Hace ahora
diez años comencé mis colaboraciones en este tradicional Llibré de Fiestas con
un artículo titulado “Gracián y Graus”. Escrito con motivo del cuarto
centenario del nacimiento del gran escritor aragonés Baltasar Gracián (Belmonte
de Calatayud, 1601 – Tarazona, 1658), en aquel ya lejano texto expuse lo que
por esas fechas conocía de la relación del gran sabio jesuita con nuestra villa.
En la década transcurrida desde entonces, he seguido estudiando esta vinculación
añadiendo nuevas informaciones a las ya aportadas en aquel momento. Repetiré
por tanto en las líneas siguientes algunos datos ya escritos en el año 2002 e
incorporaré otros nuevos extraídos de algunas fuentes que no pude consultar en
las investigaciones de aquel tiempo. Creo, aunque puedo estar equivocado, que a
día de hoy esto es de manera resumida prácticamente todo lo que podemos saber
de la presencia física de Baltasar Gracián en nuestra localidad.
Está
suficientemente documentado que Baltasar Gracián estuvo cumpliendo castigo en
Graus a principios del año 1658. Tras publicar en agosto del año anterior la
tercera parte de “El Criticón”, con el seudónimo de Lorenzo Gracián y de nuevo
sin pasar la censura previa de la
Compañía , el escritor fue desposeído de su cátedra de
Escritura en Zaragoza, reprendido públicamente por sus superiores y trasladado,
con castigo a pan y agua, al entonces frío e incómodo colegio jesuita de
nuestra villa. En su duro destierro, con la exigencia estricta de que se le
impidiera escribir, se ordenó incluso revisar sus manos por si hubiera en ellas
manchas de tinta que delataran desobediencia. Fue el padre Jacinto Piquer,
provincial de la Compañía
de Jesús en Aragón, quien propuso este severo castigo. En una carta fechada en
Roma el 16 de marzo de 1658, el padre Goswin Nickel, entonces general de la Compañía de Jesús,
contesta al citado padre Piquer dando por adecuada la sanción y añadiendo a
ella aún mayores muestras de severidad.
“Harto manifiestos son los indicios que hay
para creer que el autor de aquellos libros 1ª, 2ª y 3ª parte de ‘El Criticón’
es el padre Baltasar Gracián y V. R. (Vuestra Reverencia) hizo lo que debía
dándole reprensión pública, y un ayuno a pan y agua y privándole de la cátedra de
Escritura y ordenándole que saliese de Zaragoza y fuese a Graus. Si él tiene
juicio y temor de Dios, no ha menester otro freno para no escribir ni sacar a
la luz semejantes libros que el que ha puesto V. R. de precepto y censura. Pero
como se sabe que no ha guardado el que se le puso cuando sacó dicha Segunda
Parte, conviene celar sobre él, mirarle a las manos, visitarle de cuando en
cuando su aposento y papeles y no permitirle cosa cerrada en él, y si acaso se
le hallase algún papel o escritura contra la Compañía o contra su gobierno,
compuesta por dicho Padre Gracián, Vuestra Paternidad le encierre y téngale
encerrado hasta que esté muy reconocido y reducido, y no se le permita mientras
estuviere incluso tener papel, pluma ni tinta; pero antes de llegar a esto,
asegúrese bien V. R. que sea cierta la falta que he dicho, por la cual se le ha
de dar este castigo. Para proceder con mayor acierto será muy conveniente que
cuando haya tiempo, oiga V.R. el sentir de sus consultores, y después nos vaya avisando
de lo que ha sucedido y de lo que ha obrado. El valernos del medio de la
inclusión, ya que otros no han sido de provecho, es medio necesario y justa
defensa de la Compañía, a la cual estamos obligados en conciencia los
Superiores de ella…”
Esta carta
está recogida por Adolphe Coster en su libro “Baltasar Gracián”, traducido del francés por Ricardo del
Arco y editado por la
Institución Fernando el Católico en 1947. En un apéndice del
mismo se publican algunos extractos de la correspondencia que entre 1651 y 1660
mantuvieron los generales de los jesuitas con los provinciales de Aragón.
Se deduce
de esta misiva que el castigo impuesto a Gracián no es tanto por el contenido
de “El Criticón” como por ser el belmontino reincidente en la desobediencia a
las obligaciones que exigía la orden. En una época en que la Compañía extrema la
censura y pretende restablecer la más estricta disciplina ante el avance del
jansenismo, Gracián es juzgado como un rebelde que se salta las normas y los procedimientos
reglamentarios.
Sobre esta
reiterada falta de obediencia de Gracián en la publicación de sus libros, el
padre Miquel Batllori, estudioso del escritor aragonés y jesuita como él, cree
que pudo deberse a dos motivos distintos. Por un lado, a lo difícil que
resultaba conseguir licencia para imprimir libros debido a la lentitud de la
correspondencia entre Roma y las ciudades españolas. Por otro, a la
desconfianza de Gracián en la capacidad de algunos censores para entender la
materia tratada en sus obras. Probablemente pesara más la segunda cuestión que
la primera, pero en cualquier caso resulta algo extraño, y parece incluso un
desafío, que tras las amonestaciones recibidas anteriormente el escritor se
atreviera a publicar la tercera parte de “El Criticón” recurriendo de nuevo al pseudónimo de Lorenzo Gracián con el que
ya no podía engañar a nadie.
Como
consecuencia de su estado de depresión y abatimiento, Gracián pidió incluso a sus superiores el permiso
para abandonar la Compañía
y solicitar su ingreso en otra orden religiosa. Así se deduce de otra carta del
general Níckel al provincial de Aragón, fechada el 10 de junio de 1658, cuando
Gracián ya no estaba en Graus, aunque la petición a la que se alude habría sido
formulada desde su reclusión en la villa o inmediatamente después de que acabara
su destierro en ella.
“El P.
Baltasar Gracián ha sentido mucho la penitencia que se le ha dado, y me pide
licencia para pasarse a otra Religión de los monacales o mendicantes; no le
respondo a lo del tránsito, pero le digo cuán merecidas tenía las penitencias
que se le han impuesto por haber impreso sin licencia aquellos libros y por
haber faltado al precepto de santa obediencia que se le había puesto. Y porque
él refiere lo que ha trabajado en la Compañía y las misiones que ha hecho, también se
lo agradezco, y después añado lo que he dicho. V. R. nos avise del estado y
disposición de este sujeto y si ha habido alguna novedad…”
El padre
Batllori cree que esta solicitud de cambio de orden religiosa, al parecer a los
franciscanos, es una respuesta extrema y pasajera de Gracián, a quien la
severidad de la condena que se le había impuesto habría herido profundamente en
su amor propio. Finalmente, al escritor belmontino le fue levantado su castigo y
a mediados de abril de ese mismo año fue trasladado al colegio jesuita de Tarazona.
Su nombre aparece en un memorial escrito con motivo de la visita que en esas
fechas realizó el padre Piquer a la ciudad turiasonense. Su destierro en Graus habría
durado por tanto aproximadamente tres meses, desde mediados de enero hasta
mediados de abril de 1658.
Gracián
recuperó en parte la confianza de sus superiores y se le otorgó, entre otros,
el cargo de Prefecto de Espíritu del colegio de Tarazona, aunque es posible que
el severo castigo de Graus hiciera mella en su salud y dejara graves secuelas
en la misma. Así lo cree Coster, quien escribe que el destino de Tarazona era
de los peor considerados dentro de la provincia jesuita aragonesa, por lo que
la rehabilitación de Gracián tal vez no fuera del todo completa. Los biógrafos
posteriores creen en general que sí lo fue, en cierta medida por la
intervención a su favor del anciano y prestigioso padre Franco, si bien su
destierro habría contribuido a debilitar su ya precaria salud de una manera
irreversible. Sea como fuere, Baltasar Gracián murió en el colegio jesuita de
Tarazona el día 6 de diciembre de ese mismo año de 1658.
Además de
esta estancia en Graus en los tres primeros meses del último año de su vida,
parece más que probable que Gracián ya hubiera estado en nuestra villa seis
años antes en unas circunstancias bien distintas.
Adolphe
Coster, en su libro antes citado, sitúa a Gracián en Graus en el año 1652.
Menciona una carta a Lastanosa, fechada en la población ribagorzana el 23 de
noviembre de ese mismo año, en la que Gracián informaba al mecenas oscense
sobre la epidemia de peste que en ese momento asolaba Graus y su comarca.
Miguel Batllori y Ceferino Peralta, en su libro conjunto, y Emilio Correa
Calderón y Conrado Guardiola, en sus respectivas biografías de Gracián, siguen
al estudioso francés y señalan que el escritor jesuita se encontraba en Graus a
finales de 1652. Según Coster, que lo aventura como hipótesis, Gracián habría
sido enviado a la población ribagorzana por su amigo Esteban de Esmir, grausino
de nacimiento y entonces obispo de Huesca y destacado protector de los
jesuitas.
Esmir, consciente
de las necesidades educativas de Graus y su comarca, había donado los terrenos
necesarios para construir un colegio jesuita en su villa natal y había financiado
los gastos de las obras, dotando al colegio con veinte mil ducados y destinando
otros mil para cada año de su construcción. El obispo habría expresado su deseo
de que fueran enviados al nuevo colegio algunos padres jesuitas elegidos por él
mismo. Coster cree que entre ellos estaba Gracián. Tal vez con el encargo de
poner en marcha el nuevo colegio, pero también con la intención de alejarlo de
los problemas que ya tenía con sus superiores por la reiterada publicación de
sus libros sin licencia y por algunas denuncias presentadas contra él por sus
muchos enemigos en la Compañía.
En todo caso, esta estancia en Graus no sería demasiado larga
porque al año siguiente ya encontramos al escritor en Zaragoza. Hay que decir
aquí que Esteban de Esmir, cuyos restos reposan en la basílica de la Virgen de la Peña , murió dos años más
tarde, en 1654, y ya no pudo ayudar a su amigo Gracián cuando este fue
desterrado a Graus a principios de 1658.
Sobre la construcción del nuevo colegio de
Graus, el más septentrional de la provincia jesuita aragonesa, Coster y otros
estudiosos dan algunas noticias de interés. Las opiniones sobre el lugar en que
se iba a levantar el edificio eran contradictorias. Así se constata en unas
líneas de una carta enviada por el general de los jesuitas al ya citado padre
Franco, entonces provincial de la orden en Aragón:
“Muy
debido era al señor Obispo de Huesca darle gusto enviando al nuevo colegio de
Graus los sujetos que deseaba su ilustrísima para dar principio a aquella fundación.
Lo mucho bueno que della y de la bondad de su sitio y disposición escribe V. R.
como testigo de vista es materia de gozo; si bien nos lo ha aguado en parte
otra información diferente de la que da V.R. porque dicen que el sitio es muy
desacomodado, fuera de la villa, sin agua, debajo de un monte o peña muy alta,
donde en invierno se han de helar de frío los moradores y en verano abrasar de
calor, con otros achaques; y concluyen que ha de ser el destierro de la
provincia, y que la elección de tan mal sitio se ha hecho porque era más
barato”
Esta primera estancia de Gracián en Graus se
habría producido a finales de 1652 y tal vez se habría prolongado algunos meses
de 1653. Como en la primavera de ese año se publicó en Huesca la segunda parte
de “El Criticón”, puede pensarse con cierta lógica, y en Graus es tradición
transmitida, que el libro o alguna de sus partes, tal vez el final, fuera
escrito en nuestra villa.
Si
a estas dos estancias añadimos el retrato de Baltasar Gracián que, tras
sucesivas peripecias y ubicaciones anteriores, luce hoy restaurado en el
Espacio Pirineos, podemos concluir afirmando que el más ilustre y excepcional
de los escritores aragoneses, reconocido maestro de algunas de las mejores
mentes del pensamiento europeo de los últimos siglos, permanece vinculado ya
para siempre a nuestra villa.
Bibliografía:
- Batllori, Miguel y Peralta,
Ceferino, “Baltasar Gracián en su vida y en sus obras”, Institución Fernando el
Católico, Zaragoza, 1969.
- Correa Calderón, Evaristo, “Baltasar
Gracián, su vida y su obra”, Gredos, Madrid, 1970.
- Coster, Adolphe, “Baltasar Gracián”.
Traducción y notas de Ricardo del Arco, Institución Fernando el Católico,
Zaragoza, 1947.
- Egido, Aurora y Marín, María Carmen
(coords.), “Baltasar Gracián: Estado de la cuestión y nuevas perspectivas”,
Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2001
- Guardiola Alcover, Conrado, “Baltasar
Gracián, recuento de una vida”, Librería General, Zaragoza, 1980.
- Laplana Gil, José Enrique, “Gracián y sus cartas. Problemas editoriales con una carta casi inédita de Manuel de Salinas a Gracián”, en Françoise Cazal (ed.), “Homenaje a / Hommage à Francis Cerdan”, Toulouse, CNRS - Université de Toulouse-Le Mirail, 2008, pp. 493-536.
Carlos Bravo Suárez
Artículo publicado en El Llibré de
las Fiestas de Graus de 2012.
Imágenes: Retrato de Baltasar
Gracián conservado en el Espacio Pirineos de Graus y antiguo colegio de los
jesuitas en la villa ribagorzana.
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