miércoles, 29 de agosto de 2012

LAS DOS ESTANCIAS DE BALTASAR GRACIÁN EN GRAUS



             
Hace ahora diez años comencé mis colaboraciones en este tradicional Llibré de Fiestas con un artículo titulado “Gracián y Graus”. Escrito con motivo del cuarto centenario del nacimiento del gran escritor aragonés Baltasar Gracián (Belmonte de Calatayud, 1601 – Tarazona, 1658), en aquel ya lejano texto expuse lo que por esas fechas conocía de la relación del gran sabio jesuita con nuestra villa. En la década transcurrida desde entonces, he seguido estudiando esta vinculación añadiendo nuevas informaciones a las ya aportadas en aquel momento. Repetiré por tanto en las líneas siguientes algunos datos ya escritos en el año 2002 e incorporaré otros nuevos extraídos de algunas fuentes que no pude consultar en las investigaciones de aquel tiempo. Creo, aunque puedo estar equivocado, que a día de hoy esto es de manera resumida prácticamente todo lo que podemos saber de la presencia física de Baltasar Gracián en nuestra localidad.

Está suficientemente documentado que Baltasar Gracián estuvo cumpliendo castigo en Graus a principios del año 1658. Tras publicar en agosto del año anterior la tercera parte de “El Criticón”, con el seudónimo de Lorenzo Gracián y de nuevo sin pasar la censura previa de la Compañía, el escritor fue desposeído de su cátedra de Escritura en Zaragoza, reprendido públicamente por sus superiores y trasladado, con castigo a pan y agua, al entonces frío e incómodo colegio jesuita de nuestra villa. En su duro destierro, con la exigencia estricta de que se le impidiera escribir, se ordenó incluso revisar sus manos por si hubiera en ellas manchas de tinta que delataran desobediencia. Fue el padre Jacinto Piquer, provincial de la Compañía de Jesús en Aragón, quien propuso este severo castigo. En una carta fechada en Roma el 16 de marzo de 1658, el padre Goswin Nickel, entonces general de la Compañía de Jesús, contesta al citado padre Piquer dando por adecuada la sanción y añadiendo a ella aún mayores muestras de severidad.

 “Harto manifiestos son los indicios que hay para creer que el autor de aquellos libros 1ª, 2ª y 3ª parte de ‘El Criticón’ es el padre Baltasar Gracián y V. R. (Vuestra Reverencia) hizo lo que debía dándole reprensión pública, y un ayuno a pan y agua y privándole de la cátedra de Escritura y ordenándole que saliese de Zaragoza y fuese a Graus. Si él tiene juicio y temor de Dios, no ha menester otro freno para no escribir ni sacar a la luz semejantes libros que el que ha puesto V. R. de precepto y censura. Pero como se sabe que no ha guardado el que se le puso cuando sacó dicha Segunda Parte, conviene celar sobre él, mirarle a las manos, visitarle de cuando en cuando su aposento y papeles y no permitirle cosa cerrada en él, y si acaso se le hallase algún papel o escritura contra la Compañía o contra su gobierno, compuesta por dicho Padre Gracián, Vuestra Paternidad le encierre y téngale encerrado hasta que esté muy reconocido y reducido, y no se le permita mientras estuviere incluso tener papel, pluma ni tinta; pero antes de llegar a esto, asegúrese bien V. R. que sea cierta la falta que he dicho, por la cual se le ha de dar este castigo. Para proceder con mayor acierto será muy conveniente que cuando haya tiempo, oiga V.R. el sentir de sus consultores, y después nos vaya avisando de lo que ha sucedido y de lo que ha obrado. El valernos del medio de la inclusión, ya que otros no han sido de provecho, es medio necesario y justa defensa de la Compañía, a la cual estamos obligados en conciencia los Superiores de ella…”

Esta carta está recogida por Adolphe Coster en su libro “Baltasar Gracián”, traducido del francés por Ricardo del Arco y editado por la Institución Fernando el Católico en 1947. En un apéndice del mismo se publican algunos extractos de la correspondencia que entre 1651 y 1660 mantuvieron los generales de los jesuitas con los provinciales de Aragón.

Se deduce de esta misiva que el castigo impuesto a Gracián no es tanto por el contenido de “El Criticón” como por ser el belmontino reincidente en la desobediencia a las obligaciones que exigía la orden. En una época en que la Compañía extrema la censura y pretende restablecer la más estricta disciplina ante el avance del jansenismo, Gracián es juzgado como un rebelde que se salta las normas y los procedimientos reglamentarios.

Sobre esta reiterada falta de obediencia de Gracián en la publicación de sus libros, el padre Miquel Batllori, estudioso del escritor aragonés y jesuita como él, cree que pudo deberse a dos motivos distintos. Por un lado, a lo difícil que resultaba conseguir licencia para imprimir libros debido a la lentitud de la correspondencia entre Roma y las ciudades españolas. Por otro, a la desconfianza de Gracián en la capacidad de algunos censores para entender la materia tratada en sus obras. Probablemente pesara más la segunda cuestión que la primera, pero en cualquier caso resulta algo extraño, y parece incluso un desafío, que tras las amonestaciones recibidas anteriormente el escritor se atreviera a publicar la tercera parte de “El Criticón” recurriendo de nuevo al pseudónimo de Lorenzo Gracián con el que ya no podía engañar a nadie.

Como consecuencia de su estado de depresión y abatimiento, Gracián  pidió incluso a sus superiores el permiso para abandonar la Compañía y solicitar su ingreso en otra orden religiosa. Así se deduce de otra carta del general Níckel al provincial de Aragón, fechada el 10 de junio de 1658, cuando Gracián ya no estaba en Graus, aunque la petición a la que se alude habría sido formulada desde su reclusión en la villa o inmediatamente después de que acabara su destierro en ella.

“El P. Baltasar Gracián ha sentido mucho la penitencia que se le ha dado, y me pide licencia para pasarse a otra Religión de los monacales o mendicantes; no le respondo a lo del tránsito, pero le digo cuán merecidas tenía las penitencias que se le han impuesto por haber impreso sin licencia aquellos libros y por haber faltado al precepto de santa obediencia que se le había puesto. Y porque él refiere lo que ha trabajado en la Compañía y las misiones que ha hecho, también se lo agradezco, y después añado lo que he dicho. V. R. nos avise del estado y disposición de este sujeto y si ha habido alguna novedad…”

El padre Batllori cree que esta solicitud de cambio de orden religiosa, al parecer a los franciscanos, es una respuesta extrema y pasajera de Gracián, a quien la severidad de la condena que se le había impuesto habría herido profundamente en su amor propio. Finalmente, al escritor belmontino le fue levantado su castigo y a mediados de abril de ese mismo año fue trasladado al colegio jesuita de Tarazona. Su nombre aparece en un memorial escrito con motivo de la visita que en esas fechas realizó el padre Piquer a la ciudad turiasonense. Su destierro en Graus habría durado por tanto aproximadamente tres meses, desde mediados de enero hasta mediados de abril de 1658.

Gracián recuperó en parte la confianza de sus superiores y se le otorgó, entre otros, el cargo de Prefecto de Espíritu del colegio de Tarazona, aunque es posible que el severo castigo de Graus hiciera mella en su salud y dejara graves secuelas en la misma. Así lo cree Coster, quien escribe que el destino de Tarazona era de los peor considerados dentro de la provincia jesuita aragonesa, por lo que la rehabilitación de Gracián tal vez no fuera del todo completa. Los biógrafos posteriores creen en general que sí lo fue, en cierta medida por la intervención a su favor del anciano y prestigioso padre Franco, si bien su destierro habría contribuido a debilitar su ya precaria salud de una manera irreversible. Sea como fuere, Baltasar Gracián murió en el colegio jesuita de Tarazona el día 6 de diciembre de ese mismo año de 1658.

Además de esta estancia en Graus en los tres primeros meses del último año de su vida, parece más que probable que Gracián ya hubiera estado en nuestra villa seis años antes en unas circunstancias bien distintas.

Adolphe Coster, en su libro antes citado, sitúa a Gracián en Graus en el año 1652. Menciona una carta a Lastanosa, fechada en la población ribagorzana el 23 de noviembre de ese mismo año, en la que Gracián informaba al mecenas oscense sobre la epidemia de peste que en ese momento asolaba Graus y su comarca. Miguel Batllori y Ceferino Peralta, en su libro conjunto, y Emilio Correa Calderón y Conrado Guardiola, en sus respectivas biografías de Gracián, siguen al estudioso francés y señalan que el escritor jesuita se encontraba en Graus a finales de 1652. Según Coster, que lo aventura como hipótesis, Gracián habría sido enviado a la población ribagorzana por su amigo Esteban de Esmir, grausino de nacimiento y entonces obispo de Huesca y destacado protector de los jesuitas.

Esmir, consciente de las necesidades educativas de Graus y su comarca, había donado los terrenos necesarios para construir un colegio jesuita en su villa natal y había financiado los gastos de las obras, dotando al colegio con veinte mil ducados y destinando otros mil para cada año de su construcción. El obispo habría expresado su deseo de que fueran enviados al nuevo colegio algunos padres jesuitas elegidos por él mismo. Coster cree que entre ellos estaba Gracián. Tal vez con el encargo de poner en marcha el nuevo colegio, pero también con la intención de alejarlo de los problemas que ya tenía con sus superiores por la reiterada publicación de sus libros sin licencia y por algunas denuncias presentadas contra él por sus muchos enemigos en la Compañía. En todo caso, esta estancia en Graus no sería demasiado larga porque al año siguiente ya encontramos al escritor en Zaragoza. Hay que decir aquí que Esteban de Esmir, cuyos restos reposan en la basílica de la Virgen de la Peña, murió dos años más tarde, en 1654, y ya no pudo ayudar a su amigo Gracián cuando este fue desterrado a Graus a principios de 1658.

 Sobre la construcción del nuevo colegio de Graus, el más septentrional de la provincia jesuita aragonesa, Coster y otros estudiosos dan algunas noticias de interés. Las opiniones sobre el lugar en que se iba a levantar el edificio eran contradictorias. Así se constata en unas líneas de una carta enviada por el general de los jesuitas al ya citado padre Franco, entonces provincial de la orden en Aragón:

 “Muy debido era al señor Obispo de Huesca darle gusto enviando al nuevo colegio de Graus los sujetos que deseaba su ilustrísima para dar principio a aquella fundación. Lo mucho bueno que della y de la bondad de su sitio y disposición escribe V. R. como testigo de vista es materia de gozo; si bien nos lo ha aguado en parte otra información diferente de la que da V.R. porque dicen que el sitio es muy desacomodado, fuera de la villa, sin agua, debajo de un monte o peña muy alta, donde en invierno se han de helar de frío los moradores y en verano abrasar de calor, con otros achaques; y concluyen que ha de ser el destierro de la provincia, y que la elección de tan mal sitio se ha hecho porque era más barato”

 Esta primera estancia de Gracián en Graus se habría producido a finales de 1652 y tal vez se habría prolongado algunos meses de 1653. Como en la primavera de ese año se publicó en Huesca la segunda parte de “El Criticón”, puede pensarse con cierta lógica, y en Graus es tradición transmitida, que el libro o alguna de sus partes, tal vez el final, fuera escrito en nuestra villa.

Si a estas dos estancias añadimos el retrato de Baltasar Gracián que, tras sucesivas peripecias y ubicaciones anteriores, luce hoy restaurado en el Espacio Pirineos, podemos concluir afirmando que el más ilustre y excepcional de los escritores aragoneses, reconocido maestro de algunas de las mejores mentes del pensamiento europeo de los últimos siglos, permanece vinculado ya para siempre a nuestra villa.

Bibliografía:

 - Batllori, Miguel y Peralta, Ceferino, “Baltasar Gracián en su vida y en sus obras”, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1969.

 - Correa Calderón, Evaristo, “Baltasar Gracián, su vida y su obra”, Gredos, Madrid, 1970.
 - Coster, Adolphe, “Baltasar Gracián”. Traducción y notas de Ricardo del Arco, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 1947.

         - Egido, Aurora y Marín, María Carmen (coords.), “Baltasar Gracián: Estado de la cuestión y nuevas perspectivas”, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2001

 - Guardiola Alcover, Conrado, “Baltasar Gracián, recuento de una vida”, Librería General, Zaragoza, 1980.

             - Laplana Gil, José Enrique, “Gracián y sus cartas. Problemas editoriales con una carta casi inédita de Manuel de Salinas a Gracián”, en Françoise Cazal (ed.), “Homenaje a / Hommage à Francis Cerdan”, Toulouse, CNRS - Université de Toulouse-Le Mirail, 2008, pp. 493-536.


Carlos Bravo Suárez

Artículo publicado en El Llibré de las Fiestas de Graus de 2012.

Imágenes: Retrato de Baltasar Gracián conservado en el Espacio Pirineos de Graus y antiguo colegio de los jesuitas en la villa ribagorzana.

No hay comentarios: