Torres del Obispo, localidad
hoy incluida en el municipio de Graus, no ha tenido siempre la denominación
toponímica con que se la designa en la actualidad. El sustantivo Torres, derivado
del latín “turris” (con el significado de “torre, castillo o población
fortificada”), utilizado coloquialmente a secas por sus habitantes, se ha visto
casi siempre acompañado en sus denominaciones oficiales por un complemento
encabezado por la preposición “de” con el significado general de “perteneciente
a”. Aunque ha habido otras denominaciones más efímeras, dos han sido las principales
para referirse a la población: Torres del Abad de San Victorián y Torres del
Obispo. Vamos a ver en este artículo en qué momentos cronológicos se han
utilizado ambas denominaciones y cuáles fueron las causas del paso de una a
otra y en qué circunstancias históricas y sociales se produjo esta
transformación nominal.
Como a
finales del siglo XIX afirmaba el cronista local Ramón Burrel (1), es muy
probable que el rey aragonés Ramiro I conquistara a los árabes la plaza ribagorzana
de Torres del Obispo en el año 1063, después de la toma de Benabarre y justo
antes de que el propio monarca encontrara la muerte ese mismo año en su fallido
intento de ganar Graus. Pero esta fecha no está documentada y la conquista bien
podría haberse producido unos años más tarde y ser un eslabón más en la asfixia
a la que el nuevo rey, Sancho Ramírez, que no deseaba repetir los errores de
precipitación de su padre, estaba sometiendo al castillo grausino. Al parecer,
el lugar fue repoblado y organizado hacia el 1078; por lo tanto, ya estaría
conquistado en esta fecha, cuando el citado Sancho Ramírez concedió a Gombau
Ramón de Capella el vecino pueyo o cerro de Castarlenas. En las afrontaciones
son consignadas la Torre de Asner Moret y la Mata de Torres. Poco después, este
mismo rey dio a Sancho Tomás de Torre de Ésera y a Baró Mir un capmás al Pueio
de Sus (tal vez el nombre anterior de Pueyo de Marguillén) y tres más al castillo de Turino, tal vez
Torres, con diezmos, primicias y oblaciones (2).
Cuando
Graus fue por fin conquistado en 1083, la villa fue otorgada por Sancho Ramírez
al monasterio de San Victorián de Asán, en Sobrarbe, del que pasó a depender.
Según se deduce de un documento de unos años más tarde, también Torres se
convirtió en pertenencia del monasterio asanense y, por ello, comenzó a
denominarse Torres del Abad de San Victorián. Este documento está fechado en
Monclús en noviembre de 1094 y en él se dice que Pedro I de Aragón y Ribagorza
donó a Santa María de Obarra y al monasterio de San Victorián de Asán la "ecclesiam Sancta Maria cum ipsa sua
parrochia et illa que dicitur Turris ab integro". Es decir, la iglesia
de Santa María y la parroquia llamada Torres íntegra, con los diezmos, las
primicias, las oblaciones y los derechos de defunción. También le dona toda la
villa, con las tierras, viñas, edificios, árboles, aguas, acequias, molinos,
prados, y muchos otros bienes inmuebles que tenía y que en el futuro pudiera
adquirir. Además de eso, concedió que todos los rebaños pudieran pastar
libremente en los dominios reales, sin pagar herbaje ni carnelaje (impuestos
por la hierba y por la carne) y, asimismo, que los hombres pudieran aprovechar
la madera del bosque. Finalmente, hay que subrayar que este documento confirma
la donación "sicut olim jam
antecesores mei dederant predictam ecclesiam et villam de Torres de Sancta
María de Obarra" (3). En este documento se observa que el pueblo es
llamado Torres de Santa María de Obarra; a partir de este momento, y para dejar
clara su nueva dependencia, adquiere la denominación de Torres del Abad de San
Victorián.
Según
el ya citado Ramón Burrel, quien se basa sobre todo en que así lo ha transmitido
la tradición local a lo largo de generaciones, el pueblo habría sido una
importante plaza de la orden religioso-militar de los templarios. Este hecho no
puede afirmarse con rotundidad ni documentarse, y el mencionado cronista local
no aporta argumentos demasiado sólidos; pero la tradición lo ha transmitido con
empeño y también en la Historia de
Barbastro de López Novoa, escrita en 1861, al referirse a Torres del
Obispo, entre otras cosas, se dice que "su iglesia parroquial, antes
colegial, fue convento de templarios" (4).
Tras
ese posible periodo de presencia de la Orden del Temple, el lugar sería
restituido al abadiado de San Victorián de Asán. Torres del Obispo era la
posesión situada más al sur y la más alejada del propio monasterio de las
muchas que dependían de la abadía sobrarbense. En un documento fechado en
agosto de 1307 y recogido en el libro Los
monasterios medievales de Aragón, de Agustín Ubieto, al establecer el rey
Jaime II lo que el monasterio de San Victorián debía cobrar por sus villas, se
hace mención expresa de todas ellas, en su mayoría situadas entre los ríos
Cinca y Ésera, y en la relación ya aparece Torres, escrito sin ningún
complemento del nombre añadido. Se trata, como hemos referido, del pueblo más
alejado del monasterio. De la zona geográfica más próxima al mismo, sólo
aparecen citados Torrelabad, Torre de Ésera y Graus (5).
En el
interesantísimo libro de Antonio Serrano Montalvo La población de Aragón según el fogaje de 1495, Torres, que consta
como perteneciente al monasterio de San Victorián, tenía en ese año dieciocho
fuegos, es decir, dieciocho casas, que a una media de unas cinco personas por
casa daría un total de unos noventa habitantes. Lo más interesante de este
documento es que se citan los nombres de esos dieciocho vecinos (cabezas de
familia) del lugar, por este orden: Primo mossen Johan Garriz (rector), Johan
de Santa Olalia (bayle), Miguel de la Clusa, Domingo Cepiello, Betrán de la
Portella, Sancho Naval, Jaume Piquer, Ramón lo Mujerrez, Johan de Terlión,
Johan Bonet, Jaume Frago, Pedro Xristoval, Tristán Moncal o Montal (miserable),
Antoni Ferrer (miserable), Ramón de Font (miserable), La de Miranda
(miserable), Arnau Guillem (miserable) y Martín el Vizcayno, (miserable). En
una nota se dice que, en un principio, se les olvidó nombrar a tres miserables
que no tenían qué comer, y que eran Tristán Montal, Antoni Ferrer y Ramón de
Font. Esta expresión "miserable" se utiliza para referirse a su
condición de pobres de solemnidad y vemos que de las 18 casas del pueblo, 17 si
descontamos la del cura, seis eran muy pobres y tres de ellas tanto que no
tenían ni para su sustento. Algunos de los nombres como Clusa (Cllusa, en el habla local), Frago, Naval
o Portella son denominaciones de casas del pueblo que han llegado hasta la
actualidad, o al menos hasta hace muy pocos años, y de las que los citados
serían posiblemente antepasados hace ya más de quinientos años (6).
Entre
los muchos informes que se redactaron en el siglo XVI, Ubieto, en su ya
mencionado libro, cita uno del canónigo Pérez de Artieda que dice, entre otras
cosas, que "San Victorián es el monasterio más antiguo deste reyno y que
tiene su distrito que llaman el Abadiado de San Victorián, el cual tiene de
largo seis leguas, contando desde Gia hasta Torres más abaxo de Graus, y en
ancho otras tantas dende La Espuña hasta Obarra, dentro del cual el abad
exercita jurisdicción espiritual y en sus lugares propios de vasallos la
temporal, excepto en los lugares de Rivagorza (escrito así con v), y para el
exercicio del espiritual tiene su oficial en la villa de Graus, puesto que
dentro del dicho distrito tiene el obispado de Lérida algunos lugares de su
jurisdicción estando entremezclados unos con otros y en muchos que son del
abadiado tiene también jurisdicción espiritual y colación de beneficios el
dicho obispo y asimesmo hay entremezclados algunos del priorato de Roda"
(7). Sabemos que en Graus las disputas por el poder temporal sobre la villa (la
dependencia religiosa se mantuvo hasta mucho más tarde) culminaron con un
importante pleito entre la abadía asanense y el conde ribagorzano, que un
arbitraje resolvió a favor del segundo en el año 1480 (8). En el siglo XVI, los
litigios son entre el conde de Ribagorza y el propio monarca Felipe II, y esta
disputa por la jurisdicción de Ribagorza dio lugar a las cruentas guerras
civiles que ensangrentaron el condado durante parte de dicha centuria.
En un
informe de 1549, citado por Manuel Iglesias Costa en su Historia del Condado de Ribagorza, y realizado con motivo de la
visita al condado del propio conde titular don Martín Gurrea y Aragón, se alude
al pueblo como Torres de San Victorián y se dice lo siguiente, que intento
transcribir con comas, que no aparecen en el documento citado por Iglesias, y
donde suprimo algunas referencias poco claras: "Comparecieron Sebastián
Santolaria, bayle del lugar de Torres de San Vitorián, [parece probable que
este Sebastián Santolaria fuera descendiente del Johan Santolaria que aparece
también como bayle del lugar en el informe de 1495]; Pedro Frago, [descendiente
del Jaume Frago de 1495], jurado; Juan Bidal, prohombre; y consejeros, personas
elegidas por el concejo general del dicho lugar. Respondieron que el lugar es
del abadiado de San Victorián y son veinte y nueve vecinos y que la jurisdicción
criminal es del señor conde y que ésta han visto ejercitar y que la apelación
en lo civil han oído decir que también es del señor conde. Tiene en dicho lugar
su señoría hueste y cabalgada y junta de homicidios y otras calonías. Hay
bayle, justicia y dos jurados y el bayle pone el abad y jurados y el bayle pone
el justicia. Hay tres infanzones llamados Sebastián Santolaria, Francisco Navarro
y Juan Miguel Montart". (9). De este documento, que no olvidemos se hace
para que el conde reivindique su poder y su autoridad sobre los diversos
lugares del condado, observamos que se dice que éste, el conde, tiene cierta
jurisdicción sobre el lugar, pero que el bayle (el alcalde) del pueblo, según
parece entenderse, es nombrado por el abad; por lo tanto, en algunos aspectos,
el conde tiene jurisdicción sobre la población, pero en otros la mantiene
todavía el prelado asanense.
Pero
hay más. En 1554 se realiza un censo a raíz de una sentencia dictada por la
audiencia de Zaragoza a favor del conde don Martín de Gurrea y Aragón en
respuesta al recurso presentado contra la pretensión real de Felipe II de
incorporar el condado a la Corona. Como hemos dicho, este pleito será el origen
de las sangrientas guerras civiles ribagorzanas. Este censo, también citado en
su ya referido libro por Manuel Iglesias (10), y considerado por éste como muy
fiable, se realiza tras recorrer don Martín, pueblo a pueblo, todo su condado y
es, como dice Iglesias, el censo de la época conocido de mayor precisión. En
él, aparece Torres del Abad entre los lugares del condado que son “de Señores
de Iglesia”, lo que quiere decir que Torres pertenecía al abadiado de San
Victorián, pero donde el conde tiene jurisdicción criminal y cierta pretensión
en apelación de la civil y otros derechos, con una población de cincuenta
fuegos (unos 250 habitantes). El incremento de vecinos es muy notable respecto
al informe de sólo cinco años antes; por lo tanto, alguno de los dos podría ser
erróneo. Sabemos que muchos censos no se ajustaban a la realidad porque, cuando
se realizaban para recaudar impuestos, había vecinos que se ocultaban o incluso
huían de la población. Sin pretender enredarnos en la fiabilidad de estos
censos e informes, constatamos sus diferencias y observamos la situación de
Torres que, como la de Graus, es de pertenencia todavía al monasterio de San
Victorián, aunque sometido cada vez en más aspectos a la jurisdicción del conde
de Ribagorza.
El
censo anterior queda confirmado en otro informe de 1566, y en la posterior bula
pontificia de 1571, citados por Ubieto en su libro sobre los monasterios de
Aragón (11), donde se detallan los
cincuenta y cuatro lugares del señorío monástico de San Victorián y los tres
monasterios-prioratos (además del propio de San Victorián, los de San Pedro de
Tabernas y Santa María de Obarra), que alcanzaban hasta 925 vecinos, es decir,
fuegos o casas, destacando el conjunto de Graus, con 300, al que sigue Torres
con 50. Esta cifra, como decimos, coincide con el censo de 1554 citado por
Iglesias Costa. El abadiado ejercería en ese momento su potestad sobre una
población de entre 4000 y 5000 habitantes.
En el
año de 1571, mediante una bula pontificia firmada por Pío V, el día 28 de junio
se creaba la nueva diócesis de Barbastro y el abadiado de San Victorián perdió
la jurisdicción sobre casi todos los lugares citados. Por consiguiente, Torres
dejó de pertenecer a dicho monasterio para pasar a formar parte del obispado de
Barbastro y, por ello, ya en 1575, adquiere su nombre moderno de Torres del
Obispo.
En
resumen, durante un largo periodo de unos cinco siglos (con el referido posible
paréntesis templario), el lugar actualmente denominado Torres del Obispo se
llamó Torres del Abad de San Victorián, por ser pertenencia, la más alejada
geográficamente del centro monástico, de un extenso y poderoso abadiado. Hemos
visto cómo, en ese largo periodo de tiempo, se hace necesario aclarar en
ocasiones las competencias que sobre el lugar tienen el abad asanense, el conde
ribagorzano o el propio monarca, y cómo ello generó una serie de conflictos que
a buen seguro alterarían en muchos momentos la tranquilidad de esta población
ribagorzana.
NOTAS:
(1) Ramón Burrel, Relación histórica y monografía del lugar de
Torres del Obispo, Imprenta de José Perales, Madrid, 1899.
(2) VV. AA, Ribagorça. Catalunya Romanica, Barcelona, 1998, pp. 540 y 541. Las líneas
referidas a Torres del Obispo son obra de Joan Albert Adell Gisbert.
Encontramos en ellas mención a una primera noticia de Torres que dataría de
finales del primer milenio, cuando "el presbítero Baró fundó San Julián de
Capella y de inmediato, con la citada iglesia, él mismo, se entrega al
monasterio de Santa María de Torres y al abad Adroer para seguir la vida.
monacal; de esta comunidad mozárabe, no se ha localizado ninguna otra noticia"
Hasta aquí la cita que, unida a la presencia de un árbitro mozárabe en la
resolución del litigio entre Juseu y Aguinalíu por la posesión de un pozo
salinar, permite, con todas las reservas, pensar en la existencia de una
importante comunidad mozárabe en la zona e incluso en un monasterio cristiano
como pudiera ser el de Santa María en Torres.
(3) Adell Gisbert: op. cit. p. 541.
(4) Saturnino López Novoa, Historia de Barbastro, Sociedad
Mercantil y Artesana y Heraldo de Aragón, Zaragoza, 1981, Tomo II, pp. 376 y
377.
(5) Agustín Ubieto Arteta, Los monasterios medievales de Aragón.
Función histórica, Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragón, Zaragoza,
1999, pp. 84 a 90.
(6) Antonio Serrano Montalvo, La población de Aragón según el fogaje de
1495, II, Sobrecullidas, IFC et
alii, Zaragoza, p. 378.
(7) Ubieto Arteta, Agustín:
op.cit. pp. 86-88.
(8) José Mª Ariño, Sentencia arbitral en la villa de Graus.
1480 Diario del Alto Aragón, Suplemento Domingo, 6 de mayo de 2001.
(9) Manuel Iglesias Costa, "Historia del Condado de Ribagorza",
Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2001, p. 382.
(10) Iglesias Costa: op. cit,
p. 430.
(11) Ubieto Arteta, Agustín:
op.cit., p. 88.
(Artículo publicado en El Llibré de las Fiestas de Graus de 2023)