violencia. El más traumático es el fusilamiento de su amigo Fiete, quien tras ser gravemente herido, y atenazado por el miedo a volver al frente, intenta escapar del hospital y es detenido y condenado a muerte por desertor. Poco después, la guerra termina y Walter vuelve a la vida civil, intentando buscarse un futuro en la dura y difícil postguerra de una Alemania devastada.
             
Como explica al inicio del texto, el autor parece inspirarse en la historia de su padre para escribir la novela. Pero es una inspiración libre, o el llenado literario de un vacío, porque su padre, un hombre amargado, taciturno y solitario, nunca quiso hablar de la guerra ni dar a su hijo detalles de sus recuerdos juveniles en el frente. “El escritor eres tú” era la respuesta a sus requerimientos. Y de ahí surgió esta extraordinaria novela, llena de profunda emoción y fuerza, con unos entrañables personajes, descritos y contados con verosimilitud y cariño, y unos episodios intensos, magníficamente narrados a través de una prosa precisa y elegante.
             
Por el tema y el momento histórico en que transcurren los hechos, uno puede pensar que se halla ante una novela más sobre nazis en la Segunda Guerra Mundial, un tema exprimido y aparentemente agotado, usado a veces con demasiado descaro en busca del fácil éxito comercial. “Morir en primavera” desmiente por completo cualquiera de esos parámetros y confirma que el tema bélico puede abordarse con enfoques literarios renovados y que Ralf Rothmann ha logrado dotar a su narración de un verismo y una hondura poco frecuentes, sólo al alcance de los mejores escritores. 

“El silencio, el rechazo absoluto a hablar, especialmente sobre los muertos, es un vacío que tarde o temprano la vida termina llenando por su cuenta con la verdad”. Esta es la frase con que se inicia la novela. En el viaje de unos meses, y de toda una vida con el antes y el después de esa terrible primavera de 1945, viviremos esa verdad magníficamente creada o recreada por el novelista a partir de los silencios de su padre. “La suya era la gravedad de alguien que había visto muchas cosas, que sabía de la vida más de lo que era capaz de explicar; sospechaba también que, aunque dispusiera de palabras para expresarlo, no existía redención posible”.

Esta novela ha supuesto para los lectores españoles el deslumbrante descubrimiento de Ralf Rohtmann. Esperemos que otras narraciones de este destacado escritor alemán sean pronto traducidas a nuestro idioma y editadas en nuestro país.

“Morir en primavera”. Ralf Rothmann. Libros del Asteroide, 2016. 232 páginas.

jueves, 25 de mayo de 2017

EL CLOT (ENTRE CERLER Y L'AMPRÍU) - BOSQUE DE LAVERT - ERMITA DE SAN SATURNINO DE SESUÉ - CAMPING DE SESUÉ - CENTRAL DE VILLANOVA - CASTEJÓN DE SOS

 Foto de grupo. De fondo, las tucas Cambra y Llantia y Posets y los Eristes.
 Cerler con las tucas de Ixeia de fondo
 El Perdiguero.
 Inicio de la excursión
 Por el bosque de Lavert





 Parada en un claro del bosque con buenas vistas.

 Eriste y el pantano homónimo.
 Más prado y bosque.
















 Sahún desde los Coronasos
 Sahún
 Llegando a la ermita de San Saturnino o San Sadurní.

 El Turbón al fondo.
 En la ermita de San Saturnino


 La ermita de San Saturnino desde abajo.
 La Meliguera
 Saliendo de la ermita.

 El valle del Ésera .
 El Castellaso.
 Camino hacia el río
 El río Ésera y el Turbón al fondo.
 Villanova desde la ermita de San Saturnino.
 Villanova desde el otro lado del río.
 Iglesia de San Pedro de Villanova.
 Iglesia de Santa María de Villanova.
 Junto al río Ésera.
 Sos con zoom desde el camino a Castejón.
 Castejón de Sos a la vista

El pasado domingo, veintinueve miembros del Centro Excursionista Ribagorza participamos en una excursión desde El Clot (entre Cerler y L’Ampríu) y Castejón de Sos, pasando por el bosque de Lavert y la ermita de San Saturnino de Sesué. Tras la caminata matinal, los excursionistas disfrutamos de una magnífica comida en el restaurante Pirineos de Castejón de Sos.

A las siete de la mañana, salimos de Graus en autobús en dirección a Benasque y Cerler. Pasada esta localidad, y un poco antes de llegar a L’Ampríu, a las 8.45 horas, el autobús nos dejó en el paraje conocido como El Clot, desde donde arranca la llamada pista del Solano. Ya en el punto de partida tuvimos magníficas vistas del Perdiguero, aún muy nevado, y de Cerler con las tucas de Ixeia como fondo. Tras una ligera subida inicial, y después de dejar a nuestra izquierda los remontes del llamado Rincón del Cielo, el camino inicia una bajada que constituyó ya la tónica general del resto de nuestro itinerario. El primer tramo de éste transcurre por el llamado bosque de Lavert, que es primero un pinar y se convierte luego en un espeso bosque mixto con presencia de abedules, álamos temblones, avellanos y bojes. Transcurrida algo más de hora y media de camino, hicimos una parada para el desayuno en un claro de bosque con un amplio y verde prado. Desde su extremo, asomados a una espléndida atalaya natural, disfrutamos de estupendas vistas de Eriste y su pantano, justo debajo de nosotros. Allí nos hicimos la foto de grupo con las tucas Cambra y Llantia y Posets y los Eriste como magnífico telón de fondo.

Reanudado el camino, continuamos por la pista principal para abandonarla luego por nuestra derecha. Primero por otra pista secundaria y luego por estrecha senda, pasamos cerca de la borda de Llobera y salimos a la zona conocida como los Coronasos, desde donde contemplamos espléndidas vistas de Sahún, al otro lado del río Ésera. Al cabo de un rato, a las 12 horas, llegamos a la ermita de San Sadurní o San Saturnino, una pequeña y cuidada construcción popular perteneciente al municipio de Sesué. En ese acogedor paraje, hicimos un breve receso para descansar y disfrutar de las amplias vistas del valle del Esera, con Villanova y Sesué a ambos lados del río y el Turbón cerrando el horizonte por el sur.

Desde la ermita, descendimos por un sendero estrecho y muy erosionado que utilizan quienes hacen la vía ferrata del Castellaso, un escarpado peñasco que se levanta junto al camino.  Nos acercamos a la orilla del Ésera y dejamos Sesué a nuestra izquierda, mientras al otro lado del río veíamos Villanova y sus dos iglesias románicas de San Pedro y Santa María, Tras pasar por la central de Villanova, y ya siempre por terreno llano y por la margen izquierda del Ésera, a las 14 horas llegamos a Castejón de Sos. En el restaurante Pirineos de esta localidad ribagorzana, y con el buen ambiente habitual, dimos buena cuenta de una suculenta y apetitosa comida. Tras una agradable sobremesa, volvimos en autobús a Graus, adonde llegamos alrededor de las 18 horas.

Según nuestro GPS, en nuestra excursión habíamos recorrido 18,7 km, en los que invertimos cinco horas y media, andando tranquilamente y disfrutando de varias relajantes paradas. El desnivel de subida, al inicio del camino, fue de 191 m.; y el de bajada, de 985. El punto más alto del recorrido fueron 1.984 m. y el más bajo, Castejón de Sos, a 925 m. de altitud. La mañana comenzó algo nublada y fresca, pero acabó siendo soleada y calurosa. Fue una completa jornada excursionista, con un recorrido no demasiado exigente y una buena recompensa gastronómica.


Datos , mapa y perfil de la excursión:
 
Distancia: 18,7 Km
Ascenso: 191 m
Descenso: 985 m
Altura máxima: 1.834 m
Altura mínima: 925 m
Tiempo transcurrido: 05h39m
Tiempo en movimiento: 04h47m
Tiempo detenido: 00h52m
Velocidad media: 3,48 Km/h
Promedio movimiento: 4,10 Km/h.



Artículo publicado en Diario del Alto Aragón: