Tras el enorme éxito de su novela “Patria” en 2016, Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) se ha convertido en una referencia imprescindible de la literatura española actual. El escritor vasco, afincado desde hace años en Alemania, es autor de trece novelas, siete libros de relatos, tres ensayos, siete libros de poesía y cinco traducciones del alemán al castellano. Ha recibido numerosos premios literarios y varias de sus novelas han sido llevadas al cine o la televisión. Ahora acaba de publicar “El niño”, el cuarto de los libros de su serie Gentes vascas, cuyos antecesores son “Los peces de la amargura” (2006), “Años lentos” (2012) e “Hijos de la fábula” (2023).
“El niño” es una novela breve que sigue el esquema galdosiano de situar unos personajes ficticios en un contexto real. El punto de partida es un suceso trágico ocurrido en octubre de 1980 en la localidad vizcaína de Ortuella, próxima a Bilbao, donde cincuenta niños de cinco y seis años y tres adultos murieron en una escuela de EGB por una explosión de gas. Sobre este fondo dramático, el escritor pone el foco narrativo en la repercusión que este hecho tiene sobre una familia ficticia, que ha perdido a su único hijo en el fatídico accidente. La familia está compuesta por el abuelo y los padres. Personaje fundamental de la novela es el abuelo Nicasio, que parece no aceptar la tragedia y vive como si su nieto Nuco, al que va a visitar cada jueves al cementerio, siguiera vivo. Los padres intentan afrontar y superar el trauma de la pérdida desde el carácter y la personalidad de cada uno. Mariaje es una mujer fuerte, luchadora, capaz de sobreponerse a lo peor y buscar soluciones prácticas. Una mujer vasca en la línea de otros personajes femeninos de Aramburu. José Miguel es un hombre fornido y a la vez tierno, pero moralmente más frágil y atormentado. Junto a estos tres personajes principales, aparecen algunos otros mucho más secundarios, como la abuela Candelaria, siempre añorante de su Extremadura natal, y ya fallecida cuando ocurre el accidente, y algunos vecinos y conocidos del pueblo.
Con este argumento tan luctuoso y dramático, el autor evita con solvencia el riesgo de incurrir en el exceso de sentimentalismo y emotividad. Y lo hace principalmente a través de un estilo sobrio, alejado de cualquier barroquismo y digresión innecesaria, que busca sobre todo la simplicidad y la precisión extrema. Con un relato breve y sucinto y un registro lingüístico conciso y escueto, escaso de adjetivación y con las descripciones mínimas e imprescindibles. Estructurado en capítulos breves y de lectura rápida, fácil y muy ágil.
Elemento destacadísimo de la novela es el uso de varias voces narrativas que aportan diversas perspectivas y puntos de vista a la lectura. Por un lado, encontramos un narrador en tercera persona, omnisciente y objetivo, que nos cuenta las andanzas del abuelo Nicasio: sus idas y venidas del cementerio y su relación póstuma con su nieto muerto y con su hija y su yerno. Por otro lado, una parte del relato está contado por la madre del niño, que se convierte en informante del novelista, al que se dirige en ocasiones y a quien impone algunas condiciones sobre cuestiones que deben aparecer o no en el relato. Pero el aspecto más interesante e innovador de “El niño” es la personificación del texto en varios capítulos del libro. Aramburu ya había usado este recurso en alguna otra ocasión, pero no de manera tan destacada y seguida como en esta novela. Incluso ya desde su inicio, el novelista advierte al lector de este recurso, informándole de que los capítulos en los que el texto interviene como personaje están escritos en letra cursiva. En estos capítulos, que se intercalan a lo largo de la novela, el texto interviene con voz propia y en primera persona, haciendo algunos reproches al autor o revelando informaciones que este usó para la confección de la novela y que después eliminó o no tuvo a bien incluir en ella. Aunque el propio escritor advierte al inicio al lector que puede saltar estos capítulos, que no afectan al meollo de la historia que va a contar, en mi opinión, constituyen todo un logro narrativo y aportan informaciones muy interesantes sobre la elaboración y el proceso creativo de la novela.
Fernando Aramburu demuestra una vez más que domina diversos registros narrativos y no puede encasillarse en ninguno de ellos. Puede escribir novelas largas y densas, divertimentos narrativos, relatos breves, ensayos, poesía… “El niño” es una novela corta pero muy intensa, conmovedora y tierna, a la vez que dura y desnuda de todo artificio superfluo, que narra las diferentes estrategias de los miembros de una familia para afrontar e intentar superar el trauma provocado por la trágica pérdida de un hijo. Una novela que deja una honda huella en el lector.
“El niño”. Fernando Aramburu. Tusquets Editores. 2024. 272 páginas.
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