En su encomiable labor de reeditar a Sender, Larumbe ha publicado recientemente otro libro del prolífico escritor altoaragonés. En este caso, Proclamación de la sonrisa, una colección de ensayos que desde su aparición en 1934 no había vuelto a editarse. El libro reúne un total de cincuenta y siete artículos de opinión y un prólogo del propio autor. Casi todos habían sido publicados los años anteriores en el diario La Libertad y sólo unos pocos lo habían hecho en algunos periódicos provinciales.
Como de costumbre, la edición de Larumbe es espléndida. Magnífica y didáctica la introducción del experto senderiano José Domingo Dueñas Lorente, y de gran valor informativo las notas a pie de página. Una edición crítica modélica, que permite contextualizar perfectamente los artículos del escritor de Chalamera.
Sender, que había nacido en 1901, acababa de cumplir los treinta años cuando escribió los ensayos que componen el libro. Era ya entonces un periodista activo, un prolífico escritor y un joven combativo. Justo en esos años se alejaba de los anarquistas para aproximarse al comunismo. Esa actitud política, que no se nota en exceso en el libro, se observa sin embargo casi siempre en los criterios por los que juzga los temas que trata. Sender se muestra seguro de poseer la verdad, cree que la sociedad burguesa está a punto de desaparecer y que será sustituida en breve por un mundo nuevo. El adjetivo burgués, que el escritor usa con reiteración, sirve para designar a todo lo que se estima caduco. La cultura burguesa defiende lo “fáustico”, lo puramente esteticista, lo “espiritual”, lo religioso, el dinero y los privilegios de clase. Frente a ella emerge un nuevo orden: lo proletario y el materialismo marxista. Como sabemos, Sender no tardará mucho en renegar de esos principios en los que, sin embargo, creía ciegamente en esos años.
Ha sido una experiencia interesante leer este libro poco después de Álbum de radiografías secretas, sobre el que escribí aquí hace unas semanas. Uno no puede evitar recordar a Sender en Estados Unidos, sus opiniones sobre el estado soviético y su amistad con muchos exiliados rusos cuando lee algunas páginas de admiración y simpatía por la revolución bolchevique e incluso por Stalin. Se comprueba una vez más que, para bien o para mal, las personas cambiamos mucho con el paso del tiempo.
Sin embargo, Proclamación de la sonrisa no es un libro político. En sus ensayos se tocan muchos temas y la literatura es uno de los principales. Ese es para mí el aspecto más interesante de la obra. Hay muchas reseñas de libros, muchas opiniones sobre escritores y mucha cultura literaria en los artículos de Sender. Referencias a Goethe, Cervantes, Garcilaso, Teresa de Jesús, Nietzsche, Bernard Shaw, André Gide o Rabelais. Y a autores del 98. Sobre todo a los que despiertan en el autor reacciones encontradas: el admirado Valle-Inclán y el siempre denostado Unamuno.
Hay también destacables referencias a la sierra de Guara, como en Sierra niña, bonito artículo que cierra el libro. Y por encima de todo, se coincida o no con sus opiniones, está la magnífica escritura de Sender. Eso sí que no cambió a lo largo de su extensa obra literaria.
Proclamación de la sonrisa. Ramón J. Sender, Larumbe, 2008.
Carlos Bravo Suárez
Como de costumbre, la edición de Larumbe es espléndida. Magnífica y didáctica la introducción del experto senderiano José Domingo Dueñas Lorente, y de gran valor informativo las notas a pie de página. Una edición crítica modélica, que permite contextualizar perfectamente los artículos del escritor de Chalamera.
Sender, que había nacido en 1901, acababa de cumplir los treinta años cuando escribió los ensayos que componen el libro. Era ya entonces un periodista activo, un prolífico escritor y un joven combativo. Justo en esos años se alejaba de los anarquistas para aproximarse al comunismo. Esa actitud política, que no se nota en exceso en el libro, se observa sin embargo casi siempre en los criterios por los que juzga los temas que trata. Sender se muestra seguro de poseer la verdad, cree que la sociedad burguesa está a punto de desaparecer y que será sustituida en breve por un mundo nuevo. El adjetivo burgués, que el escritor usa con reiteración, sirve para designar a todo lo que se estima caduco. La cultura burguesa defiende lo “fáustico”, lo puramente esteticista, lo “espiritual”, lo religioso, el dinero y los privilegios de clase. Frente a ella emerge un nuevo orden: lo proletario y el materialismo marxista. Como sabemos, Sender no tardará mucho en renegar de esos principios en los que, sin embargo, creía ciegamente en esos años.
Ha sido una experiencia interesante leer este libro poco después de Álbum de radiografías secretas, sobre el que escribí aquí hace unas semanas. Uno no puede evitar recordar a Sender en Estados Unidos, sus opiniones sobre el estado soviético y su amistad con muchos exiliados rusos cuando lee algunas páginas de admiración y simpatía por la revolución bolchevique e incluso por Stalin. Se comprueba una vez más que, para bien o para mal, las personas cambiamos mucho con el paso del tiempo.
Sin embargo, Proclamación de la sonrisa no es un libro político. En sus ensayos se tocan muchos temas y la literatura es uno de los principales. Ese es para mí el aspecto más interesante de la obra. Hay muchas reseñas de libros, muchas opiniones sobre escritores y mucha cultura literaria en los artículos de Sender. Referencias a Goethe, Cervantes, Garcilaso, Teresa de Jesús, Nietzsche, Bernard Shaw, André Gide o Rabelais. Y a autores del 98. Sobre todo a los que despiertan en el autor reacciones encontradas: el admirado Valle-Inclán y el siempre denostado Unamuno.
Hay también destacables referencias a la sierra de Guara, como en Sierra niña, bonito artículo que cierra el libro. Y por encima de todo, se coincida o no con sus opiniones, está la magnífica escritura de Sender. Eso sí que no cambió a lo largo de su extensa obra literaria.
Proclamación de la sonrisa. Ramón J. Sender, Larumbe, 2008.
Carlos Bravo Suárez
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